La historia de las dos primas muertas en la bañera de un PH de Vicente López y el veneno de la serpiente africana “mamba negra” se convirtió, por una serie de eventos extraños ocurridos entre el 13 y el 16 de abril de 1989, en uno de los casos más absurdos de la investigación criminal argentina.
El misterio empezó el domingo 16 de abril, cuando la policía se presentó en un departamento ubicado en Melo al 3300 después de que los vecinos denunciaran haber advertido olores fuertes y nauseabundos. Tuvieron que tirar la puerta abajo.
Así encontraron los cuerpos de Irma Beatriz Girón, de 22 años, y de su prima Gloria Fernández, de 15. Ambas estaban desnudas y semisumergidas en el agua. Por el grado de descomposición que tenían, parecían llevar muertas por lo menos dos meses. Sin embargo, sus vecinos las habían visto vivas apenas tres días antes.
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El estado de putrefacción de los cuerpos ante la sospecha de un posible doble crimen planteó a los investigadores el primer interrogante clave para resolver el caso. Necesitaban reconstruir quiénes eran y cómo habían sido las últimas horas de las víctimas para poder avanzar en la causa.
El primer interrogante del misterio de las primas muertas en la bañera
Las primas se habían conocido días antes de que las encontraran muertas en una reunión familiar. Ese mismo día se pusieron de acuerdo para organizar un micro emprendimiento de souvenirs y por esa razón Gloria, la menor de las dos, decidió mudarse provisoriamente al departamento que alquilaba la otra en Florida.
El 14 de abril la adolescente amaneció con unas líneas de fiebre y su prima, Irma Girón, le pidió prestado el teléfono a una vecina para llamar a un médico. El profesional le recetó unos antibióticos y se fue. Dos días después las encontraron muertas.
Irma, la inquilina, solo presentaba cubierto el torso por un suéter empapado. Por su parte, la adolescente estaba completamente desnuda. Las dos presentaban fauna cadavérica. Es decir, estaban hinchadas al máximo.
Lejos de echar luz entre tantas dudas, la autopsia no pudo determinar cuál había sido la causa de la muerte de las primas. Ninguna de ellas presentaba lesiones de ningún tipo. Los forenses tampoco podían explicar el avanzado estado de descomposición que presentaban los cuerpos.
Unos 10 días después el misterio de las primas muertas sumó un nuevo capítulo. Fue cuando el juez a cargo de la investigación, Raúl Casal, titular del juzgado de Instrucción Penal 2 de San Isidro, volvió a la casa de la calle Melo para realizar una inspección. Para su sorpresa, pese a que la bañadera ya había sido drenada y lavada, al ingresar se encontró con más agua y, nuevamente, fauna cadavérica.
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“La bañadera estaba hasta la mitad, de nuevo llena, con toda la fauna cadavérica reposando como si nada. Imagínese mi sorpresa”, comentó asombrado Casal durante una entrevista de la época a un canal de televisión. Tanta incertidumbre terminó por arrojar la primera hipótesis cuanto menos exótica del caso: la mamba asesina.
La hipótesis de la toxina y el primer sospechoso
La nueva conjetura surgió a partir del llamado de un perito del Cuerpo Médico Forense de la Policía Federal. Según sus conclusiones, la rápida descomposición de los cuerpos de Irma y de Gloria podía vincularse con el veneno de una serpiente conocida como la mamba negra.
El especialista explicó en ese momento que se refería a un tipo de serpiente venenosa que habita en diversas zonas de África y que mide entre dos o tres metros. El color de la piel varía entre el gris y el marrón oscuro, pero se la conoce vulgarmente como mamba negra porque cuando ataca a sus presas abre extremadamente la boca, cuyo interior es negro azulado.
Pero esta línea de investigación que suponía al ofidio como arma homicida necesitaba un asesino, y fue cuando entró en escena un hombre que mantenía una relación extramatrimonial con la mayor de las primas y era dueño o trabajaba en una veterinaria. El detalle que lo hacía aún más sospechoso era que en su negocio había también un serpentario.
Noemí, la propietaria del departamento que alquilaba Irma, declaró que lo había visto salir de allí unos días antes de que se encontraran los cuerpos mientras ella barría temprano la vereda.
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Si bien fue la hipótesis más firme que tuvo el caso, no resultó ser cierta. La actitud sospechosa del hombre solo tenía que ver con la culpa que sentía por ser infiel y el miedo de que su esposa descubriera el engaño, pero ni una sola prueba lo incriminaba como el responsable de las misteriosas muertes.
Segunda autopsia y un giro inesperado
Ni doble crimen ni el veneno letal de una serpiente asesina. La reautopsia de los cuerpos resolvió por fin el misterio al establecer que la causa de la muerte de las dos mujeres había sido ni más ni menos que otro enemigo silencioso: el monóxido de carbono.
Irma Girón y su prima Gloria Fernández habían sido víctimas de un accidente doméstico. Aunque un descuido había dejado la clave del caso fuera del informe policial, lo cierto es que los empleados de Gas del Estado habían apagado la estufa del departamento cuando se descubrió la macabra escena. El calor que se generó así en ese pequeño baño sin ventilación posibilitó a la vez un microclima propicio para acelerar la descomposición de los cuerpos.
La bañera vacía que se volvió a llenar de agua con fauna cadavérica era el último enigma que faltaba resolver y, efectivamente, no solo tenía explicación sino que era mucho más simple de lo que se pensaba. Sucedió que durante la clausura del departamento una de las canillas goteaba, y el caño de desagüe se encontraba tapado por restos humanos.