Hotchand Bhawnani Gurmukh Sobhraj nunca se identificaba con ese nombre. Nació el 6 de abril de 1944 en Vietnam, hijo de una campesina vietnamita muy pobre y de un rico comerciante indio que vivía en Saigón, que no reconoció a la criatura. El padre hizo peor: los abandonó. La madre de Hotchand, cuando el nene tuvo cuatro años, se casó con el teniente Alphonse Darreau, un militar francés destacado en Indochina, en un período dramático de repliegue de los franceses frente al avance de los comunistas del Viet Minh. En una región violenta, el padrastro Darreau llevó a la familia a Marsella, Francia, en 1953.
Sobhraj odiaba Europa
El odio de Sobhraj por el Viejo Continente se incrementó cuando lo inscribieron en un internado católico de París, donde pronto sufrió bromas e insultos raciales por parte de sus compañeros. En la adolescencia, fue bautizado en la fe católica y entonces se cambió el nombre por el de “Charles”, inspirado en Chaplin. Era rebelde y lo demostraba cometiendo pequeños delitos. Con los años adquiriría el apodo por el cual se haría conocido en todo el mundo: “La Serpiente”, porque era difícil encontrarlo y cuando aparecía demostraba notable capacidad para deslizarse y salir de situaciones o los lugares difíciles.
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Iba seguido al puerto de Marsella y se convirtió en un polizón fracasado, pues lo descubrían escondido en los barcos que viajaban hacia Indochina, en un esfuerzo por regresar a su país. No se sentía francés. Varias veces salió de Marsella pero lo atrapaban a poco de zarpar y lo regresaban a puerto, a un costo económico muy alto para su familia. Cuando en París lo condenaron a 3 años de cárcel por robo, los suyos no movieron un dedo. En prisión, ya demostró sus habilidades porque en un ambiente cruel y violento él fue cruel y violento.
Al obtener la libertad, programó una cita muy especial con su novia, Chantal Compagnon, integrante de la burguesía parisina, y le propuso matrimonio. Ella le contestó, inesperadamente, que le respondería más tarde. El, que había robado un auto antes de verse con la chica, tragó saliva y la llevó a un casino de lujo. Apostó enloquecidamente y perdió miles de francos y, entonces, culpó a Chantal de su mala fortuna. Discutieron, subieron al auto robado y Sobhraj condujo a toda velocidad. Chantal, pálida de miedo, accedió a ser su novia cuando volaban sobre el asfalto. Esa misma noche fue preso otra vez. La Policía lo persiguió por exceso de velocidad y terminó chocando el auto.
Le dieron ocho meses de prisión. Chantal se mantuvo a su lado. Se sentía cautivada por el joven erudito y adinerado que le contó acerca de imaginarias aventuras en Oriente y de su ficticia familia rica de Saigón. Hablaba como un poeta, diría Chantal, y a pesar de la desaprobación inicial de sus padres, que no permitirían que su hija saliera con un mestizo vietnamita, cuando él fue a prisión por ocho meses ella lo apoyó. Al salir libre, se casaron y poco después Chantal quedó embarazada.
Charles, los cheques sin fondo y la ruleta
Charles la llevó a Oriente, la parte del mundo que amaba. Él escapaba de la Policía por la cantidad de cheques sin fondos que había esparcido por Francia, y los robos a casas de ricos y nobles. Al llegar a Bombay, Chantal tuvo una beba, Usha.
El trío fue bien recibido por la comunidad francesa de la India, especialmente por los franceses de más alto rango. Charles los tenía contentos pues vendía autos robados, de marca estadounidense y europea, que eran codiciados por los franceses y los indios ricos. Los robaba en Pakistán o Irán, donde tenía relaciones con el hampa, y los llevaba a la India. Sobornaba a los guardias fronterizos que ni miraban los papeles de importación.
Este “negocio” lo ocupó durante 1970 y 1971, período que Chantal estuvo sola y, la mayor parte del tiempo, sin saber nada de Charles. De buenas a primeras, se apareció y estuvo pegado a ella y tratando de convencerla que debía empeñar sus joyas. Su gran debilidad era el juego, especialmente la ruleta, donde perdió casi todo su dinero.
Intentó asaltar una joyería. Con un cómplice entró a la fuerza en el departamento de una bailarina de flamenco y la mantuvo secuestrada tres días, el tiempo que tardaron en hacer un boquete en el piso que los depositó en una joyerìa que estaba debajo. Se llevaron un millón de rupias en gemas. Lo atraparon a bordo de un auto robado y fue a prisión. “La Serpiente” preparó su huida, con ayuda de Chantal. “No importa lo bueno que sean para atraparme -le dijo- yo siempre seré mejor para escapar”.
