Ese día, el 11 de septiembre de 2001, cambió mi carrera profesional. Yo estaba en Manhattan circunstancialmente y el destino hizo que fuera el único periodista de la televisión argentina presente allí. Por lo tanto, esa cobertura significó una enorme responsabilidad, no solamente porque tuve la noción clara, como tuvimos todos de que ese día cambiaba la historia del mundo, de que ese día comenzaba el siglo XXI, sino porque también todos tuvimos la convicción de que estábamos en presencia de un hecho único e irrepetible, del cual me impacta hoy, a 20 años, ver cómo los colegas y la gente lo recuerdan.
A penas empecé a transmitir, hice una pausa de 10 o 15 segundos. Fue debido al estremecimiento enorme que me produjo empezar a hablar del tema. Había estado en el Ground Zero y me había impactado ver el nivel de destrucción. Había visto a la gente llorando, a la gente huyendo. Era algo que nadie había imaginado que alguna vez podía pasar, yo tampoco, que había vivido en Nueva York.
Me trae el recuerdo del impacto emocional que me había producido todo lo que sucedía y que requería un esfuerzo profesional importante para mantener la calma, la serenidad y la capacidad de descripción y de narración de todo lo que habíamos vivido.
Era una situación tremenda, vi la gente caer de los edificios, y en los días posteriores fui al lugar donde estaban los cadáveres. Así que tenía noción clara de lo que había pasado y de lo que estaba pasando, de la impotencia, de no saber cuántos se habían muerto, de no saber cuántos se habían salvado, de no saber qué iba a pasar con los heridos. Y como además yo conocía a algunos de los médicos muy amigos míos que estaban trabajando allí, sabía efectivamente el drama que se vivía. Era algo impensado, para una Nueva York que tenía en aquel momento un aspecto espectral.
Recuerdo dos cosas de la calle: cuando salí del lugar de transmisión donde hicimos el primer vivo para TN y eltrece -el lugar en donde estaba transmitiendo estaba a 15 cuadras del lugar-, me impactó ver a Broadway absolutamente desierto. Pasó un colectivo y el chofer lo detuvo en la esquina hacia la cual yo me dirigía, se bajó y me acuerdo que me preguntó “señor, ¿Qué está haciendo usted?”, y yo le dije “soy periodista, estoy yendo hacia la zona de Ground Zero”. Y me dijo “súbase a mi colectivo porque hoy yo no voy a llevar a ningún pasajero más”. Así que esa soledad, esa Broadway desierta es inolvidable, así como es inolvidable haber visto a la gente huyendo, caminando por los puentes en lo que parecía una película de ciencia ficción.