Divorciada desde hacía un año del príncipe Carlos, la princesa Diana de 36 años y su nuevo amor, el productor de cine egipcio Dodi Al Fayed, fueron perseguidos durante todo el verano en el Mediterráneo por los paparazzi.
El 30 de agosto la pareja llegó por la tarde a París. Después de comer en el Ritz, un hotel de lujo de la plaza Vendôme , intentaron salir discretamente cerca de la medianoche en un Mercedes. Perseguido por fotógrafos que se desplazaban en motocicleta, el potente automóvil entró a toda velocidad en un túnel y se estrelló contra un pilar de cemento. A Diana la sacaron los socorristas del Mercedes destrozado. Dodi Al Fayed y el chofer, que según la investigación tenía un nivel elevado de alcohol en sangre, murieron en el acto. El guardaespaldas quedó gravemente herido.
El embajador de Francia llamó por teléfono a los asistentes de la reina en Balmoral, Escocia, donde el duque de Edimburgo, el príncipe Carlos y sus hijos los príncipes Guillermo, de 15 años y Enrique, de 12, pasaban el verano.
La princesa del pueblo
El Reino Unido se despertó de duelo. Bajo un cielo gris, cientos de londinenses, acongojados, comenzaron a depositar flores frente a los palacios de Buckingham y Kensington, la residencia de la princesa. Emocionado, el joven primer ministro laborista Tony Blair rindió homenaje a la "princesa del pueblo".
El presidente norteamericano Bill Clinton dijo estar "profundamente entristecido". En India, la madre Teresa rezó por Lady Di. Michael Jackson, "consternado", anuló un concierto que tenía previsto en Bélgica.
La prensa popular elevó a Diana al rango de ícono. "Nació lady. Luego fue nuestra princesa. La muerte hizo de ella una santa", escribió el Daily Mirror. En el palacio de Saint-James, donde descansan sus restos, había que hacer hasta 11 horas de cola para acceder a los registros de condolencias.
La Reina Isabel, del silencio al homenaje forzado
La organización de los funerales fue un rompecabezas. Desde su divorcio, Lady Di ya no tenía derecho al título de alteza real ni a funerales nacionales. Pero los británicos reclamaban un homenaje a la altura de su "reina de corazones".
El descontento de la opinión pública fue creciendo a medida que se prolongaba el silencio de la familia real, que continuó atrincherada en Balmoral. Los diarios, furiosos ante la ausencia de una bandera a media asta en el palacio de Buckingham, reclamaron a la reina que se dirigiera a sus súbditos. "La familia real nos ha abandonado", deploró The Sun.
"Si los Windsor no aprenden la lección, no solo van a enterrar a Diana, sino también su porvenir", advirtió The Guardian. Según un sondeo publicado en aquellos días, uno de cada cuatro británicos se declaraba a favor de la abolición de la monarquía.
Isabel II se resignó a rendir homenaje a la exnuera en un mensaje televisado -el segundo en 45 años de reinado-, antes de inclinarse públicamente ante su féretro. "Era un ser humano excepcional y dotado. En tiempos buenos o malos nunca perdió la capacidad para reír, sonreír e inspirar a otros con su calidez y bondad. La admiraba y la respetaba, por su energía y compromiso con los demás y, especialmente, por su devoción a sus hijos. Esta semana todos hemos estado tratando de ayudar a los príncipes a aceptar la devastadora pérdida que ellos y el resto de nosotros hemos sufrido", dijo.
Funerales reales
Al día siguiente, cerca de un millón de personas acompañaron el cortejo fúnebre en medio de un pesado silencio, apenas interrumpido por los llantos y el sonido de las campanas.
Rompiendo con todos los protocolos, la reina y su marido, el Duque de Edimburgo, se unieron sorpresivamente a la multitud que se agolpaba frente a las puertas del Palacio de Buckingham. Un poco antes, el príncipe de Gales y sus dos hijos, los príncipes Guillermo, de 15 años, y Enrique, de 12, habían hecho lo mismo frente al Palacio de Kensington, residencia de la princesa Diana.
El diario The Sun tituló: "Finalmente, la Reina hace lo que corresponde".
Cabizbajos, los dos príncipes huérfanos caminaron detrás del féretro, acompañados por el príncipe Carlos, el duque de Edimburgo y el conde Spencer, ante la mirada de 2.500 millones de telespectadores.
En la abadía de Westminster, 2000 invitados, entre ellos Hillary Clinton, Tony Blair, Luciano Pavarotti, Margaret Thatcher y Tom Cruise, asistieron a la ceremonia. Elton John interpretó el tema "Candle in the wind", cuya letra había reescrito especialmente par rendir homenaje a Diana.
Por la tarde, la princesa fue enterrada en la intimidad en Althorp, al noroeste de Londres.