Quizá el nombre de Eduardo Guerrero no resulte muy familiar a muchos. Pero si agregásemos que fue ganador de una medalla de oro en un Juego Olímpico, es decir, que logró un primer puesto, algunos lo ubicarán.
El 23 de julio de 1952 en la lejana Finlandia, Eduardo Guerrero y Tranquilo Capozzo lograban la victoria en una competencia de doble par de remos cortos. La distancia a cubrir era de 1500 metros y emplearon 7′32″ en recorrerla, venciendo a los más veloces remeros del mundo. Segundos fueron los rusos a 6″,
Guerrero tenía 23 años y Capozzo, diez años más.
En los Juegos Olímpicos anteriores a los de Finlandia varios atletas habían obtenido medallas de oro. Algunos boxeadores –Pascual Pérez entre ellos- y también corredores de maratón como Juan C. Zabala y Delfo Cabrera.
Las habían obtenido también Alberto Zorrilla en natación y un equipo de polo en 1924.
La otra hazaña de Guerrero
Pero quizá no hubiéramos traído el nombre de Guerrero por ese solo hecho, que fue trascendente, sino porque el 26 de octubre de 2002 este atleta, con 74 años, inició un raid de casi 2000 Km, solo, en un bote a remo.
Lo hizo en 30 etapas y en cada una de ellas proyectó películas y dio charlas educativas en escuelas.
Y lo aplaudieron –y admiraron- en Posadas (Misiones), en Itatí, en Esquina y en Goya (Corrientes); en Diamante, (Entre Ríos), en Rosario y ya en la provincia de Buenos Aires en San Nicolás y en Zárate, entre otras ciudades.
Este hombre de 1.90 metros de estatura había unido el puerto de Iguazú en Misiones con el de Olivos. Demoró 70 días en la travesía y como hecho anecdótico y demostrativo de su temple, en dos ocasiones debió ser internado y en una de ellas tuvieron que administrarle suero...
Solía explicar a sus vecinos, que lo querían y admiraban, cómo un hombre de 74 años pudo atravesar sin más ayuda que sus brazos empuñando los remos, el río Paraná y el río Luján para llegar hasta el Río de la Plata.
Creemos que Guerrero fue un maestro de la vida, uno de esos hombres que atraviesan cantando la inexorable etapa del envejecimiento. Y fue joven porque siguió teniendo ilusiones. Ya que la verdadera vejez se nota más en la pérdida de ilusiones que en el paso de los años.
Consideramos que esta hazaña de los 2000 km a remo es una bofetada espiritual a muchos jóvenes, que no perdonan a los ancianos su vejez. Porque, y este es el aforismo que nos parece adecuado para esa madurez productiva de Eduardo Guerrero, que se pareció al otoño: lo que se pierde en flores se gana en frutos.
Y ahora sí el aforismo final:
“Los ancianos también tienen presente”.