Fingió tener una úlcera sangrante. Lo llevaron a un hospital local donde le diagnosticaron apendicitis, aunque no le pasaba nada. Mientras se recuperaba de una cirugía innecesaria, Chantal adormeció al guardia de la puerta de su habitación con cloroformo. Cuando parecía que lo habían logrado los detuvieron a los dos. Salieron bajo fianza y se fueron hacia Afganistán.
Hippies y turistas, los nuevos blancos de Charles
Su nuevo medio de ingreso fue el robo y las estafas a turistas hippies que seguían el rastro del hachís desde Europa. Este clase de actividad le reportó tantas ganancias que Charles regresó a su vida de lujos. Se mudaron a un hotel, pero él no pagó dos meses y terminó otra vez en la cárcel. Las prisiones de Kabul eran mucho más humildes que las de la India y mucho menos seguras. Huyó a Irán y abandonó a su familia.
Utilizó uno de los diez pasaportes falsos que tenía (todo un camaleón) y durante 1972 y 1973 viajó, gracias a hurtos y defraudaciones a incautos turistas, a Karachi, Pakistán, Roma, Teherán, otra vez a Kabul, Yugoslavia, Bulgaria y tan al norte como Copenhague, para regresar luego a Oriente y llegar hasta Katmandú, en Nepal. Exploró la ruta hippie, también denominada Hippie Trail, en el sudeste asiático, para encontrar nuevos objetivos. A principios de los años 70, este itinerario se hizo famoso porque numerosos jóvenes con mochila al hombro realizaban largos viajes en busca de aventuras, de iluminación, de un sentido para sus vidas, y allí, en alguna parte de ese recorrido, se topaban con Charles, que ya no tenía familia pues Chantal había regresado a Francia y nunca más lo volvió a ver.
Sobhraj tenía un problema grave que limitaba sus acciones, es decir cada vez eran menos los países de Oriente donde no tuviera cuentas pendientes con la Policía. Se estableció en Turquía y allí lo alcanzó su hermano menor, André. Tuvieron largas conversaciones pues André lo quería convencer de regresar a Francia mientras que Charles estaba convencido que su legado indovietnamita le permitiría representar a la perfección a un ciudadano de cualquier pueblo de Asia y esta enorme ventaja le facilitaba cometer el delito que se propusiese. Debía ir a Asia y, finalmente, André lo siguió.
Antes de abandonar Turquía, cometieron un par de robos y saltaron a Grecia. Aprovecharon para desplumar a turistas pero fueron sorprendidos llevándose joyas ajenas. Charles tranquilizó a su hermano diciéndole que los griegos y los turcos se odiaron desde hacía milenios y que no iban a compartir información sobre un par de ladrones. Le propuso hacerse pasar el uno por el otro para burlar a los griegos: Charles era buscado mientras que André no. Charles se haría pasar por André Darreau y saldría libre. Así lo hizo en 1975. Ya afuera de la prisión les hizo saber a la Policía griega que tenían preso a André, que no tenía antecedentes, o sea que debía obtener la libertad.
El plan por poco funcionó. No contaron con una reacción muy humana: a nadie le gusta que lo tomen por tonto. Cuando los griegos comprobaron que habían sido engatusados con la trampa de las identidades, soltaron nomás a André, pero antes de que saliera de prisión, le avisaron a los turcos que lo tenían. Era su revancha. Como los turcos lo buscaban, pidieron que lo extraditen y los griegos se lo mandaron. Los turcos no estaban dispuestos a ser clementes con André. Lo condenaron a 18 años de trabajos forzados.
Adiós André. Charles viajó al valle de Cachemira, a la India, a Katmandú, regresó hacia el noroeste y se estableció un tiempo en Irán. Su negocio era el contrabando de droga y, además, la vieja táctica de estafar y robar a los turistas. Buscaba a una pareja que hablara francés o inglés, establecía amistad fácilmente y, entonces, los impresionaba con su apariencia atildada de rico comerciante, hablándoles de los misterios de la región, de lugares desconocidos y apasionantes, hasta terminar drogándolos y llevándose cuanto capital tuviesen los pobres infelices atrapados en sus puestas de escena. Se les llevaba todo, hasta los pasaportes y los pasajes de avión.
