Una leyenda del jazz. Una estrella popular. Louis Armstrong revolucionó al género con canciones como “What a Wonderful World”, “West End Blues” o “Hello Dolly”, que alcanzó en 1964 el puesto número uno en las listas de los Estados Unidos, superando a los Beatles. El cornetista, trompetista y cantante había nacido el 4 de agosto de 1901 en Nueva Orleans, en el seno de una familia humilde, con un padre ausente, y una madre que tenía que hacer milagros para mantenerlo.
Durante su infancia, Armstrong pasó dos años en el reformatorio -1912-1914- por delitos menores. Una experiencia que le cambiaría la vida. Bajo la tutela de Peter Davis, aprendió a tocar la corneta y se convirtió en el líder de la banda de música del Hogar de Nueva Orleans para niños abandonados negros.
Al recuperar la libertad, Louis se convirtió en músico profesional, apadrinado por Joe “King” Oliver, con quien tocaría en los barcos del Mississippi o en pequeños clubes. El joven “Satchmo”, uno de sus apodos, construyó las bases de un nuevo sonido dentro del jazz, como primer gran solista, y dándole vida al “scat-singing”, la imitación de los sonidos de instrumentos con la voz. Cuenta la historia, que Armstrong estaba grabando en el estudio y se le cayó al suelo la letra del tema. Para no parar con la canción, decidió improvisar ya que no recordaba la letra.
Otros de sus éxitos fueron “Blueberry Hill” (1949) o “Mack the Knife” (1955), más colaboraciones con otras leyendas como Ella Fitzgerald, Duke Ellington y Dave Brubeck. Con este último grabó el álbum The Real Ambassadors, en 1961. Su éxito también llegó al cine donde trabajó en una veintena de películas.
Louis Armstrong y su pasó por la Argentina
El artista aterrizó a fines de octubre de 1957 en el Aeropuerto Internacional de Ezeiza, en un avión de Aerolíneas Argentinas. Tanto sus seguidores como amantes de la música lo fueron a esperar, atraídos por sus canciones y por su carisma luego de verlo en distintas apariciones en televisión o en el cine. Un año antes de su llegada, Armstrong apareció actuando junto a Frank Sinatra, Bing Crosby y Grace Kelly en “High Society”.
Los responsables de su llegada al país fueron Clemente Lococo, dueño del Teatro Ópera y Fernando Irriberri, dueño de una de las disquerías más prestigiosas de Buenos Aires. El ambiente estaba preparado: un año antes se había presentado en el país Dizzy Gillespie, un músico moderno que tenía sus fans locales.
“Fue una verdadera revolución. Armstrong trascendía todas estas divisiones. Por aquellos años, el jazz estaba dividido entre los modernos y los tradicionales. Pero él estaba más allá de estos dos bandos. No solo era amado por los fans del jazz. Los amantes de la música no se querían perder la oportunidad de conocerlo y disfrutar de sus presentaciones. A lo largo de dos semanas, el Teatro Ópera estuvo lleno”, describió Claudio Parisi, autor del libro “Grandes del Jazz internacional en la Argentina”, a La Viola, al cumplirse 50 años de su muerte.
Su presencia fue similar a la de un rockstrar de nuestros días. Muchos fans fueron al aeropuerto para conocerlo de cerca, pedirle un autógrafo o sacarse una foto con suerte. “Era tal la desesperación por verlo y estar cerca de su ídolo que inclusive muchos músicos y fans fueron a esperarlo. Algunos ingresaron a la pista. Ezeiza no era como ahora. El público invadió y estuvo cerca del avión. Tuvieron que ir los bomberos para mojar a los fanáticos para que lo dejaran bajar sin problema”, agregó el periodista especializado.
También, ante la locura por su presencia, se armó un set con músicos en la terraza del aeropuerto para recibir al músico tocando en vivo. Algo similar se vivió a lo largo de su permanencia en el país, del 30 de octubre al 13 de noviembre. En el primer show fue tanta gente que tuvieron que cortar el tránsito en la calle Corrientes. Tanto el hall del teatro como la vereda estaban repleta de sus seguidores.
