La noche del 1° de octubre de 2020, cuando cuatro balazos -tres en la cabeza y uno en el estómago- lo mataron a sangre fría en Virrey del Pino, el colectivero Pablo Flores (37) circulaba en una unidad que no solía ser la suya, cubría un recorrido distinto al habitual y en un horario que tampoco le resultaba familiar. Esa fue una de las razones que llevaron a la Justicia a determinar que fue la víctima equivocada de un ajuste de cuentas.
Sin embargo, dos años y medio después y tras un fallo que absolvió a los sospechosos, el crimen sigue impune y los asesinos están libres.
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El 12 de septiembre del año pasado, el TOC 5 de La Matanza retiró los cargos contra Oscar Ezequiel Vega, Néstor Fabián Marone y su hijo Adrián Alberto Marone, quienes habían llegado a juicio oral detenidos e imputados por el delito de “homicidio calificado por el uso de arma de fuego, por ser cometido con el concurso premeditado de más de dos personas y con alevosía”.
El tribunal ordenó la liberación de Vega y Adrián Marone, mientras que Néstor Marone -había estado preso durante 19 años por un homicidio- cumple una condena de cuatro años por “tenencia ilegal de arma de guerra”. El motivo: la pistola Taurus 11.25 utilizada en el crimen fue hallada en su casa.
“Pablo trabajaba en la Línea 218 de la empresa Almafuerte y manejaba el interno 1, que en ese momento estaba en el taller. Se había confundido de horario y ese día llegó tarde, por lo que le asignaron un nuevo interno (75) y le cambiaron el recorrido”, explica Lorena Cáceres, viuda de Flores, en diálogo con TN.
Como los atacantes actuaron bajo la forma de una emboscada premeditada y huyeron sin robar nada, rápidamente ganó terreno la hipótesis de un ajuste de cuentas. Los investigadores descubrieron que no había razones para sospechar que Pablo pudiera ser blanco de un ataque de este tipo. “Claramente las balas no eran para él”, resume Lorena. Entonces, ¿para quién eran?
“Las pruebas no son suficientes”: el dolor de la familia de Pablo Flores por una justicia que no llega
“Increíblemente al fiscal (Federico Medone, de Homicidios de La Matanza) nunca se le ocurrió, por ejemplo, librar una orden de allanamiento en la empresa”, subraya Fernando Soto, uno de los abogados de la familia Flores. “Los comentarios en el barrio decían que el chofer que habitualmente cubría el recorrido en ese interno vendía droga”, sugiere.
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A la Justicia de La Matanza no le resultó suficiente el hallazgo del arma para dictar una sentencia condenatoria en torno al crimen. “Se probó que (los atacantes) huyeron en un Peugeot 504 blanco que era de Vega. Las pericias determinaron que el auto que aparece en las cámaras de seguridad tenía las mismas marcas que el auto secuestrado. Pero como al momento del hallazgo tenía faroles diferentes, al tribunal no le pareció una prueba contundente”, explica el letrado.
“‘Las pruebas no son suficientes’, fue lo que nos dijeron. No tuvimos otra respuesta. Y como los asesinos llevaban puesto barbijos y capuchas (el ataque se produjo en plena cuarentena durante la primera ola de la pandemia), nadie puede reconocerlos en el momento del hecho”, retoma Lorena. Y suelta una súplica en pos de la reapertura de la investigación: “Siento que no evaluaron todo, y que tampoco repararon en el hecho de que los atacantes ya tenían antecedentes. Lo único que pedimos es que haya justicia“.
El ataque se produjo a las 21.45 en una parada ubicada en la rotonda del barrio San Javier y la calle Bacigaluppi. Flores había detenido la unidad para el descenso de unos pasajeros. En ese momento, los atacantes se acercaron a la ventanilla del conductor y dispararon varias veces. “El último mensaje que me mandó fue a las 21. Me dijo que había tenido un día tranquilo y que estaba cansado de tirar cambios: él solía manejar un interno con caja automática”, detalla Lorena.
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“La causa está ahora en Casación a la espera de ser resuelta. Todavía no hay respuestas, pero nosotros mantenemos nuestras expectativas de que haya un fallo condenatorio”, aporta Hugo López Carribero, otro de los letrados que representa a la querella.
El colectivero dejó a dos hijos (Selene, de 16 años; y Thiago, de 14) y a una familia entera que lo llora todos los días, mientras espera que la Justicia se decida a esclarecer el caso.