José Fernando Bonaparte, un paleontólogo argentino que murió hace dos meses, sacó algunos dientes de un animal durante una cena en los años ochenta. “¿Qué es esto?”, preguntó a sus compañeros. Jorge Morales, experto en historia evolutiva de los mamíferos del Museo Nacional de Ciencias Naturales del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (MNCN - CSIC), aceptó el reto y contestó: “Pues debe ser un castor o algo parecido”. Pero no, eran restos de una especie que vivió hace, al menos, 66 millones de años: un gondwanaterio, un mamífero sin descendencia aparente, o quizás sí. La clasificación todavía tiene páginas en blanco.
La comunidad científica dispone desde este miércoles de una pieza clave: un grupo de investigadores publica en Nature la descripción de un ejemplar de un nuevo género y especie (Adalatherium hui) que se encontró en el noreste de Madagascar. Se trata del esqueleto más completo ubicado hasta ahora, pesa poco más de tres kilogramos y mide unos 50 centímetros, talla relativamente grande para esa época. Esta característica fue lo que más sorprendió al principal autor David Krause, paleóntologo del Museo de Naturaleza y Ciencia de Denver, que no durmió durante dos días debido a la emoción por haber descubierto este esqueleto entero. “Por primera vez, podemos obtener una buena idea de cómo eran los gondwanaterios, cómo vivían y con qué otros mamíferos están relacionados. También nos dio el primer ejemplo bien documentado de evolución aislada de un mamífero mesozoico, como demuestra una letanía de características únicas”, cuenta.
Este animal pertenece a un clan muy poco conocido de mamíferos fósiles que habitaron el hemisferio sur entre el Cretácico superior y el Mioceno y fue analizado por primera vez por Bonaparte en 1986. Este nuevo espécimen preserva casi todos los huesos, incluidos los más pequeños del pie y los cartílagos costales, que rara vez se conservan. El protagonista de tal descubrimiento fue Augustin Rabarison, un estudiante graduado malgache que identificó, en julio de 1999, durante la quinta expedición del equipo de Krause, algunos huesos de cocodrilo que parecían estar juntos.
El cubículo de yeso en la cual fueron encerrados los restos no se volvió a abrir hasta 2002. Krause reconoció inmediatamente una articulación de codo de mamífero en el bloque de roca. "¿Por qué tardamos tanto en estudiarlo? Quizás porque el esqueleto era extraño de muchas maneras y no teníamos idea de qué era”, relata. Ahora los investigadores tienen una imagen más concreta y creen que este animal se parecía bastante a un tejón europeo, y posiblemente actuó como tal, porque estiman que, además de la locomoción normal para caminar y correr, era capaz de cavar. “Lo vemos, en parte, por sus poderosas extremidades traseras y su cola corta y rechoncha”, comenta el autor estadounidense.
Para Morales, experto del MNCN-CSIC, este grupo de mamíferos es “muy espectacular” porque se adelantó a su tiempo. "Además, descubrir fósiles en muchos lugares distintos demuestra que tienen mucha diversidad y no son tan raros como se creía”, explica. La primera teoría dice que estos animales no dejaron descendencia tras la extinción. Sin embargo, una de las hipótesis es que tenían un papel ecológico equivalente a los roedores actual. Su mandíbula es parecida en el tipo de dentición y el aparato masticador a la de los multituberculados que habitan en el sur de América. La segunda opción es que estos ejemplares peculiares dieron lugar a otras generaciones que hoy se conocen como los desdentados [armadillos, perezosos], una familia curiosa, arcaica y muy separada de los mamíferos actuales.
Hace 200 millones de años, el supercontinente meridional Gondwana empezó a fragmentarse. Pasó el tiempo, más de 100 millones de años, y Madagascar se separó del subcontinente indio. A partir de ahí, las especies se adaptaron a su nuevo entorno isleño y evolucionaron durante unos 22 millones de años hasta sufrir una extinción. “Es la isla maravilla porque solo se encuentran grupos endémicos, familias que no existen en otros sitios”, opina Morales. Los gondwanaterios se encontraban por muchas zonas del planeta, tenían vínculos de parentesco con ejemplares de otras localidades, pero, poco a poco, debido a la distancia, la genética y la adaptación a las nuevas condiciones, se fueron disociando.
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La vida en una isla fomenta la evolución y la diversificación. Para adaptarse a las nuevas condiciones y sobrevivir, algunas especies cambian, crecen o disminuyen. “Son los fenómenos biogeográficos y evolutivos más interesantes”, piensa Morales. Cuando hay una separación de un trozo del continente, las especies buscan un equilibrio y algunas no lo consiguen. “No es lo mismo desplazarte en África que estar solo en la península ibérica”, compara el paleontólogo español. Las especies pequeñas aumentan de talla para eliminar competidores y las grandes tienen que hacer lo contrario. “Para consumir menos recursos tiendes a hacerte más pequeño y los mismo pasa con el ser humano”, añade.
Krause justifica las carencias en el registro de este tipo de fósiles por el hecho de que el hemisferio sur no ha sido explorado de la misma manera que el hemisferio norte. Este hallazgo agrega una pieza fundamental a un rompecabezas que, sin embargo, nunca podrá ser completado: el de la evolución de los mamíferos durante el Mesozoico. “Faltan muchas cosas por descubrir y analizar”, concluye Krause. El experto español, Morales, asegura que, de todas formas, en ningún sitio hay un registro geológico continuo, ya que sería contrario a la evolución del planeta. "La Tierra obtiene su equilibrio entre creaciones y destrucciones. No podremos encontrarlo todo y reconstruirlo, es imposible”, remata.