En junio de 1996, Máxima Zorreguieta hizo las valijas y se fue a probar suerte a Nueva York. Bajo el brazo llevaba su título de licenciada en Economía por la UCA, algunos años de experiencia en finanzas y, lo más importante, la lista de contactos que más tarde la llevarían a codearse con la alta sociedad neoyorquina.
En los primeros años de estadía en la Gran Manzana, Máxima se desempeñó como broker en el banco HSBC. Estas épocas fueron de mucha exigencia laboral, pero sus obligaciones igual le permitieron mantener la agitada vida social a la que estaba acostumbrada en Buenos Aires.
En una de esas salidas, la argentina se reencontró con Cynthia Kaufmann, una vieja amiga del colegio Northlands, la exclusiva institución educativa de élite ubicada en el norte del Conurbano bonarense.
Para el año 1999, Máxima había cambiado de trabajo y era vicepresidenta de Mercados Emergentes en el Dresdner Kleinwort Benson, uno de los bancos más reconocidos del mundo, y convivía con un sueco llamado Dieter Zimmermann en un piso ubicado en el barrio de Chelsea.
Su amistad con Cynthia seguía fluída, y en marzo, Zorreguieta aceptó una invitación para asistir a la Feria de Sevilla. Fue en ese escenario en el que conoció por primera vez a Guillermo de Orange.
Cynthia y el príncipe se conocían de frecuentar eventos en Nueva York y como Máxima estaba en un impasse con Dieter, su amiga había organizado para que ella y Guillermo coincidieran en una fiesta en Sevilla.
Cuando finalmente llegó ese momento, el príncipe sacó a bailar a Máxima y ella aceptó, aunque no estaba impresionada por el aspecto físico de Guillermo y mucho menos por sus cualidades como bailarín. Una de las frases que más recuerda el príncipe del primer encuentro es "you are made of wood", en inglés "sos de madera".
Guillermo quedó encantado con la frescura y el humor de la argentina y el flechazo fue casi inmediato. Ella, en cambio, se tomó su tiempo para resolver su situación con Dieter y regresó a Nueva York.
Lo que pasó después, ya es historia: a los tres meses del encuentro, Máxima, que por entonces había conseguido un puesto importante en el Deutsche Bank, conoció a la reina Beatriz en la residencia estival de Tavernelle. Ela le dio el visto bueno a la relación de su hijo y Zorreguieta respiró aliviada. A los pocos días, la prensa comenzó a filtrar información de la nueva pareja real.
La propuesta de casamiento llegó a orillas del lago congelado de Huis Ten Bosch, en el palacio de la reina, en marzo de 2001. El príncipe le dio a Máxima un anillo de diamantes naranjas. Los primeros en enterarse de la novedad fueron el matrimonio real y después, los padres de la argentina.
El pueblo holandés se enteró del compromiso a través de una cadena nacional. Máxima brindó un breve mensaje en holandés y respondió, con cierta dificultad aún, preguntas de los periodistas.
La gran boda fue el 2 de febrero de 2002. La novia llevó un vestido de seda blanca de Valentino. Unas 80 mil personas rodearon los jardines del Palacio Real para acompañar el paseo en carruaje de los novios. La luna del miel fue en Saint Moritz, Suiza.