El Potro Rodrigo era un artista formado en el cuarteto que se había convertido en una figura pop. Porque en su Córdoba natal, en “los bailes”, donde en el cuartetazo de encuentra mayormente en las clases bajas, no era popularmente unánime debido a que muchos lo señalaban (y culpaban) de haberse aporteñado.
Pero en la Ciudad de Buenos Aires se había transformado en ídolo y por eso su trágica muerte, de la que se cumplen 23 años, atravesó a miles y miles de fans. Y alrededor de este hecho quedó flotando un nombre, el de Alfredo Pesquera, el otro protagonista del choque que llevó a la muerte al cantante en la madrugada del 24 de junio de 2000 y acrecentó el misterio que rodeaba al empresario acusado por el accidente.
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A Rodrigo, que perdió la vida luego de que su camioneta Explorer rozara a la Blazer de Pesquera en la autopista Buenos Aires – La Plata, a la altura de Berazategui, lo seguía la juventud y él, además, les caía simpático a las madres y padres de esos jóvenes. Y, por supuesto, a los medios de comunicación, donde solía aparecer habitualmente y mostraba su carisma.
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Alfredo Pesquera era lo opuesto a Rodrigo, porque si algo no deseaba era ser famoso. Pero a alta velocidad y de madrugada, su destino se cruzó trágicamente con el del Potro y aunque la Justicia lo absolvió de sus responsabilidades respecto al accidente, su anonimato se terminó más allá de que su cara recién se conoció muchos meses después.
A 23 años de la trágica muerte del Potro Rodrigo: el misterio del empresario sin cara que cayó por otra causa
El accidente en el que, además de Rodrigo, murió Fernando Olmedo -hijo del célebre actor cómico Alberto Olmedo-, quien también viajaba en la Explorer que manejaba el Potro, no resistió demasiado análisis pericial: Rodrigo hizo una maniobra imprudente y fue quien provocó el toque que le hizo perder el control. Desde ahí, la tragedia: vuelcos y el cantante, que no tenía puesto cinturón de seguridad, salió despedido y falleció.
Los vidrios polarizados de la Blazer no dejaron que las cámaras de la autopista identificaran la cara de Alfredo Pesquera, rostro que era una incógnita. Y así lo fue hasta marzo de 2001, o sea nueve meses después de la muerte de Rodrigo, cuando la policía logró detenerlo mientras llevaba a su pequeño hijo al colegio.
¿Por qué tanto misterio alrededor de Pesquera? Buena parte de los medios de comunicación, aprovechando que el entorno del cuartetero venía denunciando amenazas de muerte contra Rodrigo tiempo antes del accidente, entendieron que el choque en la autopista podía ser la consumación de aquellas amenazas nunca probadas.
Sin embargo, la historia para Pesquera era distinta. Sus motivos para evitar la fama pasaban por otro lado: desde hacía varios años eludía a la Justicia por una causa que no tenía que ver con el “doble homicidio culposo y lesiones en concurso real”, como fue caratulada la causa Rodrigo. Sino con otra, radicada en La Plata, en el Juzgado de Transición N°4 a cargo de la doctora Carmen Palacios Arias, por “estafas reiteradas”.
A mediados de los años 90, Pesquera, aprovechando los beneficios del 1 a 1 (peso – dólar) y de la apertura de la importación, había comenzado a vender autos importados. Los ofrecía a buen precio y en cuotas. Toda una tentación para quienes podían acceder. Sin embargo, nunca accedieron, porque la principal tentación fue la que no pudo resistir Pesquera, quien se quedó con la plata y jamás entregó un coche.
Las denuncias comenzaron a caer en su contra mientras él se mudaba de una vivienda a otra. Pasó por Berisso, Ensenada y City Bell hasta llegar al barrio de Almagro, en la Ciudad de Buenos Aires. Nunca lo podían encontrar para que fuera a declarar por esta causa por estafas. Hasta que el 24 de junio de 2000, su nombre se hizo famoso y la jueza Palacios Arias ordenó acelerar la investigación.
Mientras Rodrigo se convertía en leyenda y estatua, Pesquera perdía su bajo perfil. Podría haberse entregado por la causa del cuartetero, con la certeza de que no sería sentenciado como culpable: de hecho, fue absuelto. Pero de las “estafas reiteradas” no podría zafar y ahí sí terminó siendo condenado en 2002 a un año y tres meses de prisión en suspenso.
El Potro nunca fue olvidado aunque Pesquera sí. Hasta que su apellido volvió a ser mediático en diciembre de 2013, cuando fue encontrado muerto en el porteño barrio de Saavedra dentro de una camioneta BMW X6: se había suicidado de un tiro en la cabeza.
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Lo hizo con una pistola Smith & Wesson que pertenecía Miguel Angel Graffigna, asesinado el 7 de junio de ese mismo año, también dentro de un vehículo, por un balazo que salió de su propia arma cuando forcejeó con otra persona. Esa otra persona era Pesquera, sobre quien pesaba -otra vez, como en 2000- una orden de arresto por homicidio. Pero esta vez no podría mostrar su inocencia. Y se quitó la vida.