Donald Trump se juega gran parte de su presidencia en Irán. Más allá de que su vice se empeñe en afirmar que Estados Unidos “no está en guerra”, el presidente republicano rompió la piedra angular de su visión geopolítica: evitar a toda costa arrastrar al país a un nuevo conflicto bélico en Medio Oriente, que podría causar perdidas de vidas y recursos valiosos para el país.
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El mandatario cuestionó siempre el rol de EE.UU. en las guerras de Irak y Afganistán. Ahora, con su contundente ataque contra tres plantas nucleares iraníes, apuesta el futuro de su presidencia a un plan que dejó al mundo al borde de una guerra regional en el área más explosiva del planeta.
“Trump se juega todo, se juega absolutamente todo. Esto, por supuesto, ha producido una disonancia con la marca de MAGA (Make America Great Again), que rechaza los conflictos que no son de interés estratégico de los Estados Unidos. Obviamente va a haber incidencias" internas, dijo a TN el analista boliviano Erick Fajardo, consultor en comunicación política radicado en los Estados Unidos y asesor del condado de Arlington (Virginia).
La reacción de Irán marcará el futuro del conflicto
Irán respondió con una nueva ola de amenazas. El presidente Masud Pezeshkian habló con su par francés, Emmanuel Macron. “Los estadounidenses tienen que recibir una respuesta a su agresión”, dijo citado por la agencia de noticias oficial Irna. No habló en ningún momento de volver a las negociaciones sobre su programa nuclear, como exige Trump.
El Parlamento iraní pidió oficialmente cerrar el estratégico “Estrecho de Ormuz”, por donde pasa casi el 30% del tráfico de petróleo del mundo. Si Teherán mina sus aguas paralizará la circulación de los buques cisternas que llevan el crudo de Arabia Saudita, Bahréin, Kuwait y los Emiratos Árabes Unidos. El precio del barril podría llegar a valores inéditos.

Pero esa no es su única carta. Su arsenal bélico, fuertemente debilitado tras 10 días de incesantes bombardeos israelíes, aún puede causar daño no solo a Israel, sino también a los intereses y objetivos estadounidenses en el área. Un ataque de este tipo obligaría a Trump a involucrarse aún más en el conflicto.
Estados Unidos mantiene decenas de miles de soldados en distintas bases militares desparramadas en la región.
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De hecho, posee su 5ª Flota estacionada en Bahréin. También cuenta con bases permanentes en Kuwait, Qatar y los Emiratos Árabes Unidos. Analistas alertan que Irán podría además bombardear objetivos petroleros sauditas, como ocurrió en 2019, cuando los rebeldes hutíes se atribuyeron un ataque a dos importantes yacimientos del reino. Entonces todos los ojos se posaron en Teherán, responsable de armar y financiar a los insurgentes yemeníes. Usar a su grupo proxy de Yemen para el trabajo sucio podría ser una opción.
Irán está debilitado, pero aún puede causar daño. Está cada vez más solo y acorralado. Perdió a su aliado sirio con la caída de Bashar Al Assad, aunque mantiene fuertes lazos militares y económicos con Rusia y China. Más allá de eso, recurrir a la miliciana libanesa Hezbollah no sería una alternativa amenazante. El grupo islámico fue diezmado por meses de guerra con Israel, al igual que Hamas en Gaza.
A mediano plazo, si el gobierno de los ayatolás sobrevive, Irán podría retirarse del Tratado de No Proliferación Nuclear, como hizo en su momento Corea del Norte, y trabajar sin supervisión internacional alguna en un nuevo programa nuclear.
Cómo impactará la guerra en la presidencia de Trump
Estados Unidos ya está involucrado de lleno en la guerra. Ahora, apostará a que sea breve.
El influyente diario estadounidense The Washington Post escribió que todo lo que suceda de ahora en más tendrá “profundas consecuencias” para la presidencia republicana.

“Si Irán se debilita lo suficiente como para no poder tomar represalias significativas, Trump habrá asestado un golpe a un viejo adversario que enviará un mensaje a China, Rusia y otros rivales globales de que no dudará en usar la fuerza militar cuando sea necesario”, afirmó el periódico.
Pero hay una segunda opción: que Irán contraataque con lo que le quede de su arsenal bélico, sus grupos proxy y su probada capacidad de hacer año a intereses estadounidenses o israelíes en el mundo, como ya sucedió con la AMIA en la Argentina.
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“Si Irán no acepta la paz según los términos de Trump (...) abrirá la puerta a un conflicto mucho más profundo y potencialmente más prolongado. Esta perspectiva ya está indignando a algunos miembros de su base política”, dijo el prestigioso diario de la capital estadounidense.
A muchos de sus seguidores les inquieta la posibilidad de una nueva y extensa guerra en Medio Oriente. Irán no es Irak y muchos menos Afganistán. Es una potencia bélica regional que ha demostrado su gran capacidad de proyectar su poder más allá de sus fronteras.
La alarma comienza a sonar en Washington. "Estados Unidos corre un gran riesgo de verse arrastrado a otra guerra de cambio de régimen que podría hundirlo en Medio Oriente durante décadas”, dijo Rosemary Kelanic, directora del programa para Medio Oriente de Defense Priorities, citada por el diario norteamericano.
Para Fajardo, Trump no tenía otra alternativa. “No empezó ni terminó nada. Lo que hizo fue empujar a Estados Unidos a enfrentar el elefante en el cuarto. Desde hace 40 años (tras el asalto a la embajada estadounidense en Teherán y la consiguiente toma de rehenes en 1979) hay atentados y una retórica beligerante. Irán trata de estar listo para tener capacidad nuclear plena. La amenaza estaba ahí latente”, concluyó.