El viernes 13 de junio, April Schmitt regresó a Pittsburgh tras un agotador viaje de trabajo de 17 días en Los Ángeles. Sin embargo, lo que parecía ser el final de una odisea de vuelos retrasados y conexiones perdidas, se convirtió en una nueva pesadilla cuando perdió el diamante de su anillo de compromiso en el aeropuerto.
Mientras retiraba su valija del carrusel de equipaje, su mano quedó atrapada, y al llegar a su casa, se dio cuenta de que el diamante había desaparecido. “Fue devastador. Me sentí enferma al instante”, recordó Schmitt.
Leé también: Un hombre se fracturó el pene mientras practicaba la postura sexual “más peligrosa del mundo”
Desesperada, Schmitt regresó al aeropuerto para buscar su preciada joya. Cuatro empleados del departamento de mantenimiento se unieron a la búsqueda, al iluminar cada rincón del carrusel con linternas y al levantar paneles en un intento por encontrar el diamante perdido.
“Era un laberinto de acero”, describió Tom Riordan, ingeniero estacionario. A pesar de sus esfuerzos, Schmitt se fue a casa sin éxito, pero los trabajadores no se dieron por vencidos.
Cuatro horas después, la llamada que Schmitt no esperaba llegó: habían encontrado el diamante. “Dos palitos de pintura pegados, raspando la suciedad debajo del carrusel, así lo encontraron”, explicó Riordan.
Un final feliz y una lección de humanidad
La noticia dejó a Schmitt sin palabras. “Literalmente, mi mandíbula cayó. Estaba extasiada”, expresó. La historia no solo recuperó su anillo, sino también su fe en la humanidad. “Estos hombres no sabían nada de mí, pero estaban comprometidos a hacer lo correcto”, dijo emocionada.
El electricista Steve Turkaly, parte del equipo de búsqueda, comentó: “Ver la expresión en su rostro hizo que todo valiera la pena”.
Leé también: Infidelidad al descubierto: una mujer atrapó a su esposo con su amante en una camioneta y lo grabó
En una coincidencia curiosa, el anillo había sido un regalo de compromiso un viernes 13, y fue perdido y encontrado en otro viernes 13, un día que muchos consideran de mala suerte.
Esta historia es un recordatorio de que, a veces, los milagros ocurren gracias a la bondad y dedicación de personas desconocidas.
