“Mamá, ¿te das cuenta que estoy a 10 días de mi cumpleaños y todavía no sé qué voy a hacer?”. Isabel recuerda con una mezcla de emociones la última conversación que tuvo con su hija Lucila Yaconis, hace ya casi 20 años.
El 21 de abril de 2003 la asesinaron cuando volvía de visitar a su abuela, a solo dos cuadras de su casa en el barrio porteño Núñez. Ahora, la causa en la que nunca hubo un solo acusado, podría prescribir. “Jamás sabremos quién lo hizo”, se lamentó la madre en diálogo con TN.
Isabel se quedó sin palabras. Después de tantos años de lucha pareciera haberla alcanzado al fin una silenciosa resignación. Y apuntó: “Aunque la causa siguiera abierta, nunca tuvo una pista firme”.
Al menos 80 muestras de ADN de distintos sospechosos pasaron por ese expediente y todos los cotejos con el patrón genético que se encontró en la escena del crimen dieron negativo. El asesino de Lucila Yaconis camina libre por las calles.
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El caso de Lucila Yaconis, “el crimen perfecto”
Cuando Lucila tuvo aquella charla con su mamá sobre el festejo por el que todavía no se había decidido, le faltaba una semana para cumplir los 17 años. “El asesino se encargó de que su cumpleaños fuera una misa orando por el descanso de su alma”, remarcó Isabel.
Faltaban 20 minutos para las siete de la tarde de ese 21 de abril y todavía no había oscurecido.
Le faltaban dos cuadras para llegar a su casa cuando apareció un sujeto en Vilela y las vías del tren Mitre, que la arrastró unos cien metros para atacarla sexualmente. Lucila se resistió y murió defendiéndose, sin que nadie interviniera para ayudarla.
Se supo que un testigo alcanzó a ver un movimiento sospechoso en la zona de las vías, pero tuvo miedo y se fue. El otro fue un trabajador de un taller de ascensores, un sereno, que escuchó cuando Lucila gritó “dejame”. Este hombre se asomó y preguntó qué pasaba, y el homicida le contestó: “Negro, está todo bien, estoy con mi novia”. Su respuesta pareció ser suficiente para el otro que, efectivamente, no se metió y siguió con su trabajo.
Alrededor de las 19.15 un policía encontró el cuerpo de Lucila Yaconis. Después la autopsia reveló que el asesino primero la golpeó y la atacó sexualmente y, ante la resistencia de Lucila, la asfixió hasta matarla. No logró violarla, aunque se encontraron restos de semen sobre la víctima y en sus ropas. Tenían allí el ADN del culpable pero hasta hoy no pudieron ponerle un nombre.
Esa noche, Isabel recibió un llamado para que volviera a su casa una hora después de que encontraran a su hija asesinada en la calle.
Ella todavía no lo sabía cuando llegó, pero los casi 80 vecinos que se habían reunido en la puerta de su domicilio le anticiparon sin palabras la tragedia.
Tras las huellas del asesino de Lucila Yaconis
El obstáculo que impidió encontrar al homicida de Lucila fue que no había nada contra lo que se pudiera comparar ese patrón genético que habían hallado los peritos.
Mientras tanto, Isabel no se dio por vencida: fundó junto a otras mujeres la ONG Madres del Dolor y empezó su lucha también por lograr que se creara una base de datos con los ADN de los violadores y así poder dotar a la Justicia de una herramienta para identificar a los autores de abusos sexuales.
La creación del “Registro de violadores” fue sancionada por el Congreso en 2013 y el ADN del hombre que mató a Lucila fue el primero que se incorporó a ese banco. Un avance importante pese a que solo contiene la información de los violadores con sentencia firme.
La titular del juzgado de Instrucción 15, Karina Zucconi, sigue a cargo actualmente de la causa que investiga el crimen de Lucila.
Es la misma magistrada que le prometió hace años a Isabel que nunca archivaría ese expediente y ahora que los plazos legales la alcanzaron tendrá la posibilidad de cumplir con su palabra.
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En tanto, a Isabel los “relojes” ya le duelen en el cuerpo y en el alma. “Voy a cumplir 71 años, hoy vivo el día a día”, explicó a TN.
Ella es consciente de que si prescribe la acción penal, en caso que después el autor del femicidio de su hija apareciera espontáneamente y confesara el crimen ya no podría ser juzgado por el tiempo transcurrido. O quizás nunca sepa quién fue el responsable.
En ese caso, con el mismo aplomo que siempre la caracterizó, la mamá de Lucila señaló: “Me tomaré el tiempo para que cambien las modalidades del Ministerio de Justicia, mi lucha será no perderle los pasos al Registro Nacional de Huellas Genéticas”.
“La verdad, es doloroso recordar todo. A veces hasta necesito huir de todo aquello”, reflexionó. A Lucila la recuerda como “el ser más dulce y más bueno” que la acompañó durante 16 años de su vida, y encuentra en acompañar a familiares de otras víctimas, en la lucha por lograr mayor seguridad en el barrio y en sus dos nietas un propósito para seguir adelante.