Sobrecogedor, conmovedor, emocionante. Llueven adjetivos para la oración de Pascua que Andrea Bocelli elevó al mundo desde la catedral de Milán, el imponente Duomo, vacío. Ni concierto ni misa, sino unos minutos de "música para la esperanza", como quiso llamarlo el cantante de 61 años, que respondió así a una invitación del alcalde de esa ciudad y las autoridades de la Iglesia.
Era de imaginar que el evento iba a convertirse en una de las postales culturales de la pandemia, con la magnificencia silenciosa de ese espacio como protagonista, así como la plaza del Vaticano vacía, y lluviosa, había hecho de la bendición del Papa Francisco, el 27 de marzo pasado, una imagen como de película.
Lo que no era acaso tan esperable es que el "Ave María" de Bocelli, junto a las otras arias que interpretó, se convirtiera en un tanque de audiencia global: durante la media hora que duró, lo vieron unas cinco millones de personas y, para el lunes a la noche, la performance había alcanzado 32 millones de vistas. En menos de 24 horas. Una cifra que no parece entendible únicamente porque Bocelli haya funcionado como sustituto de la misa. O que, en todo caso, parece incluir al público que no va a la iglesia.
Bocelli estuvo acompañado únicamente por el organista de la catedral Emanuelle Vianelli (y por el equipo que registró el evento para su canal de YouTube). "En lo personal, no soy muy religioso, pero esto conectó con la gente a un nivel emocional", dijo Scott Rodger, socio americano de la productora que representa a Bocelli. "El público que tuvo sobrepasó largamente todo lo que esperábamos lograr", concluyó.