Arlin, de Murrieta, California, vivió con un tumor del tamaño de un melón durante más de una década. El mismo se desarrolló en la parte trasera de su cuello y creció hasta tener el tamaño de una sandía.
Al hombre, de ahora 33 años, le empezaron a salir “pequeños bultos” en la parte posterior de la cabeza cuando tenía 15 años, debido a una enfermedad llamada hidradenitis supurativa.
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Esta afección dolorosa y prolongada causa bultos parecidos a forúnculos y cicatrices en áreas cercanas a las glándulas sudoríparas, como la ingle, las nalgas, los senos y las axilas, así como en la nuca, la cintura y la parte interna de los muslos.
Además de la hidradenitis supurativa, Arlin también comenzó a sufrir de anhidrosis, una afección en la que el cuerpo no puede sudar y corre el riesgo de sobrecalentarse peligrosamente.
En cuestión de tiempo, los bultos se convirtieron en una masa que goteaba pus y sangre con mal olor. A Arlin esto lo hacía sentir como un “monstruo”.
Cuando era adolescente, dejó de asistir a la escuela y cortó los lazos con supuestos amigos para escapar del acoso despiadado que sufría en la institución. Como consecuencia de esto, se sumió en una pofunda depresión y se alejó aún más del mundo.
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Los médicos le dijeron a Arlin que no podían eliminar el tumor, pero el hombre recibió la oportunidad de llevar una vida normal cuando conoció al Dr. Ryan Osborne.
El cirujano de cabeza y cuello pudo extirpar laboriosamente el tumor del cuero cabelludo de Arlin y cubrir la herida con un injerto de piel de su abdomen. Si bien el procedimiento transcurrió sin problemas, una enfermera en el quirófano se desmayó debido al olor pútrido que escapaba del tumor.
Después de la cirugía, el hombre dijo que ya se sentía mejor. “Tengo más energía , menos dolor, menos depresión”, explicó. Y afortunadamente, el cuerpo de Arlin no rechazó el injerto de piel de su cuero cabelludo.
