Una jubilada creyó que su celular estaba roto porque sus hijos no le contestaban los mensajes y decidió llevar el teléfono para arreglarlo. Sin embargo, el técnico descubrió lo que en realidad estaba pasando: la tenían bloqueada.
La protagonista de esta historia es Aurora Hernández, una mujer oriunda de México que acudió a un local de tecnología para averiguar qué pasaba con su teléfono móvil.
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En el video, que quedó registrado por las cámaras de seguridad del negocio, se puede observar a Aurora mientras le comenta a uno de los empleados el problema que tenía con el dispositivo.
El vendedor, al darse cuenta de que la clienta no entendía mucho de tecnología, intentó estafarla y le pidió una elevada suma de dinero para arreglarlo. Al no poder pagar esa cantidad de plata, ella decidió retirarse.
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Afortunadamente, otro chico que se encontraba en el local de al lado escuchó todo lo que pasaba y le pidió su celular. “Fui con ese muchacho y me cobraba un montón. Yo no tengo ese dinero, yo lo que quiero es hablar con mis hijos”, le comentó angustiada la anciana por la situación.
Además, sostuvo: “Tengo más de un año que mis hijos no me contestan y yo digo ‘¿qué pasa?’, el celular es el que no sirve. ¿Cómo no me van a hablar mis hijos?”.
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Al escuchar estas palabras, el técnico le pidió que dejara su teléfono en el local, que no se preocupara por el precio y que regresara en unos días para retirar el dispositivo.
Cuando ella se retiró, el vendedor inmediatamente se dio cuenta de que el teléfono no tenía ningún problema. Por esta razón, el joven decidió comunicarse con los familiares para avisarles sobre la situación.
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“Hola, mucho gusto. ¿Aurora Hernández es tu mamá? Yo trabajo en la Plaza de la Tecnología. Me trajo un celular a arreglar porque no funciona. Lo único que quiere es hablar con ustedes. No sé si lograré hacerle ese milagro. Les doy mis datos y todo por si gustan venir a verla”, le manifestó el comerciante a uno de los hijos de la mujer.
Uno de los hijos la fue a visitar y fueron a buscar el celular juntos
Pocos días después, la señora regresó a retirar el celular junto a uno de sus hijos, que finalmente decidió comunicarse con su madre e ir a visitarla. “No entraban las llamadas”, le dijo el empleado para ocultar la triste realidad de que no la querían atender.
“¿Cuánto le debo?”, le preguntó Aurora mientras le agradecía. “No me debe nada”, le contestó al vendedor. Al final, la jubilada decidió comprarle algo del local como forma de agradecimiento.