Marie-Andrée Leclerc y los primeros asesinatos
En esta época solamente a una persona no quiso convertirla en víctima. Se llamaba Marie-Andrée Leclerc, una turista canadiense que fue a Oriente en busca de aventura. Una muchacha inestable, bonita e inconsciente con un psicópata con múltiples personalidades. Se agradaron de inmediato. Ella concluyó sus vacaciones y regresó a Quebec, Canadá. Charles le escribió decenas de cartas de amor. Le pedía, además, que se reuniera con él en Bangkok, capital de Tailandia.
No todas fueron flores para Marie al llegar a Bangkok. En el reencuentro, se enteró que Charles estaba relacionado con una mujer llamada May, que era tailandesa. El le dijo que se trataba de su secretaria. También tenía vínculo con un indio de aspecto temible llamado Ajay Chowdhury. Marie advirtió que se había producido una vuelta de tuerca siniestra en el estilo de Charles y no tuvo ningún reparo. Le encantó. Como antes, él seguía dedicándose al robo y a la estafa, pero ahora, además, asesinaba a sus víctimas. Charles le propuso a Marie-Andrée convertirse en su cómplice y ella no lo pensó dos veces antes de aceptar.
Los amantes se relacionaban con parejas de turistas, les decían que estaban en el negocio de las joyas. Cuando las víctimas querían comprar, los citaban en un lugar apartado y los estrangulaban, acuchillaban, envenenaban, quemaban. A veces no eran parejas sino, por ejemplo, mujeres solas. Charles las seducía y les prometìa que les conseguiría joyas a muy bajo precio. Entonces las drogaba y mataba.
Así ocurrió con la joven estadounidense Teresa Knowlton, de 21 años. En octubre de 1975, viajó a Tailandia para recorrer la ruta hippie y al llegar a Bangkok tuvo la desgracia de encontrarse con “La Serpiente”. Charles la sedujo y ella aceptó encontrarlo en un resort después de hablar de la venta de unas joyas. Solos, Charles desplegó sus habilidades. En una de las habitaciones, disimuladamente la drogó. Luego la desnudó, le colocó una bikini de flores y la tiró al mar con la ayuda del indio Ajay. Por este caso, también lo llamaron ‘Asesino de la Bikini”. La idea era que se pensara que la chica se había ahogado mientras nadaba. Los miserables le robaron sus pertenencias y escaparon.
De este estilo, hubo después 12 asesinatos más. Charles eludía a los investigadores usando los pasaportes de sus víctimas. Mató y quemó a Vitli Hakim, cuyos restos aparecieron en un balneario de Pattaya, al sur de Bangkok. También a una pareja de neerlandeses, Henk Bintanja, de 29 años, y Cornelia Hemker, de 25, que fueron envenenados, estrangulados y quemados el 16 de diciembre de 1975. Seis días después, Sobhraj y Marie-Andrée fueron a Nepal y Charles eliminó al canadiense Laurent Carrière, de 26 años, y a la estadounidense Connie Bronzich, de 29.
De Nepal, Charles y Marie se fueron a Varanasi, Calcuta y Singapur. Ya para marzo de 1976 las autoridades indias lo buscaban junto a su banda. Quien los perseguía, también, era el diplomático neerlandés Herman Knippenberg, que investigó por su cuenta los crímenes de la pareja neerlandesa de Henk y Cornelia, porque la Policía local no habia movido un dedo en su momento.
14 asesinatos y una prisión “dormida”
Ahora era distinto. Sin embargo la policía de Delhi no pudo ponerle la mano encima. En su casa, encontraron suficientes pruebas para una dura condena: secuestraron documentación de las víctimas, además de todo tipo de venenos, drogas y jeringas. Pero no había rastro de Sobhraj ni de sus cómplices.
La estrategia de Charles fue cambiar de compañía. Hacia julio de 1976, formó otra banda con dos nuevas compinches, Barbara Smith y Mary Ellen Eather, en Mumbai. El primer asesinato que cometieron fue el de Jean-Luc Salomon, a quien le robaron y envenenaron. Volvieron a Nueva Delhi y se hicieron pasar por guías turísticos. Dirigieron en un recorrido a un grupo de turistas franceses. Con la excusa de protegerlos contras la disentería, les ofrecieron un medicamento que en realidad era un tóxico. El efecto de las drogas fue tan rápido que algunos de los turistas se dieron cuenta que algo malo ocurría con esos “medicamentos” y tres de ellos avisaron a la Policía. Fueron detenidos tres secuaces de Sobhraj que confesaron todo. Charles esta vez fue arrestado y acusado del homicidio de Jean-Luc Salomon.
Charles Sobhraj formaba parte de la lista de los más buscados por la Interpol por ser el autor de catorce asesinatos y ser reclamado por las autoridades de siete países de Europa y Asia.
