Una ola de emoción recorre los pasillos del Aeropuerto Internacional Jorge Chávez, en Lima (Perú), donde la prensa de todo el mundo desembarca para cubrir lo que ya es una noticia histórica: la elección del nuevo papa, León XIV, antes conocido como el padre Robert Prevost.
Tal como comprobó TN en una cobertura especial, la conmoción es aún más palpable en Chiclayo, la ciudad norteña donde Prevost ejerció como sacerdote por casi dos décadas y donde hoy, para muchos, no hay dudas: “El papa es peruano”.
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Los medios de comunicación, locales e internacionales, se instalaron desde temprano en las calles Chiclayo, que no solo es conocida como la “Ciudad de la Amistad” por su gente afectuosa y hospitalaria, sino que ahora también se enorgullece de haber sido hogar del nuevo pontífice.

Las gigantografías aún despiden al papa emérito Francisco, pero ya comenzaron a levantarse las primeras imágenes de León XIV, con leyendas como “Chiclayo bendecido” y “El papa del pueblo”.
“Los peruanos no nos esperábamos que se nombre a Robert como papa. Pero para nosotros, ya era uno de los nuestros. Es nacionalizado por amor, por convicción”, dice un periodista local mientras comparte un mate con el periodista Gustavo Tubio.
Y no es para menos: Robert Prevost dejó en Chiclayo mucho más que misas y homilías. Durante la pandemia, cuando el sistema de salud colapsaba, organizó la instalación de dos plantas de oxígeno, caminaba por las calles con una cruz junto a otros párrocos, y celebraba misas al aire libre para las siguieran quienes no podían salir de sus casas y acercarse a la iglesia.
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“La gente lo quiere porque es un cura de calle. No esperaba que los fieles vinieran, él iba donde estaban ellos”, recuerda una vecina.
El trabajo de Prevost con comunidades vulnerables fue notable, especialmente con migrantes venezolanos, a quienes no solo les ofrecía palabras de consuelo, sino también un plato de comida y un techo. “Él armó un comedor para ellos, ahí nomás, a la vuelta, y los atendía personalmente. Era humilde, generoso, caritativo”, agrega la vecina.

Muchos en Chiclayo comparan su estilo con el de Francisco. “No hay dudas de que es su continuación”, coinciden en los cafés, en los templos, en las calles. “Lo llamaban el padre Roberto. Así, con cariño, como si fuera de la familia. Y aunque aún tiene ese tonito norteamericano, habla un español claro y cercano“, destacan.
Mientras tanto, en Lima, la política muestra sus matices. La presidenta Dina Boluarte no asistirá a la ceremonia de asunción en el Vaticano. El Congreso le negó el permiso para viajar en medio de una grave crisis de seguridad. “No era oportuno que estuviera fuera del país mientras acá se multiplican los asesinatos por sicariato y las extorsiones”, explica un periodista limeño.
La situación refleja una realidad compleja que contrasta con la alegría de la designación papal. “Perú está herido. Pero al menos hoy tiene un motivo para sonreír”, comenta un taxista camino a la plaza principal de Chiclayo.