“No hablemos por teléfono, juntémonos dentro de una hora y media frente a la terminal Biobío en la calle Lautaro”. De esta forma terminó la conversación con un entrevistado con TN luego de un muy escueto intercambio de mensajes por Whatsapp. Temen ser vigilados a toda hora del día y en cualquier lugar.
Esta es otra de las caras de un conflicto en el sur de Chile que no cesa a pesar del despliegue militar anunciado por el presidente Gabriel Boric hace una semana. Todos los líderes de las comunidades y las personas que de alguna manera u otra se ven involucradas en esta situación sienten que son espiados a cada paso.
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Durante cinco días en la ciudad de Temuco, capital de la Araucanía -una de las regiones donde se concentra el conflicto y la mayoría de los ataques-, TN pudo constatar cómo la tecnología es vista con recelo y los celulares quedan de lado para darle lugar a los encuentros cara a cara a la hora de realizar un contacto.
La desconfianza de las comunidades
“Las comunidades desconfían del celular, de los mensajes y los llamados, necesitan tener una reunión presencial para conocerlos y luego evaluar si los reciben en sus casas”, explica Aucan Huilcaman, líder mapuche de la ciudad de Temuco y titular de la agrupación Consejo de Todas las Tierras.
Esto explica por qué las respuestas a los mensajes pueden demorar hasta días o las llamadas muchas veces no son contestadas. Es cierto que en muchas zonas hacia el interior de la región la señal puede desaparecer, pero la desconfianza por ser espiados es el motivo principal de la baja interacción virtual.
Sin revelar la identidad por cuestiones de seguridad, uno de los líderes de una comunidad de la provincia de Malleco se reunió con TN para evaluar la posibilidad de pautar una entrevista. Minutos después se vería con funcionarios judiciales de la provincia. Según relató esta misma persona, al ingresar a la oficina le preguntaron con quién se había reunido.
“Claro que sentimos que nuestros teléfonos están pinchados o que nos siguen por las cámaras”, cuenta un integrante de otra comunidad al costado de la ruta 5, la principal ruta del país, para luego agregar: “Incluso cada 15 días un helicóptero sobrevuela la comunidad y sabemos que hay drones controlando a diario”, relata en tono de reclamo.
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Consultados por este artículo, desde Presidencia y Defensa chilena evitaron hablar de teléfonos intervenidos e inteligencia individual, aunque sí confirmaron que “existe una lógica investigación para tratar de prevenir los ataques y cuidar a la población que reside en la zona”. También las hay para las causas judiciales en curso.
Pedido de credencial y referencias para poder hablar
Esta situación no es exclusiva de la comunidad mapuche. Muchas de las víctimas también tienen recelo de hablar por teléfono o a través de las aplicaciones de mensajería. “¿Quién le pasó mi número?”, es la primera pregunta que hacen al responder el chat. Si la referencia es conocida, la conversación sigue. Si desconfían, dejan de contestar o piden una reunión cara a cara.
Hay situaciones en la que incluso es necesario enviar una foto de la credencial de prensa junto con una selfie para validar que es la misma persona. Y si eso no es suficiente, también piden constatarlo con otros trabajos periodísticos que ratifiquen la identidad de la persona.
“Nuestra vida corre riesgo y no sabemos quién es la persona que está del otro lado del teléfono”, cuenta, asustada, una persona que pidió no ser identificada y habló con TN de espaldas a la cámara por temor a represalias. “Es como nos toca vivir, pero es necesario hablar para que se conozca esta situación”, sentenció.