El 1 de julio de 2018, la sociedad india amaneció con una noticia que dejó al país paralizado: en el barrio de Burari, en Nueva Delhi, once integrantes de la misma familia fueron hallados muertos dentro de su casa.
La escena era escalofriante: diez cuerpos colgaban de una estructura metálica en el techo y el undécimo, el de la abuela de la familia, estaba en otra habitación. La imagen, que rápidamente se viralizó en los medios locales, parecía sacada de una película de terror.
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Durante los primeros días, las autoridades no descartaron ninguna hipótesis: en un principio, se habló de un suicidio colectivo, de un ritual satánico e incluso de un crimen atroz llevado a cabo por algún culto. Sin embargo, un macabro hallazgo dio pistas sobre un secreto que los Chundawat se habían guardado por años.
La familia Chundawat
Los Chundawat, también conocidos por el apellido Bhatia, eran muy queridos en el barrio. Tal como lo dicta la tradición local, tres generaciones vivían juntas en la misma casa: la matriarca Narayani Devi (77), sus hijos Bhavnesh (50) y Lalit (45), las esposas de ambos, y los hijos adolescentes y jóvenes adultos de la familia. Llevaban más de dos décadas viviendo en Burari y manejaban un pequeño almacén.
Todos los vecinos los describían como amables, religiosos y solidarios. Nadie recordaba haber visto conflictos graves entre ellos. Incluso el día previo a la tragedia, varios de los integrantes de la familia habían sido vistos participando de las actividades cotidianas con total normalidad: charlaron con vecinos, recibieron pedidos en el comercio y hasta pidieron comida por delivery.
“No había ninguna señal de que algo anduviera mal”, declaró a los medios locales un vecino que solía pasar por el local todas las semanas. “Lalit era muy respetuoso, su hermano Bhavnesh también. Eran personas que cualquiera invitaría a su casa”, agregó.
Un inquietante hallazgo
La tragedia salió a la luz cuando un vecino cercano, alarmado porque la tienda de la familia no abrió a primera hora de la mañana como de costumbre, se acercó a la casa.
La puerta principal estaba entreabierta y decidió entrar. Allí, descubrió los diez cuerpos que colgaban de una rejilla de hierro que atravesaba el techo del salón principal. Estaban alineados, con los ojos vendados, la boca tapada con trapos y las manos y pies atados.

La abuela Narayani fue encontrada muerta en otra habitación. No había signos de lucha ni de ingreso forzado. Tampoco faltaba dinero, joyas u otros objetos de valor, por lo que se descartó un robo.
La policía llegó al lugar en cuestión de minutos y la escena desconcertó a los efectivos. Las posiciones de los cuerpos, la forma en que estaban atados y la ausencia de pruebas de violencia externa dificultaban la comprensión de lo que había ocurrido.
Los diarios del horror
Durante el allanamiento de la casa, los investigadores encontraron algo clave: once diarios escritos a mano por Lalit Chundawat, el hijo menor de la matriarca. Esos cuadernos detallaban una serie de rituales espirituales que la familia debía realizar para recibir la bendición de los ancestros y obtener protección divina.
Las anotaciones eran minuciosas: Lalit describía cómo debían colocarse todos los miembros, cómo atarse las manos y cubrirse los ojos, y qué mantras debían recitar. Según los investigadores, los Chundawat creían que ese ritual los salvaría de las dificultades económicas y de los “malos espíritus” que, según el hijo menor, los acechaban desde la muerte de su padre años atrás.
Uno de los detalles más inquietantes fue que Lalit parecía estar convencido de que el espíritu de su padre lo guiaba. En sus escritos, aseguraba recibir instrucciones directas de él. En esta línea, se cree que este convencimiento habría sido tan fuerte que el resto de la familia accedió a seguir sus indicaciones sin cuestionamientos.
Finalmente, las autopsias revelaron que todos los integrantes de la familia murieron por asfixia y no había señales de forcejeo. Las pruebas forenses confirmaron que todos participaron voluntariamente del ritual que terminó en tragedia.

La fiscalía concluyó que Lalit fue el principal responsable de la planificación y cerró el caso. A pesar de ello, los investigadores no encontraron indicios de que él hubiera querido matar a su familia.
Si bien lo que ocurrió realmente aún es un misterio, la hipótesis final es que todos creían que, al realizar el ritual, los ancestros los salvarían en el último momento. “No era un suicidio colectivo en el sentido estricto: estaban convencidos de que sobrevivirían”, explicaron las autoridades.
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A más de siete años de la tragedia, el caso de las muertes de Burari sigue siendo uno de los más impactantes de la historia contemporánea de India. El caso inspiró documentales y series, entre ellas la producción de Netflix “House of Secrets: The Burari Deaths”, que reconstruye las últimas semanas de la familia.
Mientras tanto, la casa de los Chundawat permanece vacía. Algunos vecinos aún aseguran que es un lugar “maldito” y evitan siquiera mirar hacia adentro. Otros la ven como un triste recordatorio de cómo una familia aparentemente feliz puede esconder un oscuro secreto.