El ministerio de Seguridad del Estado, o Stasi, fue una de las herramientas de represión estatal más temibles del bloque comunista en sus casi 40 años de existencia. Durante la Guerra Fría, empleó a más de 270.000 personas, incluidos muchos informantes entre los 16 millones de habitantes de la República Democrática Alemana (RDA), lo que convirtió a esta sociedad en una de las más más vigilada del bloque del Este.
En Berlín, la policía secreta tenía su Prisión Central en el barrio de Hohenschönhausen, donde encarceló a miles de presos políticos hasta la caída del muro en 1989.
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La prisión se encontraba en una zona militar restringida, cerrada herméticamente al mundo exterior. La zona ni siquiera aparecía en ningún plano de Berlín Oriental.
En la cárcel había una zona conocida como el "submarino" donde "ablandaban" a los presos opositores al régimen comunista. Se trataba de una serie de celdas sin ventanas ubicadas en un subsuelo.
En los calabozos podía haber "hasta 7 presos, que nunca salían y no tenían actividad física", contó Nelson Castro. Muchos opositores estaban encarcelados solos y solo tenían contacto con los guardias, que los trataban como números y los sometían a torturas y reiterados interrogatorios para quebrarlos.
"Las luces se prendían y se apagan de manera que los presos no tuvieran noción del tiempo", indicó El Corresponsal, y destacó "la brutalidad de la Alemania comunista, aquella que le muro de Berlín identificó".
"El problema en la dictadura, en la cárcel, es que no sabés tu futuro, no sabés lo que va a pasar con vos en los próximos minutos, horas, días", contó a Nelson Catro un expreso, Lothar Schulz, que estuvo más de un año encarcelado en las jaulas de la Stasi.