El 30 de noviembre de 1999 fue el día en que George Harrison, guitarrista de la banda de rock más importante de la historia, pudo haber muerto de la misma forma que John Lennon, su compañero de Los Beatles: asesinado por un fanático desquiciado.
En aquella jornada fatídica, un hombre con problemas mentales ingresó a la imponente mansión del músico y le asestó más de 40 puñaladas. Harrison sobrevivió a la brutal agresión y falleció de cáncer de pulmón dos años más tarde.
Rompió los vidrios y entró por una ventana a la mansión de 120 habitaciones
Esa madrugada, en la lujosa residencia que el músico tenía a unos 40 kilómetros al oeste de Londres, Michael Abram, de entonces 33 años y oriundo de Liverpool, ingresó por una ventana.
El intruso se dirigió al dormitorio de George y su esposa, Olivia Arias, quienes se despertaron por el ruido que hicieron los vidrios al romperse. También vivía en la mansión Dhani, hijo de la pareja, que tenía 21 años por entonces. Él no escuchó nada y siguió durmiendo normalmente.
Harrison y el agresor se trenzaron en una pelea y el músico fue apuñalado más de 40 veces por el agresor, que tenía una cuchilla de cocina. Uno de sus ataques le produjo una herida de 2,5 centímetros de profundidad en el costado derecho del torso.
Olivia, en el intento por ayudar a su esposo, también participó de la pelea y recibió un fuerte golpe en la cabeza, pero sin consecuencias serias. El violento atacante también debió ser hospitalizado por contusiones en el cráneo y luego fue derivado a un neuropsiquiátrico.
De acuerdo con las versiones, la mujer pudo detener los ataques aplicándole al agresor un fuerte golpe en la cabeza con una lámpara. De inmediato llamó a la policía y pidió auxilio para su marido, que se había desvanecido.
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A Harrison le tuvieron que insertar un tubo en el pulmón derecho para evitar que un coágulo de sangre quedara encapsulado ahí. “Los médicos salvaron mi vida de milagro. Unos minutos más y ya no podrían haber hecho nada”, confesó el guitarrista al día siguiente.
Una de las cuchilladas, según revelaron los facultativos, fue contenida por las costillas a menos de un centímetro del corazón. “Su vida corrió mucho peligro y fue vital la rapidez en el traslado”, señalaron.
Decía que Harrison lo había poseído y que Los Beatles eran todos brujos
En el juicio posterior, Abram aseguró que pensaba que George lo había poseído y que debía eliminarlo por orden divina. “Estaba convencido de que los “Beatles” eran todos brujos”, dijo el agresor, que fue diagnosticado con esquizofrenia paranoide.
Condenado a permanecer recluido en un instituto neuropsiquiátrico “sin restricción de tiempo”, un año después le escribió una carta a Harrison y su esposa en la que les pidió perdón por el violento ataque. “Lamento la angustia y las lesiones que les causé cuando estaba enfermo”, manifestó. Un año después de la muerte del músico, Abram fue puesto en libertad.
Hoy en día sigue siendo un misterio cómo hizo el agresor para burlar el sistema de alarmas e ingresar sin que fuera advertido. Un muro alto, con alambres de púas y cámaras, protegía a la mansión. La residencia estaba vigilada, además, por un grupo de guardias de seguridad que aseguraron en la Corte que no habían visto nada.
El músico, al igual que Paul McCartney y Ringo Starr, había acentuado las medidas preventivas después de que John Lennon fuera asesinado en Nueva York por el fanático Mark Champman, el 8 de diciembre de 1980.
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Harrison, que en el momento del ataque tenía 56 años, fue el primer “Beatle” que inició una carrera solista luego de la disolución de la banda. Además de destacarse su talento musical, la prensa siempre lo catalogó como “el beatle silencioso”, por su carácter tranquilo y el perfil bajo que siempre mantuvo.
