Vanilla Ice dejó de ser demasiado rápido. Todo lo que siguió a 1990, el resto de su vida, fue nostalgia. Como un deportista de elite retirado prematuramente, sabe que lo mejor ya pasó. Vanilla Ice vive detenido en esos meses de hace 35 años. Como si no viera las señales, las evidencias de que todo cambió.
En una época eran pocas las personas que podían reconocer a Robert Matthew Van Winkle a pesar de que era una de los músicos más exitosos y más famosos del mundo. Es razonable. Se lo conocía por su nombre artístico: Vanilla Ice. Ahora son pocos los que saben quien es -en realidad quién fue- Vanilla Ice.
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35 años atrás con Ice Ice Baby dominó los charts de todo el mundo. Pero duró poco, muy poco.
Fue la transición más rápida de la historia. De desconocido a ser, a los 23 años, el artista más vendedor del planeta. Estaba en todos lados. A los 24, su carrera se había terminado.
Vanilla Ice pasó de rey del mundo a paria en unos pocos meses. Nadie vio venir su ascenso vertiginoso. Él no pudo adivinar su caída, todavía más rápida
El suyo fue un éxito breve pero colosal. Definamos éxito: 16 semanas en el primer puesto de los álbumes más vendidos, el hit global de Ice Ice Baby, 11 millones de copias vendidas, el video más emitido por MTV durante meses, gira con entradas agotadas, tapas de revistas, una película en marcha; y, claro, un noviazgo de varios meses con Madonna (que quedó perpetuado en las páginas del lúbrico libro Sex).
Es más: en la segunda mitad de 1990 nadie tenía más éxito que él. Pero duró poco. Muy poco. La caída fue tan abrupta como el suceso, pero infinitamente más larga. El espectáculo de ese descenso tiene algo obsceno e hipnótico. No se puede dejar de mirar. Los cientos de intentos por volver, por recuperar algo de lo perdido, se vuelven patéticos, dolorosos. Y, al mismo tiempo, conmovedores. Un hombre que nunca perdió la fe, la ambición.
Robert Matthew Van Winkle nació el día de Halloween de 1967. Se cree que en Dallas. No conoció a su padre que abandonó a la familia antes de que él naciera. Con el correr de los años se mudaron a las distintas ciudades en las que los maridos de su madre conseguían trabajo. De adolescente solo demostraba interés por el hip hop y las carreras de motos. Soñaba con ser corredor profesional en una gran categoría del motociclismo.

En las fiestas rapeaba, era el único blanco que lo hacía con cierta destreza. Por eso los amigos lo bautizaron MC Vainilla. Además nadie bailaba breakdance como él. Apenas se ponía a realizar piruetas, un círculo se iba abriendo, despejando la pista. Había que hacerle lugar. La fiesta se detenía para verlo bailar. Ya nadie lo llamaba Van Winkle.
Alguien le dio la oportunidad de rapear para un sello muy pequeño. Grabó un disco llamado Hooked. El single difusión fue una versión rapeada de Play That Funky Music. No pasó nada con la canción. Era razonable: cómo un blanco iba a pretender rapear. Era un gesto que oscila entre la herejía y la ridiculez.
Hasta que el Dj de una radio pasó el lado B del single: Ice Ice Baby. La gente empezó a llamar para que lo repitieran y otras emisoras comenzaron a pasarlo. Una subsidiaria de una gran discográfica compró el disco para hacer una edición más grande. Pero para que fuera un disco, un LP, necesitaba más temas. Con unas pocas canciones agregadas, otra tapa y un nombre diferente (To The Extreme) se lanzó el disco.
La vanillamanía se había puesto en marcha.
La decisión sobre el single inaugural fue muy sencilla: Ice Ice Baby.
Los primeros que escucharon el tema pensaron que se trataba de un rapero de color.
El lanzamiento más formal del disco y en una estructura industrial no pretendía hacer historia. Nadie, ni siquiera el más optimista, creyó que iba a pasar gran cosa. Era un primer paso para ir instalando un nuevo artista y casi un nuevo concepto. El comienzo de una carrera.
