San Francisco del Chañar es una localidad cordobesa, al límite con Santiago del Estero, que fue fundada a finales de 1700 y ahora agregó un capítulo impensado a su historia: se quedó sin agua. Literalmente. Los caños están, pero el agua no. De la canilla solo sale aire.
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Mario trabaja en la radio comunitaria del pueblo y todas las mañanas repasa por dónde va a pasar el camión con agua que llega de la localidad vecina de Río Seco. El recorrido se repite cada 10 o 15 días, cada camión abastece a 10 vecinos, aunque algunos aseguran que todavía no les ha tocado.
“Esta situación comenzó hace 20 años, pero se agravó en los últimos dos”, cuenta Mario desde la plaza principal de este poblado de casi 4 mil personas. Esta nueva realidad hizo que muchos habitantes tengan que cambiar hábitos cotidianos para reutilizar lo más posible el recurso más preciado: el agua. “Bañarse se volvió un lujo”, remata preocupado.
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¿Qué es lo que ocurre?
Cada vez llueve menos, la infraestructura no mejoró y no hay planificación. Esto se convirtió en un combo insostenible para los chañarenses que se niegan a dejar su lugar de toda la vida, pero que también reconocen que es difícil retener a los más jóvenes con estas condiciones. ¿Estamos ante nuevos migrantes climáticos? Si no se planifica y se soluciona, parece que sí.