Lo enviaron a la prisión de Tihar. Sobhraj ocultó varias joyas en su cuerpo. Tenía una idea. Las utilizó para sobornar a los guardias con el propósito de darse la gran vida en la prisión. No sería uno de esos miserables que arrojaban en una celda sino que la cárcel sería su hotel cinco estrellas. Después de ser condenado a solamente 12 años de prisión por el homicidio de Salomon y robos, Sobhraj pasó a vivir muy cómodamente. Era amigo de los guardiacárceles, de los demás presos, a algunos de los cuales invitaba a ver la televisión en alojamiento y a degustar la mejor comida gourmet. Era una celebridad y concedió entrevistas a periodistas y escritores. Hablaba del “colonialismo occidental” mientras pedía uvas.
Hablando de uvas. Después de diez años de esta confortable estadía, decidió que era hora de salir a la calle y organizó una fuga. Antes quiso despedirse a lo grande e hizo preparar una gran comilona para guardias y presos. Era el 16 de marzo de 1986. Sus habilidades estaban intactas. Las uvas, las galletas y los pasteles que convidó a los demás tenían somníferos. Durmió a toda la prisión y se fue con cuatro amigos. Hasta se fotografió pasando el portón del penal hacia la calle.
Las cosas habían salido tan bien que, de contento, fue a clubes nocturnos y, veintidós días después de su extravagante escape, se fue a almorzar en un restaurante costero O’Coqueiro, en el estado de Goa, a 1300 kilómetros de Nueva Delhi. Allí lo detuvieron mientras comía con tres narcotraficantes. ¿Por qué no se escondía? Porque prefería quedar preso en India y no ser extraditado a Tailandia, que lo reclamaba por cinco asesinatos y de ser juzgado allí le impondrían la pena de muerte.
Regreso a Francia
Otra vez preso, lo enviaron de regreso a la cárcel de Tihar. Esta vez no hubo banquete. Le dieron diez años más de prisión y en 1997 fue liberado. El 17 de febrero de ese año egresó a Francia donde se hizo millonario: vendió los derechos cinematográficos de su vida por 15 millones de dólares, además de cobrar grandes sumas de dinero por fotografías y entrevistas.
¿Qué había sido de Maerie-Renée Leclerc? La atraparon, como a Sobhraj, en 1976. En 1980, le dieron 12 años de prisión. Marie apeló y mientras se resolvía su situación le concedieron la excarcelación con la prohibición de salir de la India. Publicó un libro titulado Je Reviens (“Volveré”), donde dijo que nunca amó a Charles Sonhraj. En 1983, le diagnosticaron cáncer de ovario y le permitieron regresar a Canadá. Murió en 1984 a los 38 años.
El hombre que persiguió a Sobhraj durante 30 años
Se trata del diplomático neerlñandés Herman Knippenberg, que buscaba justicia por el doble crimen de sus compatriotas Kenk Bintanja y Cornelia Hemker, en 1975. En septiembre de 2003 el diario “The Himalayan Times” publicó un artículo con fotos de Charles en un casino de Katmandú. La Policía nepalí lo detuvo y lo acusaron por los casos de Henk y Cornelia. Fue condenado a prisión perpetua.
No fue la última condena de Sobhraj. En julio de 2010, el Tribunal Supremo de Nepal confirmó el veredicto de prisión perpetua (la segunda) por matar a la estadounidense Connie Bronzich, de 29 años, y en septiembre de 2014, fue sentenciado a 20 años por el crimen del canadiense Laurent Carrière, de 26 años.
En 2008, en la cárcel de Katmandú, Charles, que entonces tenía 64 años, se casó en una ceremonia “no oficial” con la abogada Nihita Biswas, de 21 años. Sería su tercera mujer. Según The Guardian, Charles habría tenido una larga relación en su juventud con una chica llamada Chantal Desnoyers. Cuando Charles tenía 22 años, nació su primer hijo, Pranck, y en 1968 su hija Muriel. En 1970, se casó con Chantal Compagnon, y tuvieron a Usha. Finalmente se unió en Nepal a Nihita. A la lista. hay que agregar su relación romántica-criminal con Marie-Renée Leclerc.
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El viernes 23 de diciembre de 2022, ya con 78 años, Nepal deportó a Francia a Charles Sobhraj, alias “Alain Gautier” o “La Serpiente” o “El Asesino de la Bikini”. La decisión se tomó por su edad y por sus problemas cardíacos. En los tribunales nepaleses, admitió haber asesinado a 12 personas entre 1972 y 1976, e insinuó que podían ser más. Luego se retractó. Se desconoce el número verdadero de víctimas.