La prensa aún no lo sabía, pero en el mismo día en el que el mundo se emocionaba con la foto del Papa Juan Pablo II besando a “un niño enfermo de SIDA”, un avión narco con cuatro tripulantes y 200 kilos de cocaína se estrellaba en el cerro El Morro, cerca de la frontera con Chile, en San Antonio de Los Cobres.
Ocurrió el 19 de septiembre de 1987, cuando Clarín llevaba en su tapa el titular: “Alfonsín no enviará al Congreso el proyecto de Reforma Constitucional”. Así, con mayúscula y tinta negra, el diario ilustraba su edición número 14.945 en la que también reflejaba la cumbre entre el estadounidense Reagan y el ruso Gorbachov.
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Cuatro días más tarde, el 23 de septiembre, las crónicas periodísticas comenzaban a dar cuenta de la existencia del avión, un Piper Azteca que volaba sin habilitación hacia Estados Unidos y había caído en algún punto de la Cordillera de los Andes.
Al mismo tiempo, comenzaban las sospechas en torno al verdadero motivo del periplo sobre el cielo argentino y, puntualmente, sobre su piloto: Roberto Magalhes Gallucci, un dandy brasilero que saltó a la fama a raíz de un intrépido paso por el automovilismo.
Su vida inspiró el libro A Invasao Branca. La conexao Latinoamericana de la mafia, de Ricardo Rodríguez de Moraes.
Roberto Galluci, el dandy brasilero que comandaba el avión
La vida de Galluci fuera de los flashes no era tan glamorosa. En San Pablo, el dandy brasilero tenía una causa abierta por un homicidio, ocurrido durante un episodio de contrabando en 1985. No mencionaban una condena a cinco años de prisión en Estados Unidos por ese delito.
Informes de la época, además, indicaban que la pena del corredor de autos había sido reducida por colaborar con información acerca de Auguste Josep Ricord, un poderoso narcotraficante francés que se asentó en Paraguay, en ese momento bajo la dictadura de Alfredo Stroessner Matiauda.
Según la información, al ser liberado, el célebre piloto que habría sido transportista de heroína en los 60 para la mafia Corsa. Volvió a conseguir trabajo en el mismo rubro y continuó enlazando Paraguay y Miami mediante escalas técnicas que incluían el norte argentino. Esta vez, con cocaína a bordo, según pudo demostrar su último vuelo.
El 24 de septiembre, La Nación dio la noticia del hallazgo del avión estrellado que era buscado por “máquinas de la fuerza aérea argentina, tres aviones chilenos y un helicóptero de Gendarmería, apoyados por patrullas de frontera, pobladores y baqueanos del lugar”.
Ninguno de los cuatro tripulantes había sobrevivido. Los panes de cocaína, en cambio, se abrían paso entre los hierros de las alas y el fuselaje.
El hallazgo de los cuerpos de Roberto Galluci y el resto de los tripulantes
Una ficha de Gendarmería, elaborada en máquina de escribir, daría nombre a los cadáveres encontrados a más de 3700 metros sobre el nivel del mar, junto al aparato que se precipitó en el inhóspito paraje, al cruzar la cordillera de Los Andes, probablemente, por el peso excesivo
Los tripulantes del avión brasilero Piper Azteca Matrícula PT-CHK eran Roberto Magalhes Gallucci y su esposa Aparecida Cristina Do Rego, ambos de Brasil. Los acompañaba una pareja amiga de Paraguay: Martha Irene Fragaud de Rodrígues y Aurecmar Rodrígues Colman. La mujer fue emparentada con integrantes del gobierno de facto.
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Hasta ese momento, el hallazgo de 10 kilos de la droga era todo un hito en el país. El Piper comandado por Galucci trasladaba 202,730 kilos de cocaína, valuados en unos 12.000.000 de australes, una cifra que dejó boquiabiertos a los investigadores de la época.
El avión bimotor, que había despegado ese mismo día de Campo Grande en Brasil, hizo escala en Asunción, descendió en el aeropuerto El Aybal de Salta a las 12.08 del 19 de septiembre. Volvió a salir a las 16.14 y estuvo pocos minutos en el aire: el último contacto ocurrió a las 16:57, rumbo a Antofagasta, la próxima escala prevista en el itinerario.
El avión narco que cayó con 200 kilos de cocaína: la estridente alarma que nadie escuchó
En la Argentina, la caída de la avioneta “expuso una ruta no tan conocida que unía Paraguay y el norte de Chile a través de Salta”, escribió en el libro Tráfico aéreo de Estupefacientes, el actual juez federal Julio Leonardo Bavio.
La obra, que retoma el caso, explica la trascendencia del hallazgo, marca falencias en los controles y menciona las complicidades que, ya desde esa época, acompañaron la actividad de los narcos.
“A partir de allí, en los años sucesivos siguieron los signos reveladores de que el tráfico en gran escala sucedía por los cielos, mientras que todo el sistema de controles se hallaba ocupado en el tráfico terrestre, marcando una enorme ventaja a favor de los narcotraficantes que usaban ese medio de transporte”, destacó el juez salteño.
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Al mismo tiempo que mencionaba denuncias anónima sobre la existencia de terratenientes en Anta que pusieron a disposición sus pistas y avionetas a los narcotraficantes, detalló que dos gendarmes habían sido procesados por haberse apoderado de dos kilos de la droga que trasladaba Gallucci.
Fuentes cercanas al caso, indicaron que los uniformados fueron detenidos por sus propios compañeros y cumplieron su pena en prisión.
La caída de la avioneta bimotor también desnudó los vínculos del crimen organizado con las esferas más altas del poder político local, un lazo que nunca pudo probarse en fojas judiciales, pero que fue muy comentado en ese entonces y aún lo es.
Por último, Bavio criticó al Estado por no haber “escuchado una alarma tan estridente”, el antecedente del modus operandi que se convirtió en el preferido de los narcos que continúan bombardeando campos del país con cocaína.