Mientras se ultiman los detalles del imponente funeral del papa Francisco, los ojos del mundo se empiezan a posar sobre la preparación del próximo evento que marcará el futuro de la Iglesia y de su relación con los principales actores globales: el cónclave.
Aún sin una fecha de inicio, los cardenales que tendrán a su cargo la elección del nuevo papa fueron llegando al Vaticano durante la última semana para darle el último adiós a Francisco y prepararse para un encuentro de máxima trascendencia, marcado por las tradiciones, los simbolismos, la seguridad y las negociaciones de distintos sectores.
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Hay tantas especulaciones como candidatos y nombres en danza. Lo cierto es que, tal como coinciden distintos expertos en la Curia Romana consultados por TN, el Vaticano se enfrenta al dilema de continuidad del legado de Francisco o el regreso a un perfil conservador.
No todos los cardenales tienen derecho a voto en el cónclave
Aunque el Colegio Cardenalicio cuenta con 252 miembros, solo pueden votar aquellos menores de 80 años. Actualmente, hay 135 cardenales habilitados para participar del cónclave. El resto -los mayores- se desempeñan como asesores o participan en reuniones de negociación, pero sin derecho a voto.
Entre los cardenales electores hay cuatro argentinos: Mario Poli, Vicente Bokalic Iglic, Víctor Manuel Fernández (prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe) y Ángel Sixto Rossi. Todos fueron figuras cercanas a Francisco durante su pontificado.

Cerca del 80% de los votantes fueron nombrados por Francisco, quien durante su papado promovió una renovación del Colegio Cardenalicio, dándole voz a cardenales de regiones tradicionalmente relegadas como África, Asia y América Latina.
De esta manera, los que tienen derecho a voto provienen de 71 países y Europa ya no cuenta con la histórica mayoría que tuvo en los cónclaves. Mientras en la elección de Francisco en 2013 el 52% de los cardenales eran europeos, hoy representan el 39%. Por el contrario, los asiáticos pasaron de ser 10 cardenales en 2013 a 23 en la actualidad, similar a los africanos, que saltaron de 11 a 18.
Sin fecha de inicio confirmada
El cónclave debe comenzar no antes de los 15 días desde la fecha de muerte o renuncia del sumo pontífice, ni después de los 20. De esta manera, se espera que el cónclave comience entre el 6 y 11 de mayo.
En este plazo, los cardenales celebran las congregaciones generales, donde discuten los desafíos actuales de la Iglesia y perfilan posibles candidatos. En esas jornadas se multiplican las reuniones privadas, las discusiones informales y las negociaciones entre bloques ideológicos y geográficos.

Una vez que finalice el funeral de Francisco y sus restos descansen en la Basílica Santa María Mayor, el Vaticano se dispondrá a informar oficialmente la fecha del cónclave.
La votación y los procedimientos diarios
Una vez iniciado el cónclave, todos los cardenales dejan sus celulares, se aíslan del exterior y empiezan el proceso de debate y votación. Se alojan en habitaciones individuales en las viviendas de Santa Marta y desde ahí se trasladan a la Capilla Sixtina, donde se realiza el sufragio.
Pueden votar hasta cuatro veces por día: dos por la mañana y dos por la tarde. Para ser elegido papa, un cardenal necesita obtener una mayoría calificada de dos tercios. Si tras 30 votaciones no se llega a un resultado, se pasa a mayoría simple y se elige entre los dos más votado.
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La Capilla Sixtina se prepara especialmente para la ocasión. Se instala un sistema de estufas con doble chimenea para emitir el humo blanco o negro, se refuerza la seguridad en techos y paredes, y se colocan dispositivos para bloquear cualquier señal electrónica.
Incluso se inspeccionan todas las estructuras para evitar cámaras o micrófonos ocultos. Durante este tiempo, el acceso queda completamente cerrado para el público.
La histórica tradición de la vestimenta y el alojamiento
Los cardenales ingresan a la Capilla Sixtina con una vestimenta específica: sotana roja, roquete blanco y muceta color púrpura. El atuendo representa solemnidad, igualdad y obediencia ante el acto que están por llevar adelante. No se permite ninguna distinción de rango durante el cónclave.
Mientras dure el proceso de selección, los cardenales no salen de Santa Marta o la Capilla Sixtina. Allí duermen, comen -se sirven su propia comida- y mantienen conversaciones informales en los ratos libres entre votaciones. La Gendarmería vaticana controla el acceso al edificio, que permanece completamente cerrado al público y con vigilancia constante.
Una votación bajo máxima seguridad y antiespionaje
La elección papal es uno de los eventos más protegidos del mundo. Durante el cónclave, el Vaticano activa protocolos especiales de ciberseguridad, contrainteligencia y vigilancia física. Se instalan inhibidores de frecuencia para bloquear cualquier señal externa, y técnicos especializados revisan la Capilla Sixtina en busca de dispositivos de espionaje.
Además, los encargados de custodiar el proceso realizan juramentos de confidencialidad. Cualquier intento de romper el secreto del cónclave es considerado delito canónico grave y puede conllevar excomunión.
En la era de las redes sociales, la incomunicación es absoluta: ni llamadas, ni internet, ni contacto con el mundo exterior. La finalidad es garantizar que los cardenales voten libremente, sin presiones, influencias externas ni filtraciones. Es sabido que los distintos sectores de lobby buscan ejercer fuerte influencia.
El anuncio del nuevo papa
Tras cada ronda de votación, los cardenales depositan su papeleta con el nombre elegido en un cáliz especial. Luego, todas se queman todas en la estufa instalada en la Capilla Sixtina. Si no se alcanza una elección, el humo que sale es negro. Si hay acuerdo, se añade un compuesto químico que produce el humo blanco.

Cuando finalmente se elige al nuevo papa, el anuncio llega desde el balcón central de la Basílica de San Pedro con las palabras habemus papam. El nuevo pontífice aparece vestido de blanco, saluda a los fieles y da su primera bendición. En ese momento comienza un nuevo capítulo en la historia de la Iglesia.
Desde 2005 se introdujo una segunda estufa electrónica para garantizar la calidad del humo y evitar cualquier tipo de confusiones. La chimenea se instala temporalmente desde una pequeña ventana del techo de la Capilla Sixtina y queda a la vista de la Plaza San Pedro.
Las campanas de la Basílica suenan simultáneamente para confirmar la elección.