“Si te digo que estoy seguro de que hoy vamos a ganar, te estaría mintiendo, lo que estamos viendo es una moneda al aire que puede terminar cayendo para cualquier lado”, reconocía en diálogo con TN uno de los armadores políticos de uno de los dos partidos que este domingo se disputarán la presidencia de Uruguay por los próximos 5 años.
Sucede que, pese a que tanto en el Frente Amplio (FA) como en la Coalición Republicana -representada por el Partido Nacional (PN)- están convencidos que pueden ser los vencedores, nadie se anima a afirmarlo con énfasis. Los últimos sondeos mostraron resultados cada vez más ajustados, con variables que llegan a pronosticar un punto porcentual de diferencia, o menos.
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Yamandú Orsi del Frente Amplio obtuvo el 43,9% en octubre y apuesta a consolidar lo que las tendencias indican, de que está por encima de Álvaro Delgado del Partido Nacional, que acumuló el 26,8% en la primera vuelta pero que cuenta con el respaldo del Partido Colorado, Cabildo Abierto, el Partido Independiente y los verdes del Partido Constitucional Ambientalista.
Muchos recuerdan a lo que sucedió en 2019, cuando Luis Lacalle Pou (PN) se impuso a Daniel Martínez (FA) por una diferencia tan ajustada que tuvo que esperar recién hasta el jueves posterior a la votación para festejar oficialmente. El margen era tan pequeño que tuvieron que esperar al escrutinio final de la Corte para convalidar los resultados.
Los llamados “votos observados” fueron clave en aquel momento, y pueden serlo también ahora. Son los votos de aquellas personas que emiten el sufragio fuera del distrito donde les corresponde por ser autoridades de mesa, miembros de la fuerza de seguridad y cumplir algún rol específico en la elección. Son votos que llegan con delay y que, en total, acumulan entre 30 y 35 mil.
Teniendo en cuenta que el padrón habilitado para votar es poco mayor a los 2,7 millones de uruguayos y que la diferencia de muchas encuestadoras están midiendo es de algo más de un punto porcentual (lo que equivaldría a 27 mil personas), el llamado “voto observado” puede volver a jugar un rol preponderante este domingo. Desde ambas campañas reconocen que si el resultado provisional es muy ajustado, tendrán que esperar al escrutinio definitivo.
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Tan importantes serán como los indecisos. Tal como indican las últimas proyecciones de Equipos Consultores, al momento hay un 7,1% del padrón que no sabe por quién votará. Una cifra alta si, una vez más, se tiene en cuenta que con uno o dos puntos puede volcarse la elección para uno o el otro bando. Es por eso que los dos partidos salieron con fuerza a la calle en los últimos días para tratar de seducir a aquellas personas que plantean interrogantes a la hora de poner el sobre.
Este voto de los indecisos impulsó lo que en Uruguay empezaron a llamar el “voto silencioso” en la última semana. “Es una tesis que está siendo impulsada por el oficialismo y no es descartable que suceda, pero no aparecen elementos objetivos para indicar que se pueda dar en una forma mayoritaria”, explicó a TN el sociólogo Eduardo Botinelli, director de FACTUM.
En la misma línea, Mauro Casa, politólogo y magíster en políticas públicas por la University of London, adhirió a que responde “más bien a una expresión de deseo sin una hipótesis sólida” y que busca impulsar la “sensación de que mucha gente que se está manifestando como indecisa en las encuestas en realidad tiene el voto decidido por la coalición”. Es un voto que al caminar por las calles de Montevideo emerge de forma muy frecuente como tema de conversación.
Algo similar sucede con el “voto Buquebus”, como se cataloga a los uruguayos que viven en la Argentina y viajan para emitir su voto. Uruguay no permite la elección desde el exterior. Tanto el Frente Amplio como el Nacional activaron mecanismos de estímulos para que sus votantes obtengan descuentos en los pasajes y crucen el Río de la Plata. Se calcula que hay más de 150.000 uruguayos en territorio argentino.
En unas elecciones tan reñidas, como anticipan las encuestas y admiten desde los propios equipos de campaña, todas estas variaciones hacen que el resultado final sea incierto. Lo concreto es que Uruguay a partir del 1° de marzo del próximo año tendrá un nuevo presidente que, sea quien sea, no cambiará drásticamente el rumbo por el que transita actualmente el país.