Este domingo, dos activistas le arrojaron sopa a La Gioconda, la obra maestra de Leonardo Da Vinci que se encuentra expuesta en el museo del Louvre de París. Las mujeres buscaban reivindicar una alimentación sana y sostenible.
Las atacantes fueron capturadas por los visitantes que se encontraban en el lugar. En las imágenes se puede observar como lanzaron el líquido de color naranja y enseguida traspasaron las barreras de contención que rodean el cuadro.
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Tras ello, se quitaron los abrigos y mostraron las remeras que llevaban puestas con la insignia Riposte alimentaire (respuesta alimentaria), cuyo nombre lleva la organización de la que forman parte. “¿Qué es lo más importante? ¿El arte o el derecho a una alimentación sana y duradera? Nuestro sistema agrícola está enfermo”, gritó una de ellas.
El grupo se atribuyó el accionar y sostuvo que las responsables son dos mujeres de 24 y 63 años quienes, a través de su “acción no violenta exigen el establecimiento de una Seguridad Social Alimentaria Sostenible”.
Riposte alimentaire denuncia que en Francia “una de cada tres personas se salta las comidas por falta de medios” mientras que “al mismo tiempo, se desecha el 20% de los alimentos producidos”.
La Gioconda, también conocida como la Mona Lisa, es considerado el lienzo más famoso del mundo. En mayo de 2022 fue víctima de otro acto vandálico cuando le arrojaron una torta de crema. Sin embargo, ni en esta ocasión ni entonces sufrió daños debido al cristal que la protege el cual, incluso, es a pruebas de balas.
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Los vidrios en las obras de arte del Louvre comenzaron a aplicarse en 1907, luego de que una mujer acuchilló un lienzo de Ingres en nombre del anarquismo. Desde entonces, las grandes piezas del museo parisino son protegidos por “vidrios de diamante” de la casa Saint-Gobain, la misma que desarrolló los cristales de la famosa pirámide inaugurada en 1988.
En el caso del vidrio de La Gioconda, su cotización estimada ronda los US$2.5 billones y se instaló en 2005. A partir de aquel momento la obra se encuentra alojado en el Salón de los Estados, donde tiene una pared para ella sola. A su alrededor hay pinturas venecianas notables como “Las bodas de Caná” de Veronese.
Incluso, está separada del público por estrictos protocolos de seguridad, por lo que ver los detalles de la obra maestra de Da Vinci que surcan la pintura es casi imposible.
Llegó allí tras haber pasado por la Sala Rosa y la sobrecargada Sala Carré, donde estuvo ausente durante dos años tras el famoso robo, ocurrido el 21 de agosto de 1911, del italiano Vicenzo Peruggia.
