Una mujer de 59 oriunda de Tailandia tenía congestión nasal y se preocupó cuando un intenso dolor en la cara -sobre todo en la nariz- se extendió a lo largo de toda una semana. Al darse cuenta de que esa molestia no era normal, decidió acudir a una guardia para que la revisaran.
Al principio, pensó que se debía a un problema respiratorio causado por el exceso de polvo en el aire de su casa, pero después de ver que le salía sangre de la nariz se dio cuenta de que el problema era otro.
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Inmediatamente, la mujer se dirigió al Hospital Nakornping, ubicado en Chiang Mai -al norte del país- en donde la sometieron a múltiples revisiones antes de encontrar la insólita razón por la cual sentía la extraña molestia: tenía docenas de gusanos saliendo de las fosas nasales.
Ante el insólito diagnóstico, un equipo médico se encargó de atender a la víctima y procedieron a realizarle un estudio con un endoscopio para determinar la gravedad de su condición. Ahí, lograron corroborar que tenía más de 100 larvas que se alojaban en el interior, de acuerdo a lo que informó Mirror.
Según indicaron los médicos, el estado de la mujer mejoró notablemente luego de que retiraran los insectos y revelaron que de no haber hecho la intervención a tiempo, podrían haber llegado y afectado a otros órganos, por lo cual hubiera complicado la situación hasta provocar una discapacidad o incluso causar la muerte.
Un hecho similar ocurrió con un hombre de 52 años de Florida, Estados Unidos, que comenzó a sufrir de intensos dolores de cabeza durante cuatro meses. Ante la preocupación que le generaba su estado de salud, decidió acudir a un médico para averiguar lo que le estaba pasando.
Así fue cómo, tras una serie de análisis, detectaron que tenía larvas de un parásito en el cerebro. Sin embargo, lo más insólito fue cuando descubrieron la razón por la cual se había contagiado: el paciente comía panceta cruda.
Según publicó un informe del American Journal of Case Reports, el hombre -cuya identidad no fue revelada- comenzó a sufrir de migrañas después de empezar a consumir el alimento con poca cocción. De esta manera, con el tiempo, desarrolló neurocisticercosis, una infección en donde un parásito deposita huevos en varias partes del cuerpo, particularmente en el cerebro.
Ante la consulta del paciente, su médico de cabecera lo sometió a una tomografía en donde se logró visualizar una gran cantidad de quistes en la cabeza.
La sospecha llegó cuando intentaron profundizar sobre el origen de la afección, ya que la neurocisticercosis es común entre las personas que viven en países con malas condiciones sanitarias o están en constantes contacto con cerdos, el animal de donde se contagia el parásito. Sin embargo, el hombre no cumplía con ninguno de estos factores de riesgo.
Finalmente, durante las consultas, el paciente confesó que, desde siempre, tuvo una forma particular de comer la panceta: “Lo hago poco cocido y no crujiente”, expresó. Por esta razón, los especialistas concluyeron que había contraído la infección en el cerebro a partir de una tenia intestinal.
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“Sólo se puede especular, pero dada la predilección de nuestro paciente por la carne de cerdo poco cocinada y su historial de exposición benigna, somos partidarios de que su cisticercosis se transmitió por autoinfección tras un lavado de manos inadecuado, después de que él mismo hubiera contraído la teniasis por sus hábitos alimentarios”, explicó el informe.
Según los expertos, el hombre fue tratado con un medicamento parasitario y presentó mejoras significativas en cuestión de dos semanas.