El ultraderechista noruego Anders Behring Breivik no mostró ningún arrepentimiento por las 77 personas que asesinó el 22 de julio pasado, y afirmó en el juicio en su contra que "lo volvería a hacer".
Al ser liberado de sus esposas, el autor de la masacre de Oslo extendió el brazo con el puño cerrado, a imagen de un saludo ultraderechista, pero que en su manifiesto asegura que representa "la fuerza, el honor y el desafío a los tiranos marxistas de Europa".
En una declaración que fue leyendo, Breivik reiteró que que no es un enfermo mental y que se enorgullece de sus actos. Y aseguró: "Hice el ataque más espectacular en Europa desde la Segunda Guerra Mundial". Es más, sostuvo que "lo volvería a hacer, porque fueron actos motivados por el bien y no por el mal".
Además, comparó a los miembros de las Juventudes Laboristas que él mató el pasado 22 de julio en la isla noruega de Utøya con las Juventudes Hitlerianas. "No eran inocentes. Eran jóvenes civiles pero activistas políticos que promovían el multiculturalismo", afirmó como justificación suficiente en su opinión para matarlos.
Breivik definió el campamento de Utøya como un "campo de adoctrinamiento para activistas políticos" donde se forman "los comunistas más extremistas de Noruega", para asegurar que la posibilidad de ser condenado a la cárcel de por vida, "o morir como un mártir", "es el mayor honor que se puede experimentar".
El lunes, en el inicio del juicio, el fundamentalista cristiano e islamófobo de 33 años reconoció haber puesto una bomba y disparado a las víctimas, pero se declaró "no culpable" alegando "legítima defensa".
La cuestión central del juicio será determinar si Breivik es o no un enfermo mental y si debe ser considerado penalmente responsable y condenado a pena de cárcel o, en caso contrario, ser enviado a un centro psiquiátrico.
