A Pedro Aznar, uno de los mejores músicos que ha dado el rock argentino, su cumpleaños número 65 lo sorprende en una etapa de creación y producción muy intensa pero también en pleno recorrido de un camino interior especial. Su parábola de vida parte de un comienzo lleno de excesos con Serú Girán a un acercamiento al budismo y la espiritualidad. En ese gran cambio hubo algo que se mantuvo sin cambios: su genialidad musical.
Nacido el 23 de julio de 1959 en el barrio porteño de Liniers, Pedro se crió escuchando tangos todo el día. Su padre había sido violinista y le transmitió su amor por la música. “El 90 por ciento de lo que se escuchaba en casa eran tangos, pero a los 6 o 7 años descubrí a los Beatles y ahí cambió todo para mí”, cuenta Aznar.
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A partir de ese deslumbramiento con la banda inglesa tomó contacto con acordes y sonidos que moldearon sus preferencias. “Para mi cumpleaños pedí que me regalaran el próximo disco que sacaran los Beatles, y justo fue Revólver, que es una producción muy experimental y variada. Eso me movilizó y marcó mi carrera posterior”, admite.
Siendo un pibe de 18 años se juntó con Charly García, David Lebón y Oscar Moro para formar un grupo emblemático del rock argentino: Serú Girán. Fue una etapa muy creativa y exitosa que dejó una marca indeleble en la historia del rock argentino. Sin embargo, también tuvo un costado peligroso vinculado con los excesos.
Pedro Aznar y los excesos con Serú Girán
“Había un culto del vivir rápido, como si no hubiera tiempo. El mensaje era que tenías que comerte el mundo mientras eras joven porque después no iba a haber tiempo para rockear. Y es una patraña” admite Pedro, que siente que “hoy hay una conciencia mayor y los pibes tienen claro eso de no ser tonto, no matarse, no perderse en el laberinto”.
Aznar asegura que en su época había una carrera para ver “quién se drogaba más”, literalmente. “Parecía que estábamos en una carrera de “a ver quién es el más loquito”. Keith Richards reveló en su autobiografía que con John Lennon tenían una especie de competencia de ver quién se podía drogar más”, afirma el bajista que desde hace 31 años construyó una prolífica carrera como solista.
Sin embargo, con el paso de los años Pedro se fue acercando al budismo y dio un giro de 180 grados en su vida. “Empecé a leer sobre filosofías orientales y ese tipo de cosas en la adolescencia como parte de la cultura rock. Y me fue resonando cada vez más el modo de ver el mundo y el modo de ver lo espiritual en el humano”, señala.
“Un valor fundamental del budismo es la compasión en el sentido de sentir con los demás. De sentirte no aislado sino parte del mismo fenómeno que es la vida. Y eso es una gran herramienta para ver que estamos todos en el mismo barco, no importa que esté cada uno en su casa”, cuenta Aznar, remarcando que la pandemia Covid-19 hizo que mucha gente se volcara a la espiritualidad y dejara de pensar en ser el más rico del cementerio.
El exitoso músico reveló que tuvo una experiencia con un chamán. “Hice respiración holotrópica con mi terapeuta, que era de la línea junguiana. Lo hicimos con un grupo de personas y facilitadores. Quería hacer un viaje de conciencia ampliada pero no me inspiraba confianza tomar una cosa que me mantuviera doce horas en un espacio del que no podía volver y que no sabía hasta dónde llegaba”, reveló.
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“Salís al espacio. Te llevan muy profundo en un viaje de exploración. Pueden surgir cosas dolorosas, recuerdos traumáticos. El facilitador está muy entrenado y ve si lo podés manejar”, agregó en una entrevista con Tatiana Schapiro hace dos años.
Además de ser cantante, compositor y multiinstrumentista, Pedro incursionó en la poesía. Según dice, por herencia de la rama materna de su familia, dado que tuvo un tío poeta.