José Antonio Castellanos decía ser Carlos Vera. Eso le dijo a su pareja, a quien conoció en la Patagonia una vez que se fugó tras haber asesinado a Sabrina González hace 10 años. Lo mismo le decía a la hija que tuvo con su nueva mujer, a la que anotó con un apellido que no era el suyo. José era Carlos para los empleadores que le daban trabajo como albañil; para los vecinos del Barrio Centenario de Comodoro Rivadavia; para sus compañeros de equipo en un torneo de fútbol amateur; para los fieles que, como él, solían asistir a una iglesia evangélica de la zona.
Para el femicida era elemental creerse su propia mentira. Era, en definitiva, la llave hacia la impunidad que logró sostener durante una década: solo así podría convencer a otros de que realmente era Carlos Vera y no José Antonio Castellanos, un asesino con un alerta de Interpol, y la cara de un afiche del Ministerio de Seguridad bonaerense que prometía $5.000.000 por datos que ayudaran a encontrarlo.
Leé también: La mató de una puñalada, se escapó y estuvo 10 años prófugo: condenaron a perpetua al ex de Sabrina González
“En el juicio, su mujer dijo que no sabía que él tenía una identidad falsa. Después se contradijo y contó que cuando tuvieron una hija después de ocho años de relación, ella quiso hacer un trámite en la Anses y ahí le saltó que no era Carlos Vera. El Carlos Vera de 41 años que él decía ser era, en realidad, otra persona. Dijo que cuando se lo planteó él no supo qué decirle, pero para mí ella sabía todo”, cuenta Daira Sayavedra, hija de Sabrina.
El dolor de que un femicida le haya arrebatado a su mamá perdurará por siempre, pero Daira, por fin, podrá iniciar el duelo en paz. Su pelea de casi 10 años terminó este viernes: Castellanos fue condenado a prisión perpetua por el Tribunal en lo Criminal N°1, que lo declaró culpable de “homicidio calificado por el vínculo”.
Integrante del colectivo Atravesados por el Femicidio, compuesto por 180 familiares de 150 mujeres asesinadas en el país por razones de género, Daira está segura de que nadie buscó a Castellanos durante varios años. Dice que su captura fue posible porque el criminal “pisó el palito”, y agrega: “Si se guardaba dos años más, nunca lo habrían atrapado”.
La caída de un femicida que se mantuvo prófugo durante una década
Castellanos jugaba al fútbol en el Club Social y Deportivo René Favaloro de Comodoro Rivadavia, donde se había instalado dos años antes junto a su pareja y la pequeña hija de ambos. “Él ya pertenecía al club e incluso había trabajado en la casa de la presidenta. Claro, ellos no sabían nada. El tema fue cuando se tuvo que hacer un carnet para participar de un torneo y presentó el DNI con la identidad falsa. En el club llamó la atención que él no era la persona que figuraba en la foto, sino una más joven”, detalla Daira.
Ese episodio encendió las sospechas: uno de los jugadores del club ocultaba su verdadera identidad. “Eso llamó la atención. Fue la primera alarma y hubo una denuncia anónima”, sigue la hija de Sabrina.
El Ministerio de Seguridad de Chubut le encargó a Patricio Rojas, un oficial que prestaba servicio en Rawson, la tarea de establecer la verdadera identidad del falso Carlos Vera.
Rojas lo investigó durante un año. Supo, entre otros detalles, que el sospechoso solía asistir a una iglesia evangélica del barrio Centenario. Una vez reunidas las pruebas en su contra, el oficial lo demoró con el objetivo de identificarlo. “Él (Castellanos) le había dado al oficial el DNI falso con el nombre de Carlos Vera”, sitúa Daira.
Leé también: Mataron a su mamá de una puñalada y ella luchó 9 años para que atraparan al asesino: “Quiero llegar al juicio”
A través del sistema ABIS de reconocimiento facial se determinó que el hombre en cuestión se llamaba José Antonio Castellanos y era, desde hacía casi 10 años, el prófugo de la investigación por el femicidio de Sabrina González en una casa de Virrey del Pino, provincia de Buenos Aires. “Se notificó a Interpol y ellos contestaron que esta persona tenía un alerta. Recibieron la foto del carnet del club y ahí se hizo el reconocimiento”, menciona la joven.
Tras su captura el 14 de mayo de este año, Castellanos fue trasladado a la alcaldía de Virrey del Pino a la espera del juicio oral que comenzó el lunes pasado. “Declaramos más de 10 testigos. Los últimos tres se desestimaron porque los testimonios y las pruebas eran contundentes. Se hizo todo muy rápido”, sigue Daira, que tenía 17 años cuando su mamá fue asesinada.
“A la mujer de Castellanos le preguntaron si ella alguna vez había visto en las redes sociales la foto de su marido, algo que le indicara que vivía con un acusado de femicidio. Dijo que sí, y que cuando se lo planteó, él le sacó el teléfono y le dijo que no creyera lo que decían los medios”, describe Daira, y continúa: “Dijo que él era una buena persona, que era compañero y que ella lo había acompañado en momentos difíciles porque él a veces hacía cosas malas. ¿Qué cosas? Salía y tomaba alcohol”.
El femicidio de Sabrina González
Sabrina González tenía 36 años cuando fue asesinada en la casa de su suegro en Virrey del Pino. Allí la encontró su cuñada, el 5 de noviembre de 2014.
La mujer, hermana de Castellanos, tenía la tarea de custodiar la vivienda. Era un pedido que le había hecho su papá, que se había ido de vacaciones. Al llegar, un detalle le llamó la atención: la puerta estaba cerrada con un candado. Se acercó a una ventana trasera y se topó con el horror: adentro había una mujer tendida inmóvil en el suelo.
Sabrina fue asesinada de una puñalada en la espalda. Allí mismo estaba el cuchillo con el que la mataron. Luego se determinó que las huellas en el arma eran de Castellanos.
Leé también: Asesinaron a su mamá de una puñalada y 8 años después busca al acusado: “Puede estar matando a otras mujeres”
También se estableció que el crimen ocurrió en esa casa. Los investigadores concluyeron que el hombre había citado allí a Sabrina, con quien mantuvo una relación de ocho meses que ella había decidido cortar debido a diferentes episodios de violencia de género.
“Además de la puñalada, mi mamá tenía fracturas en la cabeza, tres costillas rotas, contusiones en los ojos y signos de asfixia”, mencionó la hija de la víctima una vez conocida la sentencia. Y recordó: “Ella quiso separarse cuando se enteró de que él le había contagiado el virus VIH. Nunca le había mencionado que era portador. Él no soportó la decisión de mi mamá y la mató”.