Hay algunas conclusiones importantes que se desprenden del escándalo de los cuadernos de Oscar Centeno. Hoy, los empresarios aceptaron por primera vez que las anotaciones son verídicas, más allá de los matices, admitieron que en esas fechas le dieron dinero al Gobierno de Cristina Kirchner en los lugares señalados.
Esto es clave, sobre todo porque uno de ellos es el primo del presidente Mauricio Macri, Ángelo Calcaterra. Esto cambia un poco porque es un Gobierno que le ha dado a los empresarios las garantías para que esto pueda suceder, a los jueces y fiscales también, porque hay un clima de libertad donde los ejecutivos puedan hablar sobre lo sucedido.
Hay una segunda conclusión, sobre el modo distinto en que se dio esta denuncia periodística. Por lo general, los grandes medios hicieron siempre denuncias de corrupción estos años. Generalmente, primero se denunciaba y luego se investigaba. Pero hasta que buscaban todas las pruebas no había nada por encontrar. Acá hubo una mecánica distinta: el periodista investigó y después lo llevó ante Claudio Bonadio y Carlos Stornelli, en una tarea secreta que fue desde mayo hasta ahora.
Es decir que cuando fueron a detener a las personas, ya tenían toda la información; por eso, ¿por qué los empresarios admiten que es cierto? Porque el juez ya sabe que lo es. Centeno fue chofer de Roberto Baratta y anotó todo hasta antes de caer preso.
Hay 18 personas presas por integrar una asociación ilícita para delinquir para pagar y recibir coimas pero no está presa la jefa, que según sospecha la Justicia es Cristina Kirchner. ¿Y esto por qué? Porque tiene fueros. Esto no es justo. Si ella tiene que estar presa es así.
