Beatriz Flamini, de 50 años, es una atleta de deportes extremos de élite que se sumergió en noviembre de 2021 a la aventura de vivir, durante un año y medio, a 70 metros de profundidad en una cueva de Granada, España.
Flamini se aisló del mundo el 21 de noviembre en 2021 con la idea de ser parte de una investigación para develar cuál es el impacto del aislamiento social y la desorientación extrema en la percepción del tiempo. Estuvo 500 días incomunicada en donde pasó por los peores panoramas.
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De la investigación, participaron equipos de psicología experimental y fisiología del comportamiento de la Universidad de Granada y especialistas en neuropsicología clínica de la Universidad de Almería y de Kronohealth. Desde la Ludwig-Maximilians-University en Múnich, Alemania, Till Roenneberg, quien se desempeña como cronobiólogo e investigador allí, destacó que “si bien el experimento implica a una sola persona, no lo convierte necesariamente en no científico”.
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Además, el equipo que acompaña a Flamini aseguró que la atleta también batió el récord mundial de mayor permanencia en una cueva. Sin embargo, el libro de Récords Guinness no confirmó aun si existe un récord de permanencia voluntaria en un sitio de ese tipo.
¿Cómo fue la travesía?
La mujer entró a la cueva de Granada el 21 de noviembre de 2021 cuando, aún, Rusia no había invadido Ucrania. El mundo que ella dejó en aquel entonces era bastante distinto al de hoy en día aunque solo hayan pasado 500 días. En ese transcurso de tiempo, Beatriz confesó que tuvo que soportar alucinaciones, miedo, desesperación, momentos de euforia y hasta una plaga de moscas.
A pesar de las adversidades, dijo que su experiencia fue “excelente” e “insuperable”. También, expresó: “Pierdo el equilibrio, por eso estoy siendo sostenida”. A su vez, contó que a los dos meses de encierro perdió la noción del tiempo y pensó que había estado en la cueva entre 160 y 170 días. “Hubo un momento en que tuve que dejar de contar los días”, confesó.
Pero, sin lugar a dudas, el momento más difícil que puso en jaque la dura decisión que había tomado fue cuando se produjo un invasión de moscas que la tapaban por completo. Sumado a las alucinaciones tanto auditivas como visuales. “Estás en silencio y el cerebro se lo inventa”, explicó.
Si bien los días fueron duros, gracias al Grupo de Actividades Espeleológicas de Motril (GAEM), que le prepararon un minucioso plan de emergencias ante cualquier inconveniente que le impidiera seguir adelante con su travesía, pudo surfear las adversidades y lograr su cometido.
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Luego del balance de todo este tiempo, se detalló que se necesitó una tonelada y media de materiales y alimentos para esta experiencia. A su vez, marcaron que Beatriz llegó a consumir al rededor de 1.000 litros de agua y leyó 60 libros.
