En Roccascalegna, un municipio situado en la provincia italiana de Chieti, se encuentra un castillo con un encanto único. Se trata de una fortificación militar medieval que se destaca por haber sido construida al borde del precipicio, cuyo remate es una espectacular torre que parece estar colgada sobre el aire.
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Si bien la mayoría de las construcciones de este tipo eran erigidas en la cima de lomas y colinas por motivos de defensa, el castillo de Roccascalegna llevó la idea al límite, literalmente. De esta manera, dos de las torres semicilíndricas que forman parte de la muralla principal se agarran casi orgánicamente de la roca. Mientras tanto, la atalaya principal, ubicada en el extremo oriental, mira directamente hacia el vacío, justo sobre la iglesia de San Pedro.
Pero a pesar del desafío arquitectónico que supuso su construcción, el fuerte sólo fue utilizado durante poco tiempo, ya que a principios del siglo XVIII fue abandonado como plaza militar. Sin embargo, la fortificación despertó el interés de un empresario a fines de la centuria pasada, y sus muros y estancias interiores fueron refaccionados. Desde entonces, el castillo se encuentra abierto al público, pero también es utilizado como lugar de festejo de eventos privados y de festejos familiares.
Como todo castillo, el de Roccascalegna también tiene su propia leyenda. Esta última cuenta la historia de un señor feudal, el barón Corvis, que ejercía en su interior el derecho de pernada, es decir, la potestad de mantener relaciones sexuales con cualquier doncella que fuera a contraer matrimonio con uno de sus siervos. A raíz de esta práctica, el hombre fue apuñalado en 1946 por una de las novias, y murió desangrado. Según las historias de lugareños y turistas, su sangre todavía puede observarse en las rocas de la fortaleza y, sin importar cuánto se las intente lavar, las manchas reaparecen, una y otra vez.