Alguna vez, cuando Elvis Presley ya llevaba varios años muerto, su ex esposa Priscilla -madre de Lisa, su única hija- dijo que el verdadero gran amor de la vida del Rey no fue ella sino su madre, Gladys Presley. Una mujer que marcó la vida de su hijo y que no pudo verlo triunfar por su temprana muerte, a los 46 años. Una tragedia que rompió una parte del interior de Elvis y que nunca tuvo arreglo.
La madre de Presley sufrió la pérdida de un hijo (gemelo de Elvis, que murió al nacer), y cayó en la adicción a las pastillas para adelgazar y al alcohol. Y, por sobre todo, lo que terminó siendo la gran tragedia de su vida: la fama de Elvis. Una fama a la que ella había hecho un gran aporte, porque fue quien impulsó la carrera del Rey.
En 1953, Elvis tenía 18 años y su pasión por la música ya era un hecho. Y un día entró al conocido estudio de grabación de Memphis, “Sun”, para grabar una canción muy especial, que resultó ser su primera grabación: “My happiness” (Mi felicidad). Y el motivo era regalársela a su mamá para su cumpleaños número 41.
A 45 años de la muerte de Elvis Presley: el dolor y el amor por duplicado de su madre
En los 42 años que vivió Elvis Presley, hay dos cosas que tuvo en abundancia: fama y mujeres. Pero hablar de amor en su caso es, claramente, otra cosa. Y buena parte de eso se debe al vínculo de ida y vuelta que tuvo con su mamá, Gladys, quien descargó el 100% de su amor en su hijo.
Con apenas 21 años, en 1933, se casó con un joven actor, todavía menor de edad, que debió mentir en el registro civil para poder formalizar esa unión: Vernon Presley, que tenía 17. Un año después, Gladys quedó embarazada y el 8 de enero de 1935 fue el día del parto.
Los nervios y la ansiedad se convirtieron en dolor y angustia: la mujer tenía gemelos en su vientre y el primero que dio a luz nació muerto. Lo llamaron Jesse Garon Presley. El segundo, en cambio, nació con buena salud y fue nombrado Elvis Aaron Presley.
Ese niño fue todo para aquella madre, quien transformó la angustia por la muerte de uno de sus gemelos, en amor sobreprotector por el que estaba vivo. Gladys cuidaba de Elvis como cualquier mamá de su hijo, pero le agregó una dosis de obsesión, que iba desde la admiración por cada cosa que hacía hasta la vigilancia total.
Esa cercanía desmesurada convertiría la relación entre ellos en un objeto de culto para ambos. Se amaban, se adoraban, se comunicaban en lenguaje infantil aun con el pequeño Elvis ya no tan pequeño. Incluso, ese hijo único durmió en la cama de sus padres hasta casi su adolescencia.
A 45 años de la muerte de Elvis Presley: la fama fue una tragedia
Elvis Presley comenzó a tomar vuelo propio en su adolescencia. A crecer, ni más ni menos, mientras su madre continuaba adulándolo. Pero nunca se imaginó que el mundo perfecto junto a su hijo se desarmaría cuando aquel gemelo sobreviviente el 8 de enero de 1935, veinte años después se convertiría en el Rey del rock and roll.
Y de un modo inversamente proporcional al crecimiento de la fama de Elvis fue el derrumbe de Gladys, quien sintió que ya nada era igual. Y por cierto que no lo era: Elvis era un ídolo total, deseado por casi todas las mujeres, y el dinero comenzó a entrar a la familia como nunca antes. Ya instalados en la mansión de Graceland, Gladys sufrió lo que podría llamarse bullying por parte de los acaudalados vecinos.
Ella lavaba la ropa al aire libre como lo había hecho toda su vida o le daba de comer a los pollos en el césped perfectamente cortado de la mansión, provocando risotadas y burlas de la vecindad. Incluso, los custodios de Elvis llegaron a pedirle a Gladys que no hiciera más esas cosas que generaban momentos incómodos. “Ojalá volviéramos a ser pobres”, le confesó ella a una amiga en una charla telefónica.
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Se sentía desolada en medio de la riqueza y deprimida, aislada y desconcertada por la fama de su hijo. Este combo la llevó a empezar a tomar alcohol y a consumir pastillas supuestamente para bajar de peso. Fue el principio del fin.
En 1958 se enfermó de hepatitis y su salud se deterioró por completo. Además, su hijo estaba lejos, porque servía en el ejército de los Estados Unidos destinado en Alemania, con grado de sargento. Las autoridades militares autorizaron a Elvis a viajar a Memphis para visitar a su mamá, que estaba grave.
Alcanzó a verla con vida y a despedirse. El 14 de agosto de 1958, Gladys falleció a los 46 años. Su cuerpo, descompensado por las pastillas y el alcohol, había generado una insuficiencia hepática irreversible.
“Tengo el corazón roto, ella fue siempre mi mejor chica. Adiós querida, viví mi vida por ti: te amé tanto”, lloró Elvis en el funeral de su madre. Su círculo íntimo admitió que desde entonces, nació otro Elvis, uno que no podría superar la muerte de su madre.
Las paradojas del destino quisieron que Elvis también muriera muy joven (su mamá a los 46 y él a los 42), que su adicción al alcohol y a los fármacos fuese un punto clave en la descompensación de la salud, así como una fuerte depresión que lo dominó. Hasta las fechas se parecieron: Gladys falleció el 14 de agosto y Elvis el 16 de agosto.
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Vernon Presley se encargó de que las tumbas de su esposa y su hijo estuviesen juntas. Y desde 1979, cuando él murió a los 63 años, también fue sepultado junto a Gladys y a su hijo. La familia junta, como siempre quiso Elvis.