A algunos pacientes los mantuvieron durmiendo durante 15, 18, casi 30 días. Les inyectaron dosis enormes de LSD, los sometieron a interminables sesiones de electroshocks de alto voltaje y los atontaron haciéndolos escuchar mensajes de propaganda, el mismo mensaje medio millón de veces. Nunca volvieron a ser los mismos.
Un extenso artículo publicado por The Guardian revela las torturas a las que fueron sometidos los internos de un hospital psiquiátrico de Canadá, el Allan Memorial Institute de Montreal, durante las décadas de los cincuentas y sesentas, como parte del MK Ultra de la CIA, un proyecto para estudiar el lavado de cerebro.
Luego de que algunos soldados estadounidenses que habían sido capturados durante la Guerra de Corea se convirtieran al comunismo e hicieran propias las máximas del enemigo, la agencia de espías se propuso hacer estudios sobre el tema.
Ewen Cameron, un psiquiátra nacido en Escocia que investigaba si se podía borrar la mente de una persona y volver a reprogramarla, estuvo al frente del cruento programa, que tuvo cientos de víctimas.
Velma Orlikow fue una de ellas. En 1959 fue internada en el hospital de Montreal para tratar una depresión posparto, pero tres años después salió en peores condiciones y con la personalidad destrozada.
"Algunas de las cosas que le hicieron a los pacientes son tan horribles e inimaginables que parece algo sacado de una pesadilla", dijo a The Guardian su nieta, Sarah Anne Johnson, una artista que tras la muerte de su abuela -cuando ella tenía 13 años- comenzó a investigar lo ocurrido en el Allan Memorial Institute a partir de los diarios de Orlikow y de documentos judiciales. "Es casi imposible de creer".
Tras varios meses de tratamiento, los pacientes perdían habilidades elementales como atarse los cordones o vestirse. En ese estado de vulnerabilidad infantil, los bombardeaban con mensajes, hasta 16 horas por vez.
A Orlikow los médicos le decían "'sos una mala esposa, sos una mala madre. Si quisieras estar mejor, harías esto por tu familia. Piensa en tu hija' cuando se negaba a recibir las inyecciones de LSD. Sus nervios quedaron dañados de por vida: tardaba tres semanas en leer el diario y años en terminar un libro.
La nota de The Guardian también habla del caso de otra mujer, de 33 años, que ingresó para tratar una depresión luego de que muriera su primer hijo. "Por entonces, este doctor Cameron era como un psiquiatra milagroso. Se suponía que hacía maravillas con la gente deprimida o con problemas de salud mental", contó su hija, Alison Steel, al diario.
Durante su estadía fue sometida al combo letal: electroshocks, LSD, sesiones eternas de mensajes grabados. "Lo que querían hacer era borrar las emociones. Te arrancaban el alma". Tras el alta, según Alison, jamás volvió a bromear, reír o hablar de cosas triviales.
Luego de la muerte de Cameron en 1967, pasaron diez años para que comenzaran a surgir las primeras sospechas sobre el temible programa. En 1992, el gobierno de Canadá indemnizó a 77 expacientes con 78 mil dólares y en 1988 la CIA pagó 80 mil a a otras ocho víctimas.