Se estrecha el cerco contra David Morales, director de la empresa de seguridad española UC Global S. L., investigado en la Audiencia Nacional por espiar a Julian Assange durante su estancia en la embajada de Ecuador en Londres. Tres personas que trabajaron para su compañía declararon ante el juez José de la Mata en calidad de testigos protegidos y aseguraron que el material acopiado en la delegación diplomática lo entregaba Morales a los servicios de inteligencia de los Estados Unidos. Los tres coinciden en que el exmilitar se jactaba de esa colaboración. “Soy un mercenario y voy a pecho descubierto”, le aseguró a uno de ellos.
Dos de los testigos confirman, tal y como reveló El País antes de que se iniciara la investigación judicial, que en diciembre de 2017 el dueño de UC Global S. L. ordenó a sus trabajadores el cambio de las cámaras de video vigilancia en la embajada y su sustitución por otras que incorporaran audio. Y que a partir de entonces se grabaron las conversaciones del fundador de Wikileaks con sus abogados y monitoreó todas y cada una de las visitas que recibía. Durante aquellas reuniones el ciberactivista preparaba su defensa ante la petición de extradición de los Estados Unidos. La Justicia estadounidense lo acusa de 18 delitos que suman 175 años de cárcel por las informaciones que reveló su organización de material clasificado de operaciones militares secretas en Afganistán e Irak.
Según las pruebas aportadas por los testigos al juzgado, videos, audios y decenas de correos electrónicos, algunos ya adelantados por este diario, el espionaje fue masivo. Se fotografiaron los pasaportes de todas las visitas, desmontaron teléfonos móviles, descargaron IPad, sustrajeron notas y elaboraron informes de cada encuentro por orden expresa de Morales.
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El exinfante de Marina marcó por escrito objetivos y perfiles “de máxima prioridad” a los que había que “tener controlados en todo momento”: en especial las visitas de norteamericanos y rusos, tal y como consta en correos electrónicos. En las listas elaboradas no se refleja la visita de ningún ciudadano ruso, sí la de una persona serbia y otra bielorrusa. “Todo esto hay que considerarlo alto secreto así que se limitará la difusión”, escribió el dueño de UC Global S. L. a sus trabajadores de confianza. Los diplomáticos ecuatorianos que trabajaban en la embajada de Londres también fueron objeto de espionaje según las pruebas aportadas por los testigos.
Los testimonios de los testigos coinciden en las frases que empleaba Morales ante sus trabajadores de más confianza: “Jugamos en primera división”, “me pasé al lado oscuro”, “los que controlan son los amigos de USA”, “el cliente americano”, “los amigos americanos me piden que les concrete”, “los norteamericanos nos conseguirán contratos por todo el mundo”, “la inteligencia de Estados Unidos”. La obsesión por cualquier visita rusa o rastro de vínculos de Assange con Rusia queda reflejada, además, por las fotografías que se hicieron a los visados en los pasaportes de algunos visitantes.
Las grabaciones de los discos duros de las cámaras de sonido instaladas en la embajada se extraían cada 15 días, junto con otras grabaciones de micrófonos colocados en los matafuegos, y entregaban personalmente al director en la sede de la empresa en Jerez de la Frontera. Siempre las grabaciones originales, nunca copias. Morales viajaba a los Estados Unidos una o dos veces al mes supuestamente para entregar el material “a los americanos”. Un micrófono se instaló en la base de PVC de plástico de un matafuego en la sala de reuniones donde Assange se reunía con sus abogados y en la que el ciberactivista había instalado una máquina de ruido blanco que encendía siempre ante la sospecha de ser espiado. Otro se colocó en el baño de mujeres donde, a veces, se reunía el fundador de Wikileaks con sus letrados.
UC Global S. L. había sido contratada durante el gobierno de Rafael Correa por el Senain, servicio secreto de Ecuador, para dar el servicio de seguridad de la embajada. Pero Morales, según estos testimonios, ordenó el espionaje al australiano y creó servidores informáticos con control remoto donde se volcaba toda la información obtenida de forma ilegal y al que se tenía acceso desde los Estados Unidos.
Los testigos afirman que comprobaron que se producían accesos desde los Estados Unidos. Un estudio de los correos enviados por Morales a varios de sus empleados apunta a que el ex militar viajó a Alexandria, ciudad de unos 145.000 habitantes, los días 1 y 2 de marzo de 2017. Según estos testimonios, el canal para entregar a la CIA el material sobre Assange era un miembro del servicio de seguridad del magnate Sheldon Adelson, dueño de Las Vegas Sands, amigo del presidente Donald Trump y uno de los principales donantes del Partido Republicano. Morales había logrado un contrato con Adelson para reforzar la seguridad de su barco cuando atracaba en el Mediterráneo. El principal responsable de la seguridad del empresario norteamericano es un destacado exjefe de la CIA.
Morales envió a sus trabajadores un correo el 10 de diciembre de 2017 en el que pedía que se limitara a Ecuador el acceso al servidor, donde se almacenaba la información, para que no descubriera que “el cliente americano” también podía hacerlo. La IP de ese correo determina que lo escribió desde The Venetian, el hotel principal de la cadena de Adelson en Las Vegas. “Me indican que para el acceso de los ecuatorianos al sistema remoto tengamos en cuenta que debemos programarlo para que solo vean lo que nos interesa, debe parecer como que tienen acceso ellos”, decía el mensaje. Las recomendaciones técnicas que le facilitó "el cliente" y que remitió a sus empleados en Jerez eran en inglés.