La Justicia porteña busca desde hace más de un año a Micaela Diana Vargas, conocida como “Cachorra”, acusada de participar en el asesinato de José, un hombre de 60 años que apareció muerto en el baño de su departamento de Constitución con siete puñaladas en el cuello.
El crimen ocurrió el 5 de junio del año pasado en un edificio de la calle San Juan al 1300. Según la investigación, a cargo del juez Martín Yadarola, Vargas actuó junto a su pareja, Leonardo Díaz (35), quien sí fue detenido y está procesado con prisión preventiva por homicidio agravado por alevosía y ensañamiento. La División Homicidios de la Policía de la Ciudad llevó adelante el trabajo de campo que permitió reconstruir parte de la escena, pero ella continúa prófuga.
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A diferencia de los casos habituales de mujeres que organizan encuentros fugaces para drogar a la víctima y robarle, Vargas habría mantenido una relación más prolongada y oculta con José. Para acercarse, incluso le habría dicho que tenía 21 años, cuando en realidad tenía 35.

Esa confianza le abrió la puerta del departamento. La teoría judicial es que ella y Díaz ingresaron juntos, fueron hacia el baño y allí lo atacaron con ferocidad. Después, escaparon con las llaves de la víctima.
El edificio aún recuerda esa noche. Karina, la encargada, escuchó un grito cerca de las 17. “Era como un pedido de auxilio, pero pensé que venía de la calle”, contó.
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Recién a la noche, una vecina del segundo piso notó que le caía agua desde el departamento de José. No respondía a los mensajes y al día siguiente dos propietarios fueron a buscarlo a su trabajo para conseguir un juego de llaves. Cuando lograron abrir la puerta, todo estaba a oscuras.
El joven que ingresó primero salió enseguida: “No entro, está José tirado en el baño”. El cuerpo estaba allí, detrás de la puerta entornada. La escena era devastadora. “Me jaló para que no entrara, estaba todo enchastrado de sangre”, recordó una de las vecinas.
Quién era José, el hombre asesinado
José era combatiente de Malvinas, orgulloso de su historia. Trabajaba como encargado en una cochera y cobraba una pensión que él mismo mencionaba con gratitud. Por eso, los investigadores creen que Vargas y Díaz analizaron previamente su situación económica antes de ejecutar el ataque.
Otro dato clave: no había cámaras en la puerta del edificio ni en la cuadra. Las colocaron recién al día siguiente del crimen. Tampoco funcionaba un domo de la cuadra. Esa falta de registros visuales complicó la reconstrucción de los movimientos previos y posteriores al asesinato.
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Las vecinas aseguraron que nunca vieron a Vargas entrar o salir, pese a que la relación llevaba un tiempo. La mujer es oriunda del Chaco y lleva más de un año prófuga. La hipótesis actual de los investigadores es que podría estar en el AMBA, moviéndose con ayuda de conocidos.
Mientras Díaz espera el juicio detenido, la causa vuelve ahora a foja cero en su capítulo más complejo: encontrar a la mujer señalada como la persona que sedujo, traicionó y asesinó a José.

