Keiko Fujimori, la líder del partido opositor Fuerza Popular, ha pasado su primera noche detenida en una comisaría de policía del centro de Lima y ha pedido a sus bases que estén tranquilas y en alerta ante la "persecución política" que dice sufrir. Una treintena de simpatizantes hicieron una vigilia durante toda la noche del miércoles para respaldar a la dirigente de la formación política, que tres días antes se había venido abajo en las elecciones regionales y municipales. El fujimorismo no había obtenido ningún gobernador regional –hace cuatro años consiguieron tres–, y únicamente se hicieron con tres alcaldías provinciales y 47 distritales. Fuerza Popular presentó 514 candidatos a las alcaldías –incluida la de Lima–, 261 aspirantes menos que en 2014.
Ajena al batacazo, Fujimori felicitó el martes a los virtuales alcaldes electos y dijo que "una nueva posibilidad de cambio renueva las esperanzas de nuestro país". La política acompañó en las últimas semanas de campaña a Diethell Columbus, el candidato a la alcaldía de Lima, pero este solo logró un 2% de los votos, según el escrutinio oficial. El efecto fue prácticamente nulo.
La hija mayor del autócrata de Alberto Fujimori, el autócrata condenado por delitos de lesa humanidad que gobernó el país entre 1990 y 2000, y los congresistas de su partido rechazaron el miércoles la detención preliminar por 10 días que ordenó un juez contra ella y otras 19 personas como parte de una investigación fiscal por lavado de activos y organización criminal.
El empresario brasileño Marcelo Odebrecht -entonces líder de la constructora homónima- y el exsuperintendente de esa empresa en Perú -Jorge Barata- han asegurado que aportaron 1,2 millones de dólares para la campaña electoral presidencial del partido de Keiko Fujimori en 2011. La Fiscalía de Lavado de Activos de Perú, que solicitó la prisión preliminar, afirma que dichas aportaciones son producto de actividades ilícitas de la constructora brasileña y forman parte de la contabilidad paralela de la corporación. Por ese motivo, el Ministerio Fiscal investiga a los 20 fujimoristas de acuerdo a la ley de crimen organizado y refiere que Fujimori es la jefa de una organización criminal.
"Ya la semana pasada anularon abusivamente el indulto humanitario de mi padre, y ahora a mí y a otros fujimoristas nos detienen. Les digo que no van a truncar nuestro proyecto político. El fujimorismo es un sentimiento que crece en la adversidad", dice Keiko Fujimori en una nota manuscrita que ha sido publicada en la tarde de este miércoles en redes sociales. Por su parte, el congresista fujimorista Luis Galarreta, ex presidente del Congreso, pidió a las bases fujimoristas una manifestación para respaldar a la mujer más poderosa de Perú, pero por la noche solo unas pocas decenas de personas se habían acercado hasta el lugar en el que está recluida: la sede de la División de Inteligencia de Alta Complejidad, la unidad policial a cargo de casos de crimen organizado.
El índice de popularidad de la dos veces candidata a la presidencia de Perú ha bajado entre agosto y septiembre hasta su nivel más bajo a raíz de la dura oposición de su bancada parlamentaria al Gobierno de Pedro Pablo Kuczynski –que renunció en marzo de este año– y al de su sucesor, el actual presidente Martín Vizcarra. En una reciente encuesta, el 14% de los peruanos aprueba a la líder política frente a un 79% que la suspende. La tendencia de Vizcarra en los sondeos es exactamente la opuesta.
Dos años de desgaste
La directora de la encuestadora Imasen, Giovanna Peñaflor, sostiene que el declive del fujimorismo comenzó en 2016, con el inicio del Gobierno de Kuczynski. "Fuerza Popular era uno de los dos partidos con más presencia porque hizo alianzas con movimientos regionales y otros sectores como grupos religiosos pero, por la forma en que manejó el Congreso, probablemente no cumplió con lo que les ofreció: no han sabido manejar los intereses. El camino que eligió: el de la confrontación y el desgaste, los ha afectado", apunta en declaraciones a EL PAÍS.
La líder de la oposición se opuso en 2016 a que su padre saliera de la cárcel con un proyecto de ley para presos de la tercera edad que pudieran terminar su condena en arresto domiciliario. Su hermano menor, el congresista Kenji Fujimori, en cambio, buscaba la liberación por cualquier vía. La semana pasada, la política derramó lágrimas frente a la prensa al enterarse del fallo judicial que ordenaba la vuelta del autócrata a la cárcel. "Es llamativo cómo el antifujimorismo contra Alberto Fujimori hoy se ha convertido en un antikeikismo furibundo, se ha trasladado esa animadversión".
"Más allá de si la Fiscalía le encuentra responsabilidad en los delitos de los que se le acusa, ella se ha vuelto un catalizador de energía negativa. Ha perdido liderazgo, capacidad de representación, y tiene una visión de las cosas irreal, como cuando salió a llorar cuando le quitan el indulto al padre. Es muy difícil su futuro político", cierra Peñaflor.