Stockton Rush, Shahzada Dawood y su hijo Suleman Dawood, Hamish Harding y Paul-Henri Nargeolet, fueron los cinco tripulantes que se subieron al submarino Titan para sumergirse en las profundidades del mar y ver los restos del Titanic, pero que nunca regresaron.
El submarino partió hacia su aventura bajo el mar el pasado 18 de junio, pero después de varios días de búsqueda e incertidumbre, confirmaron que finalmente había implosionado, provocando la muerte de cada uno de ellos.
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Suleman, el joven de 19 años, llevaba consigo un cubo de rubik, tal vez para pasar el tiempo que tardaba llegar hasta su objetivo y así no aburrirse. Mientras que su padre llevaba una cámara Nikon para fotografiar la increíble vista de la vida bajo el mar.
Sin embargo, todo cambió una hora y 45 minutos después de la inmersión, cuando desde la Guardia Costera anunciaron la pérdida total de comunicación con los tripulantes.
En ese momento, Christine Dawood, esposa de Shahzada y madre de Suleman, se acercó al puente donde permanecían los supervisores del descenso del Titan. Ellos le afirmaron que si permanecían más de una hora sin poder comunicarse, abortarían la inmersión y el sumergible podría volver a la superficie. Pero eso nunca pasó.
“Yo también miraba hacia el océano, por si acaso podía verlos salir a la superficie”, afirmó Christine según precisó The New York Times.
Luego, la mujer recordó que junto a su marido participaron de una expedición de Nargeolet, donde hizo una presentación de sus 37 inmersiones anteriores en el Titanic. Tras la conferencia, Christine dijo que su esposo se mostró maravillado y expresó: “Dios mío, esto es genial”. “Se lo estaba tragando todo. Se le iluminaba la cara al hablar de todas estas cosas”, agregó.
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Cómo fueron los preparativos para sumergirse en las profundidades del océano
Los buzos debían presentarse en cubierta a las 5 de la mañana. Una vez ahí, participaron de una reunión informativa donde se habló del plan y las responsabilidades. Mientras tanto, iban concluyendo los últimos preparativos para sumergirse en la inolvidable experiencia, la cual comenzaría a partir de las 7.30 de la mañana.
Los Dawood llevaban su traje de vuelo OceanGate, con pantalones impermeables, chaqueta impermeable naranja fluorescente, botas con puntera de acero, salvavidas y casco.
Por su parte, Stockton Rush, el CEO de la empresa OceanGate, les había aconsejado una “dieta baja en residuos” el día interior a la aventura. Además, tenían prácticamente prohibido beber café durante esa misma mañana.
En cuanto a la vestimenta, les recomendaron llevar medias gruesas y un gorro, por el frío que sentirían cuando se adentraran. El Titan comenzó a descender, a unos 25 metros por minuto, de una forma tan lenta que casi no se percibía ningún movimiento.
Sin embargo, los tripulantes estaban advertidos ya que les dijeron que no esperaran ver nada a través del ojo del buey o de las cámaras una vez que el sumergible comenzara a descender, porque los focos estarían apagados para ahorrar batería. La misma la aprovecharían para disfrutar de los restos del Titanic. Las luces del interior también permanecían apagadas.
En plena oscuridad del océano, solo iluminaban las pantallas de la computadora y las lapiceras luminosas que utilizaban para ir registrando el descenso en un papel. Un descenso del que nunca volvieron.