Casi como un trámite destinaron 8000 dólares para filmar un videoclip. Un presupuesto exiguo (que se nota en las imágenes y en los cromas). “Sin video, no hay canción”, le dijeron. En esos años sin video, sin la posibilidad de que apareciera aunque sea esporádicamente en MTVA, un tema era invisible (o peor: mudo).
Vanilla Ice tenía otra ventaja para impactar en esa era. A él no había que escucharlo, había que verlo. Bailaba muy bien, llamaba la atención y sus movimientos eran enérgicos y muy originales.
Ice Ice Baby está construida sobre la línea de bajo y el piano de Under Pressure, la canción de Queen y David Bowie. No se necesita saber de música ni tener un oído prodigioso para reconocerlo de inmediato. Cuando el tema se convirtió en un éxito descomunal, el reclamo por los derechos de autoría se hizo inevitable. La primera reacción de Vanilla Ice cuando le preguntaron por el sampler fue negar. Dijo que él había incorporado notas en el medio y que, por lo tanto, los compases no eran iguales. Podían sonar parecidas pero no había plagio. El argumento resistió poco. Hubo arreglo extrajudicial y el rapero blanco tuvo que compartir las regalías percibidas hasta ese momento e incorporar a los músicos ingleses como coautores de la canción. La leyenda sostiene que Brian May escuchó Ice Ice Baby por primera vez en una discoteca alemana. Fue hasta la cabina del DJ para averiguar de quién era esa canción. El Dj le dijo que ese tema se había convertido en un hit en todo el mundo.
La canción subió en los rankings. Y llegó al número 1 del chart de Billboard. También el disco lo hizo, desplazando a MC Hammer de la cima.
Ice Ice Baby fue el primer tema de Hip Hop en alcanzar el número 1.
Pero ese hito más que como un logro, fue visto como una afrenta. Hoy lo llamarían apropiación cultural. Los puristas del rap lo consideraron una usurpación. No entendían como tenía éxito eso que en realidad parecía una parodia hecha por un blanco de lo que ellos venían haciendo, construyendo.

Vanilla Ice no ayudaba. Pomposo y arrogante paseaba su gran momento por todos lados. Estaba convencido de que merecía lo que estaba pasando, lo que estaba gozando. Lo creía casi inevitable. Pero no parece que haya que buscar por ahí los motivos de la caída. El mundo del hip hop es presuntuoso, es uno de los elementos indispensables del género.
Algunos sitúan el comienzo del fin de Vanilla Ice en una entrevista con Arsenio Hall, el conductor de Late Night que estaba en su apogeo en ese momento. Fue una especie de duelo que solo hizo enojar al músico. Arsenio lo acorraló con sus preguntas y lo trató de fraude.
A la distancia, sin embargo, lo que parece que marcó el hundimiento de la carrera de Vanilla fue lo endeble de su propuesta artística y la ambiciosa voracidad con la que manejaron su carrera. Parecía que ni él ni sus managers confiaban en que eso podía durar demasiado. Así que hicieron todo a la vez y saturaron al mercado, demostrando de esa manera que no tenía demasiado más para ofrecer.
A los pocos meses sacaron un disco en vivo que fue apaleado por la crítica, participó en una película de las Tortugas Ninjas, entró a grabar el segundo disco, hizo giras por Estados Unidos y por el mundo y empezó a filmar otra película como protagonista. Este proyecto fue el que más tardó en darse a conocer, en lanzarse, por la naturaleza del cine, son procesos más largos. Cuando llegó a las pantallas, en noviembre de 1991, un año después, ya nadie estaba interesado en lo que Vanilla Ice podía ofrecer. Es más, hasta pareció ridículo que alguien haya alguna vez pensado en que él pudiera actuar en una película. Los números en la taquilla fueron insignificantes. El cine es un negocio impulsado por estrellas y el rapero ya no lo era.
Como si el nivel de exposición por Ice Ice Baby y las ventas del disco no fuera suficiente, el romance de ocho meses con Madonna lo instaló en las tapas de todas las revistas de espectáculos. Él ofició de modelo para varias de las fotos del libro de desnudos Sex de la diva.
