Después de estar tres años y medio en prisión preventiva, el exsacerdote Carlos Eduardo José deberá enfrentarse a partir de este miércoles a un juicio oral y público por “abuso sexual gravemente ultrajante triplemente agravado”. Está acusado de haber cometido ese delito durante 15 años contra Mailín Gobbo, una alumna del colegio parroquial que él dirigía en Caseros. “Espero que le den una condena máxima y que este caso sirva para sentar un precedente”, dijo la víctima en diálogo con TN.
En simultáneo al debate oral que tendrán a su cargo los jueces del T.O.C N° 2 de San Martín Raúl Luchelli Ramos y Mónica María Carreira, otras tres víctimas del sacerdote esperan el veredicto de la Suprema Corte bonaerense para que avancen sus causas, declaradas prescriptas en instancias anteriores.
Gobbo, de 33 años, fue al Instituto San José Obrero, que José dirigía, hasta el segundo año de secundaria, cuando decidió cambiarse de colegio. Sin embargo, no pudo perder contacto con el sacerdote, que seguía concurriendo a su casa como amigo de la familia. Los abusos ocurrieron entre 1999 y 2008, desde que tenía 12 y hasta los 21 años.
José, de 62 años, está tras las rejas desde julio de 2017, tras haber permanecido prófugo una semana cuando Gobbo lo denunció penalmente. Por esa actitud, la Justicia le denegó varios pedidos de excarcelación o prisión domiciliaria. La primera vez que la víctima expuso el tema fue en 2009, con una carta escrita por sus padres que llegó a manos del obispo de San Martín.
“Lo que hicieron entonces fue ocultar, trasladarlo y protegerlo”, recordó Gobbo este martes en diálogo con TN. Dijo que en ese momento sentía que “no estaba preparada para enfrentar una denuncia penal” porque cursaba un tratamiento psiquiátrico. “No podría haber pasado entonces por lo mismo que ahora”, afirmó.
Tras la carta de la familia Gobbo, el obispo citó a la víctima. Le aseguró que iba a ser “sanada por la gracia de Dios” y le dijo que se había iniciado una causa en la justicia canónica. Intentó tranquilizarla, aunque le indicó que no podía revelarle cuáles habían sido las sanciones porque no eran definitivas. “Después supe que volvió a estar en contacto con chicos y fue cuando, en 2017, decidí hacer la denuncia penal”, explicó.
Según contó, el sacerdote la sacaba del aula casi diariamente para confesarla sentada en su falda, momento que aprovechaba para manosearla. Lo mismo hacía en la pileta del colegio, donde la acompañaba con la excusa de enseñarle a nadar.
“Denuncié cuando pude, cuando recordé que había sido abusada por tantos años”, aseguró. “Una no toma conciencia de que si te tocan en tus partes íntimas, se sientan encima tuyo y te besan en el cuello es un abuso. Las secuelas no prescriben. Que hoy pueda estar parada frente a la vida no significa que no haya sido abusada”, expresó.
El miércoles será la primera vez que vea de frente a Carlos José desde 2008. El cura estará sentado en el banquillo de los acusados. “Es muy frustrante ver cómo la Justicia permite que él se defienda. Una no tiene derecho a hablar, pero él sí, puede excusarse de su buen accionar en la comunidad”, cuestionó y agregó que el agresor “nunca niega el abuso, ni él ni sus abogados”.
“Es importante que no continúe en funciones: un abusador reincide una y otra vez. Espero que le den una condena máxima y que este caso sirva para sentar un precedente”, manifestó. Por último, sostuvo que, aunque el camino que recorrió desde que inició la denuncia penal fue “muy difícil”, no se arrepiente porque “es reparador ser escuchado”.
