Los fanáticos hacen lo que sea por acercarse a sus ídolos, incluso gastar miles de dólares en memorabilia. Cada vez que un objeto de un músico reconocido -y si está muerto, mejor- llega a la subasta, termina siendo vendido a precios que no comprenden de lógica ni razón.
Un autorretrato que fue dibujado a mano por Kurt Cobain en 1992 se vendió por más de 280 mil dólares en una subasta llevada adelante por la reconocida agencia Juliens de Los Ángeles el último fin de semana. La caricatura muestra al fallecido líder de Nirvana tocando una guitarra con la leyenda: “Kurdt Kobain (sic) Rock Star”. Las palabras “¡No sé tocar y me importa un carajo!” también aparecen al costado del cuadro.
El músico realizó el dibujo y se lo regaló a Jacque Chong, un fotógrafo independiente que estaba con él durante la gira promocional de Nevermind en Singapur. Aunque se estimaba que la subasta rondaría entre 10 y 20 mil dólares, terminó vendido por la friolera suma de 281.250 dólares luego de 21 ofertas.
Esta no es la primera vez en el año que se subastan objetos del ícono grunge. A mediados de mayo, se vendieron seis mechones de su pelo en 14.145 dólares durante otra subasta de memorabilia rockera. Fue una amiga del recordado rockero, Tessa Osbourne, quien le cortó el pelo en Birmingham, en 1989, mientras la banda estaba de gira presentando el disco Bleach. Después de la muerte de Cobain, en 1994, Osbourne le regaló el mechón a la artista de Seattle Nicole DePolo, quien tiempo después le pasó el cabello a John Reznikoff, quien tiene un récord Guinness por tener la colección de cabello histórico más grande.
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Según TMZ, las tiras de pelo del cantante y guitarrista se conservan bajo un plástico del tamaño de una tarjeta. El comprador del mechón también se llevó unas fotos autenticadas del corte de pelo de Kurt, quien posó junto a su amiga Tessa con una sonrisa y con las tijeras todavía en la mano.
Cobain es uno de los artistas más requeridos por los coleccionistas. El año pasado, la guitarra que utilizó en el disco MTV Unplugged in New York -el último show de Nirvana antes de su muerte- se vendió por seis millones de dólares y se convirtió así en la más cara de la historia. La puja arrancó en 250.000 dólares y rápidamente superó el millón, hasta que finalmente trepó hasta la cifra, que supone un “nuevo récord mundial para una guitarra”.
El disco fue editado meses después del suicidio de Cobain y es un testamento del dolor y la belleza de las canciones que compuso a lo largo de su corta -pero intensa- carrera, desde sus orígenes tocando en sótanos hasta convertirse en la voz de una generación.