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La noche del debut fue una locura. La organización tuvo que abrir un pasillo entre la gente que esperaba para que el músico entrara directamente al teatro con la limusina. Bajó con una máscara protectora de fútbol americano para proteger su rostro, principalmente su labio que era bastante sensible. Tenía un callo muy grande por la presión al tocar la trompeta”, destacó Parisi.
Louis estuvo acompañado por su orquesta, la All Stars, con Trummy Young en trombón, Edmond Hall en clarinete, Billy Kyle en piano, Barrett Deems en batería , Squire Gersh en contrabajo y como vocalista Velma Middleton. El valor de la entrada estuvo entre $ 40 y $150 por las primeras filas del teatro y , a cambio de algunas pocas monedas, los acomodadores le entregaron al público un programa de mano muy sencillo. Por 12 pesos, el público se podía llevar de recuerdo un programa tipo revista, mucho más completo, con jugosa información. Hugo Guerrero Marthineitz fue el maestro de ceremonia en cada una de las funciones.
Tal como pasó unos meses antes con la llegada de Dizzy Gillespie, varios músicos locales - tanto del jazz como del tango- se juntaron a saludar e improvisar un poco con Louis. “Despertó mucha curiosidad. Por ejemplo, Aníbal Troilo lo fue a saludar al camarín luego de una función y se abrazaron como si se conocieran desde muchos años. También hubo varias sesiones en el Hot Club de Buenos Aires o en una cantina ubicada entre Corrientes y Sarmiento, donde prepararon una gran comida junto a músicos y después se pusieron todos a tocar. Lo mismo pasó en una casona de la calle Medrano, de Carlos Pareda, donde no faltó la música”, sostuvo el especialista en relación a los agitados días de “Satchmo” en Buenos Aires.
Y agregó: “Armstrong tenia la particularidad de ser muy generoso y estar predispuesto a saludar a la gente. Es más, llevaba siempre un instrumento o una boquilla, por si aparecía la invitación a tocar”.
Todos a la comisaría
Entre las miles de historias que hay entorno de su paso por Buenos Aires, hay una que es muy curiosa. El gran maestro del jazz detenido en una comisaría. “Después de un recital, el músico Leo Vigoda - recordó Claudio Parisi- subió al escenario en un intervalo, gracias a un fotógrafo amigo, porque quería conocer y tomarse una foto con el baterista Barrett Deems. En ese momento apareció Armstrong y se sacaron una foto. Notó que tenía la Estrella de David en el saco y le preguntó si era judío. De joven, Louis había trabajado para una familia judía repartiendo carbón y conoció este tipo de comida”.
“Le preguntó si conocía algún restaurante de comida judía y el joven músico respondió que no, pero que podía ir a comer a su casa. Al día siguiente, Armstrong apareció en la vivienda ubicada en Tucumán al 2100. Cuando terminaron de almorzar se pusieron a tocar y abrieron las ventanas porque hacía calor. La gente que pasaba por el lugar notó que estaba el famoso músico y provocó un corte en el tránsito. El tranvía no podía pasar. Apareció la policía y se llevaron a los protagonistas detenidos. Fue solamente un rato para calmar los ánimos en el barrio para que se pueda circular sin problemas”.
Los medios de la época, tanto en televisión como en radio mostraron interés en su visita. Pasó por el programa de Paloma “Blackie” Efrom, en el histórico canal 7 y su último recital fue transmitido por radio El Mundo, en un espacio que correspondía a Nini Marshall que cedió sin problemas su espacio”.
La leyenda del jazz murió el 6 de julio de 1971 en su casa de Nueva York, en su casa del barrio neoyorquino de Corona,. Tenía 69 años. Miles Davis, otro grande, aseguró sobre el maestro: “No se puede tocar nada en la trompeta que no venga de él, ni siquiera mierda moderna. No recuerdo un momento en el que sonara mal tocando. Nunca”.