Después de esos meses de éxito y furia mediática, todo se convirtió en una bola de confusión, en una carrera persiguiendo la liebre de un nuevo hit. Pero esa carrera estaba condenada al fracaso. Vanilla Ice ni siquiera era objeto de consumo irónico. Nadie esperaba nada de él. Y cuánto más hacía por captar la atención ajena peor resultaba.
Los siguientes discos no fueron bien recibidos. Con algunos pasó algo mucho peor que una mala crítica. Fueron ignorados, pasaron totalmente desapercibidos, como si no hubieran salido a la calle. Sus canciones -quizá podríamos decir su canción: solo su hit- ya solo se pasaban en las radios de oldies, a pesar de tener pocos años.
Vanilla Ice dejó de ser un músico para los ojos del público. Se transformó en un personaje mediático. Alguien que vivía de las glorias pasadas (de esa única canción), de su desparpajo y paseaba su fracaso actual por todo tipo de programas de televisión. Se convirtió en carne de cañón de reality show. Participó en programas de citas, de cocina, de baile, en los de convivencia prolongadas, de emprendedores. No ganó ninguno. Hasta que tuvo su propio reality. También, casi un cliché, hizo algún número en la lucha libre.
Tal vez de sus intervenciones públicas las que mayor repercusión hayan tenido en los últimos años fueron sus breves participaciones en películas de su amigo Adam Sandler.
Hace unos años, Nike sacó un modelo de zapatillas con su nombre. Las New Blazer Sb High- Vanilla Ice formaban parte de una serie muy particular. Los otros que fueron homenajeados en la colección fueron Milli Vanilli, M.C.Hammer y Pee Wee Herman (el animador infantil cuya carrera se desplomó luego de ser encontrado masturbándose en un cine). La colección se llamaba Fallen Heroes (Héroes caídos en desgracia). Una descripción perfecta.
En 1994 Vanilla Ice intentó suicidarse. El consumo de drogas estaba desbocado. Éxtasis, cocaína, heroína. Una sobredosis de heroína que logró superar gracias a la intervención de unos amigos que lo revivieron y trasladaron a un hospital.
Vanilla Ice tuvo varios problemas con la justicia en los años siguientes. Fue denunciado por violencia de género en dos ocasiones por su esposa. También fue acusado de robar una casa. En ambos casos obtuvo condenas condicionales y tuvo que realizar centenares de horas de trabajo comunitario. Pocos años atrás debió dar cuentas ante la justicia porque dos de sus mascotas se escaparon y atemorizaron al barrio. No eran perros salchichas ni gatitos. Se le escaparon un canguro y una cabra.
En algunas notas recientes dice que hace unos años está ganando millones de dólares sin hacer nada. Que realizó en el último tiempo buenas inversiones con propiedades y multiplicó su dinero. Al menos eso es lo que él afirma.
Unos meses atrás anunció un modesto tour por varias ciudades de Estados Unidos. Se llama I Love 90’s. Él encabeza el line up y quienes lo secundan también tuvieron alguna fugaz buena racha en esa década. Lo que los une es que hay que hacer mucho esfuerzo de memoria para saber de dónde los conocemos.
Su otra ocupación conocida, que dio a conocer hace poco tiene sede en Nueva Zelanda. Y es sensacional. Fue contratado por una empresa de cerveza de ese país para brindar un servicio a los consumidores. El comprador puede mandar un mensaje a un teléfono que aparece en la latita de cerveza en el momento en que la pone en el freezer. El WhatsApp debe decir Ice Ice. Y exactamente 34 minutos después -el tiempo ideal según la empresa- recibirá un mensaje de voz de Vanilla Ice cantándole que saque la cerveza del freezer antes de que explote. Casi una tarea filantrópica.
Vanilla Ice es joven todavía. Tiene 58 años. Nadie sabe qué será de su futuro. Pero de algo no quedan dudas: lo seguirá intentando. Pocos creen que lo logrará de nuevo.
Pero él persistirá. No le queda más remedio. Hace tres décadas abandonó a Robert Van Winkle. Seguirá siendo Vanilla Ice hasta el final.



