Ucrania sangra, grita y resiste. Pide que el mundo no la olvide. Pelea contra el desgaste y las lógicas a veces mezquinas del interés fluctuante en su tragedia. Busca evitar el destino de muchas guerras normalizadas, mientras cuenta decenas de miles de muertes entre militares y civiles. Con el recrudecimiento de las tensiones en el frente de Kharkiv, el costo del conflicto que registra ya dos años y tres meses de invasión a gran escala, se vuelve insoportable. Aún así, incluso en los rincones más diezmados, la salida para los ucranianos parece reducirse a una sola opción: la victoria, cueste lo que cueste.
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En el pueblo Posad-Pokrovske, en la región de Jerson, hay más restos de misiles que habitantes. Al entrar, se exhiben carteles que dan cuenta del inicio de la “reconstrucción”. Vale expresarlo entre comillas porque el lugar, que supo ser el epicentro de la línea de frente en el Sur, sigue siendo asediado por misiles y drones que impactan allí o en localidades cercanas en un día cualquiera. Pero el afán de resistir y luchar por permanecer se expresa en cada uno de los testimonios de quienes, aún perdiendo todo, decidieron quedarse.
La primera postal con la que el pueblo recibe a cualquiera que lo visite es la de su edificio más grande, la Casa de la Cultura, reducido hoy a escombros y restos de instrumentos, escenarios y salas que supieron ser un lugar de encuentro para la comunidad. Apenas comenzaron los ataques y combates en la región, el edificio devino en refugio. Y fue precisamente ese lugar, donde muchos encontraban resguardo cuando decenas de misiles impactaron en el pueblo, el que las tropas rusas decidieron asediar hasta dejarlo reducido a nada.
En este pequeño poblado agrícola, se encuentran historias como la de Valentyna Yevchuk, que dio a luz apenas comenzó la invasión y cría hoy a su pequeño hijo Maxim, de dos años, en ese rincón diezmado del país. Luego de haber perdido su casa por los ataques, vive con sus niños y su mamá en la casa de un vecino que decidió dejar el pueblo: “Nunca nos imaginamos que esto iba a pasar. No creímos que iba a venir la guerra. Desde el principio tuve depresión y obvio que quería irme a algún lado, pero de alguna manera, te acostumbras a esta vida”.
Aunque se muestra fuerte, se quiebra al hablar de las consecuencias que la guerra ha tenido para su hijo y asegura que el temor a que el presente pueda ser incluso peor, la acompaña todos los días. “Él tiene miedo de todo, hasta de la gente. Especialmente, le teme a los aviones, a las máquinas. Y cuando tiene miedo, se golpea la cabeza porque algo no está bien para él”.
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En el mismo pueblo, Natalyia Zapotochna, junto a su marido y sus tres hijos, intentan ponerse de pie luego de que un ataque ruso destruyera la casa que habían comprado poco antes de comenzada la invasión a gran escala. “El día que nos dieron el corredor para evacuar, (los rusos) no respetaron. Hubo disparos. Pensaba que ya no nos íbamos a ir, pero nos llamaron para ir rápido, porque había un autobús de la sanidad infantil para evacuar. Salimos con los documentos en una caja, agarré a los niños pequeños, y mi marido se quedó. La niña más chiquita, que tenía tres, salió con los ojos cerrados, y decía todo el tiempo “mamá, yo no tengo miedo, no tengo miedo”, recuerda. Cuando le preguntamos cómo se imagina el final, dice: “‘¿La victoria? La victoria va a ser la felicidad. No puedo imaginar lo que haría…Sólo ser feliz. Sólo ser feliz”.
Las cifras del horror
“Hasta hoy, tenemos más de 128.000 investigaciones por crímenes de guerra en nuestro país. Hemos identificado a 580 sospechosos y 114 han sido condenados”, señaló en diálogo con TN.com.ar el procurador general del país, Andrei Kostin. Los crímenes de guerra engloban varias formas de agresión: bombardeo indiscriminado a civiles y ejecuciones sumarias, tortura, confinamiento ilegal, deportaciones masivas de ucranianos a territorio ruso y violencia sexual.
Ucrania también investiga como crímenes de guerra el asedio contra el medio ambiente y los ciberataques. Para tomar dimensión de la sistematicidad de los ataques, basta solo con considerar los datos recientes. Solo en abril y mayo de este año, las fuerzas rusas han bombardeado más de 1600 objetivos civiles. Y hasta ahora, en la invasión a gran escala, fueron atacados 161.700 edificios (incluida infraestructura estratégica) y 12.300 civiles fueron asesinados, conforme a los datos proporcionados por las autoridades ucranianas.
Con todos estos registros, Kostin asegura que hay elementos para investigar un “intento genocida” detrás de esta guerra. Las declaraciones del procurador coinciden con las brindadas también a este medio por Dmytro Kuleba, el canciller ucraniano, quien dijo: “No nos matan por ser enemigos, nos matan por ser ucranianos”.
En esa misma línea, Kostin asegura: “Los funcionarios rusos y sus propagandistas en reiteradas ocasiones han expresado que el objetivo de la maquinaria de guerra del Kremlin es la total destrucción de Ucrania. Estas y otras aseveraciones, junto con los elaborados y planificados crímenes de guerra de Rusia, son indicadores de un intento genocida”.
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Entre los crímenes más graves denunciados ya en instancias internacionales está la deportación ilegal de niños ucranianos a territorio ruso o territorios ocupados por Rusia. Aunque algunos de ellos fueron devueltos luego de intensas gestiones, Ucrania denuncia la deportación forzada de 19.500 niños y adolescentes. Según lo relevado, los menores no solo son separados de sus familias, sino que también se les miente sobre el destino de sus padres, se les impone la nacionalidad rusa y, en algunos casos, son dados en adopción.
Recientemente, Rusia logró dar un golpe claro en el suministro energético. Cuando TN.com.ar estuvo en el lugar, los ataques habían causado un apagón total de este a oeste en las principales ciudades ucranianas. Sobre el asedio a la infraestructura estratégica del país, el procurador general destaca que estos golpes sistemáticos al funcionamiento del país son parte del esfuerzo por desgastar a la población civil: “La naturaleza masiva y sistemática de los crímenes de Rusia indican que hay una política deliberada que apunta a destruir a los ucranianos y a desmantelar a Ucrania como Estado”.