El 3 de febrero de 2016, el cuerpo de Alba Solís dijo basta. Tras haber atravesado múltiples cirugías por sus problemas de respiración y quedar postrada, la gloria del tango falleció en soledad y su cuerpo esperó un mes en la morgue, ya que no tenía familia –su único esposo, René Jolivet, murió en 1997- y su círculo cercano eran algunas amigas que tenían su misma edad -88 años al momento de su muerte-.
La pionera del teatro de revistas y gloria del tango brilló alrededor de todos los escenarios de la Ciudad de Buenos Aires entre los años cincuenta y sesenta, hasta que se consagró formando parte del elenco de Blum, la obra de Enrique Santos Discépolo, quien en secreto era su gran amor. A pesar de la amistad entre ambos, pudo rendirle homenaje antes de morir.
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“Adoro a Discépolo, estuve enamorada de él”, admitió tiempo después de trabajar juntos. Cuando Homero Manzi compuso el tango “Discepolin” en 1951, Enrique lo escuchó en vivo en el cabaret El Colonial. Esto ocurrió poco antes de su muerte y pudo oírlo interpretado por Alba, que sin saberlo le dio el regalo perfecto antes de su despedida.
La carrera de Alba Solís
La carrera de Solís, sin embargo, comenzó mucho antes de conocer a Discépolo. Nacida en Floresta el 18 de octubre de 1927 e hija de inmigrantes, buscó desde muy joven triunfar en lo que ya era su pasión: el tango. De esta forma, en 1945, participó de un reconocido concurso de la Radio Splendid, llamado “buscando la voz del tango”.
Alba quedó en segundo lugar y firmó un contrato de cuatro años con la emisora, donde comenzó a sorprender por su pasión a la hora de cantar y el toque dramático que le daba a sus interpretaciones. De la radio, a trabajar en el teatro de revista y luego recorrer el mundo. Tras dejar los antros porteños, Solís fue parte de una orquesta que llegó a actuar en Japón.
Durante los años ochenta también se embarcó en una gira en representación de la cultura nacional, en el espectáculo llamado “Tango Argentino”. Allí dio conciertos en países como Francia, Italia, Estados Unidos y Canadá. Ya consagrada como un ícono, dio otro paso de su carrera al mostrar su talento en el cine, donde participó de siete películas argentinas.
El cuerpo de Alba Solís fue rescatado por una persona inesperada
A pesar de todos sus éxitos, que compartió junto a miles de personas que llenaban los teatros para verla, su final fue en soledad. Cuando falleció, su cuerpo estuvo un mes en la morgue sin que nadie lo reclame, ya que no tenía familiares cercanos para hacerse cargo de la sepultura.
Quien se hizo cargo fue Hugo del Carril (hijo), que en ese momento era Secretario Nacional Adjunto de la Unión Argentina de Artistas de Variedades. En colaboración con el Ministerio de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires y de la Nación, pidió a la Justicia la tenencia, la cual le fue otorgada 15 días después.
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“Me enteré de que el cuerpo seguía en la morgue hacía 15 días. Y conseguí el número del Juzgado donde se estaba tramitando la causa. Hablé con el secretario de la jueza, con la fiscal, e hice una carta de presentación al juez para pedir la tenencia y la custodia”, contó Del Carril.
“Desde que la conocí siempre estuvo sola. Nunca tuvo familia y nadie se ocupaba de ella. No tuvo hijos”, relató del Carril sobre el último tiempo de vida de Alba. Ángela Herminia Lamberti –su verdadero nombre- fue inhumada en el cementerio de la Chacarita, donde descansa en paz.
