El creciente turismo sexual en Gambia, uno de los países más pequeños del mundo, está intensificando las quejas de vecinos y ya captó la atención de los medios porque aseguran que “alejan a los hombres de sus casas”.
Este país del continente africano vive del turismo, pero cada vez se ven más mujeres de la tercera edad que buscan aventuras románticas. De acuerdo con un reporte de The Sun, las holandesas, suizas y alemanas se suman a las británicas en la lista de turistas que pasean y toman el sol junto a hombres 30 o 40 años más jóvenes.
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No siempre pagan por tener sexo, pero sí corren con todos los gastos de las vacaciones. A pesar de los reclamos de algunos habitantes y dueños de hospedajes, no es una práctica ilegal, pero las autoridades están planificando la manera de penalizarla. La razón principal para oponerse es que las familias acusan a las extranjeras de apartar a los hombres de sus hogares.
Un reportero del medio británico visitó Kololi, una localidad ubicada a orillas del Océano Atlántico, donde descansan grandes cantidades parejas con visible diferencia de edad y frecuentan abiertamente los bares y restaurantes de la zona. Algunos rebautizaron a este lugar como el “Tinder de la vida real para ancianas”.
Hay policías alrededor del área turística y algunos exigen que arresten a estas personas, pero las parejas no se inmutan por su presencia. Los “enamorados” solo piden que no interfieran con sus asuntos y dicen que las críticas son sexistas.
Barbara, de 65 años, es del condado de Kent, en Inglaterra. Se negó a dar su apellido, pero sí ofreció su testimonio al periodista. “No sé a qué se debe el alboroto. No estoy haciendo nada ilegal. Si vas a Tailandia, verás hombres grandes con chicas jóvenes, pero nadie habla de eso”, se quejó.
“El momento en el que una mujer se relaciona con un hombre menor que ella, hay protestas y nos llaman cougars, turistas sexuales y todo lo demás. Vine por un poco de diversión y no estoy haciéndole daño a nadie”, apuntó Barbara y remató: “Si quiero llevarme a un hombre guapísimo a mi habitación de hotel no es problema de nadie sino mío”.
Algunos se enamoran, terminan casándose y las mujeres transfieren parte de sus riquezas a sus nuevos esposos. Algunas de esas extranjeras fueron contactadas, pero no quisieron conceder entrevistas.
Olu, un gambiano de 20 años, contó su versión: “La vida es dura en Gambia. Solo ganamos 56 dólares mensuales trabajando en un hotel, pero una bolsa de arroz, que dura un mes, cuesta 45 dólares ahora”. El joven contó que su padre murió cuando él era niño y tuvo que hacerse cargo de de su mamá y sus tres hermanos.
“La edad es solo un número para nosotros. Si vas de la mano de una mujer blanca rica, te sentís orgulloso y la gente te trata con respeto”, señaló Olu y remarcó: “Si una mujer blanca me quiere, solo le pido un poco de dinero para que mi familia y yo podamos comer y la amaré por el tiempo que ella me ame”.
Gambia fue una colonia británica y se independizó en 1965. Tiene una superficie de 11.300 kilómetros cuadrados (casi la mitad del tamaño de Tucumán) y está rodeada por Senegal.
Se convirtió en un destino turístico cuando la agencia de viajes más antigua del mundo, Thomas Cook, comenzó a vender paquetes que incluían vuelos baratos en los 90. La economía se vio impulsada por los turistas británicos, pero también dio paso a este tipo de vacaciones.
Gambia es un país subdesarrollado y pobre, por lo que muchos hombres aceptan las invitaciones de las europeas como una salida a la crisis. Un salario promedio llega a los 200 dólares, pero los trabajadores de hoteles solo ganan unos 56 dólares al mes. En cambio, un trabajador sexual puede ganar hasta 500 dólares al mes.
El gobierno tiene la intención de crear leyes que permitan arrestar a hombres locales a extranjeras con las que tengan relaciones sospechosas, pero, en vista de que muy rara vez pagan por sexo, es difícil encontrar un motivo para sancionarlos.
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Algunos empresarios del rubro exigen que se sancione algún tipo de ley para prohibir el turismo sexual, como Lamin Touray, el dueño del Hotel Tendaba Camp Safari. “Es asqueroso, pero está ocurriendo. Lo he visto en mis instalaciones y he tratado de impedirlo”, sentenció Touray.
“Las británicas vienen por una semana y gastan más de 500 dólares en un hombre, pero el dinero no compra a un ser humano. No es un crimen ahora, pero se puede hacer algo y el gobierno británico debería ofrecer su apoyo al gobierno gambiano”, señaló el empresario y añadió: “Estoy intentando comenzar una campaña contra esto. Necesitamos leyes, porque esto tiene que acabarse”.