Este sábado se cumplen diez años de uno de los femicidios más mediatizados e impactantes de la historia policial en Argentina: el crimen de Ángeles Rawson. Por este hecho condenaron a Jorge Mangeri, el portero del edificio donde la víctima vivía con su familia en el barrio porteño de Palermo.
Una década después del hecho, el recuerdo de “Mumi” sigue presente con el relato de su mamá, Jimena Adúriz, quien aseguró que se aferró a la fe para salir adelante después de sufrir una pérdida irreparable.
“Cuando te matan una hija te explota una bomba atómica en la cara y en tu casa. La extraño horrores, pero también tomé la decisión de llevar su legado por ella y para darle un sentido a su pérdida”, expresó Jimena a TN, quien además confesó que en estos días está “muy sensible” y tratando de evitar hablar del caso, ya que le afecta emocionalmente.
Si bien pasaron varios años, la mamá de Ángeles aseguró que el dolor persiste. “El paso del tiempo te ayuda a aprender a convivir con el dolor, pero también es durísimo porque para mí sucedió ayer y va a seguir siendo así”, sostuvo.
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La mujer transitó todos estos años acompañada de su familia y también de otras madres de víctimas de femicidios, con quien aprendió a sanar formando una red de contención, pero también practicando la fe.
“Mi mensaje para las mamás en duelo es que tengan una red de contención y que busquen alguna actividad para resignificar el dolor de la pérdida. Y si pueden recurrir a la fe, es una gran aliada, porque la esperanza del reencuentro es muy poderosa”, aconsejó.
Desaparición y misterio: así comenzó el caso de Ángeles
La adolescente desapareció el 10 de junio del 2013. Esa mañana, Ángeles salió temprano del edificio ubicado en Ravignani al 2360 para ir a la clase de gimnasia. Una cámara de seguridad la captó volviendo del colegio alrededor de las 9.50, pero ella jamás entró a su departamento.
A partir de allí, su familia comenzó una intensa búsqueda por las redes sociales que pronto se extendió por todos los canales de televisión. Las calles de la ciudad estaban atestadas de carteles con la cara de Ángeles y no había persona que no hablara del tema.
A pesar de la esperanza a la que se aferraba su mamá para encontrarla con vida, al día siguiente un llamado telefónico la destruyó y cambió las cosas por completo: el cadáver de la adolescente había sido hallado en la planta de tratamiento de residuos de la Ceamse en la localidad bonaerense de José León Suárez.
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Ángeles murió estrangulada y sofocada, tenía varias fracturas en sus costillas y estaba adentro de una bolsa de basura. Las pericias indicaban que ella se había defendido y que falleció de la forma más cruel. Es que el asesino había intentado abusar de ella. Si bien la violación no se consumó, la víctima tenía lesiones en todo su cuerpo y signos de abuso.
Un sospechoso detenido que resultó ser inocente
La investigación se centró en el entorno de Ángeles. El primer sospechoso para la fiscalía fue su padrastro, Sergio Opatowski. La pareja de Jimena vivía en ese mismo departamento con la adolescente y su hijo de 16 años en ese entonces. No era el padre biológico de la joven, pero la trataba como tal y tenía un aprecio formidable por ella.
Opatowsi se había convertido en el vocero de la familia, la cual estaba destrozada y él era el único que podía hablar sin romper en llanto. Lo notaron “frío” y “distante”, y eso fue suficiente para establecer que podría haberle quitado la vida a la hija de su pareja.
El hombre fue el primer detenido en esta causa. Sin embargo, al día siguiente pudo demostrar que era inocente. Así lo determinó una cámara de seguridad que lo ubicó dentro del Banco Macro en el horario en el que Ángeles desapareció. A las pocas horas lo liberaron.
Mangeri y un intento fallido para no ser descubierto
Mientras los ojos de la Justicia estaban puestos en otro sospechoso, Mangeri aprovechó para borrar todo indicio que lo vinculara con el femicidio de Ángeles.
Al día siguiente del hallazgo del cuerpo de la adolescente, el portero -un hombre que tenía trato cotidiano con la víctima y que conocía desde que ella tenía 11 años- se pidió licencia por enfermedad, dejó de usar su celular y se ocultó en su casa con su esposa.
Después, Mangeri tomó el cuaderno de “Mumi” de su morral y lo arrojó a la calle, sobre Avenida General Paz y Balbín. El objetivo era desviar la investigación para que los detectives pensaran que el asesino se había fugado en esa dirección.
Por último, el portero intentó tapar las marcas que la adolescente le había dejado al defenderse. Mangeri pensó que realizándose quemaduras sobre los rasguños bastaría. Sin embargo, cuando declaró como testigo, el hombre pergeñó una coartada que pronto se derrumbó: fingió haber sido secuestrado por efectivos de la Policía de la Ciudad, a quienes acusó de haberlo torturado para que confiese el hecho.
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Ante semejante acusación, la fiscal Paula Asaro ordenó que fuera trasladado al Cuerpo Médico para realizarse un examen, en donde se descubrió que el hombre tenía 34 lesiones compatibles con arañazos en varias partes de su cuerpo, incluso en la zona íntima.
Pero cinco días después del crimen, llegó la confesión. “Soy el responsable de lo de Ravignani 2360. Fui yo”, le dijo Mangeri a la fiscal, a las 5 de la mañana del 15 de junio del 2013.
Pronto llegaría el cotejo de ADN que los peritos tomaron de las uñas de Ángeles, el cual arrojó que el perfil genético correspondía al portero del edificio. Esa prueba le dio el pie a la Justicia para imputarlo y llevarlo a juicio como el responsable de la muerte de Ángeles.
Mangeri fue condenado en 2015 a la pena de prisión perpetua, acusado de ser el autor del delito de femicidio, en concurso ideal, con los delitos de abuso sexual y homicidio agravado por su comisión criminis causae, en concurso material. La pena fue ratificada en todas las instancias, incluso la Corte Suprema de la Nación, en 2018.
Cómo pasa sus días Jorge Mangeri en la cárcel
Jorge Mangeri permanece alojado en el Complejo Penitenciario Federal I de Ezeiza, que depende del Servicio Penitenciario Federal (SPF). En el pabellón “C” es fajinero, es decir, está encargado de las tareas de limpieza. Por eso, en sus últimos aportes jubilatorios figura como empleador el Ente de Cooperación Técnica y Financiera del SPF.
Por otra parte, se supo también que el ex encargado de edificio optó por estudiar una carrera dentro de la prisión. Lo que eligió para realizar su carrera académica es Trabajo Social, que estudia en el Centro Universitario de Ezeiza (CUE), instituto que depende de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (UBA).
Para mantener este beneficio, los presos se someten en un periodo cuyo intervalo es de tres meses, a un examen de “concepto” y “conducta”. En la última evaluación a la que fue sometido Jorge Mangeri, trascendió que obtuvo las calificaciones de 1 en concepto, pero 10 en conducta.