La de hoy, en el londinense The Connaught Hotel, será la segunda ocasión en que me encuentre cara a cara con el exjugador del Manchester United y del Real Madrid, icono de estilo, señor de su señora (Victoria Beckham), padre de tres hijos y una hija, imagen de firmas como H&M o Armani y propietario del Inter Miami, club de la liga de fútbol profesional estadounidense al que aspira convertir en el primero de aquel país con alcance global (“es un sueño hecho realidad”). Además, David Beckham también es responsable de una línea de lentes desarrollada junto a Safilo, gigante italiano del sector.
La otra vez que hablé con la estrella fue a propósito de su colaboración con una marca de whisky que aspiraba a lograr que las mujeres lo tomaran más. Si alguien podía conseguirlo, era él. Al final del encuentro, un miembro de su equipo me pidió el celular para hacerme una foto con David. Salí corriendo sin foto y sin despedirme. Pocas cosas pueden herir más mi ya dañada autoestima que tener una foto junto a este señor que ahora mismo está frente a mí mostrándome varios modelos de su colección. Si él no fuera él, pero yo siguiera siendo yo, parecería que estamos en la óptica más elegante del mundo. Estoy a punto de pedirle que me envuelva los lentes que más me gustaron.
// Victoria Beckham no se considera hermosa y quiere que su ropa realmente sea usada
“Queríamos una colección clásica, pero con elementos distintivos, y evitar tener algo que envejece rápido. Se ve inmediatamente que es mi colección, pero el monograma es muy discreto”, dice Beckham mientras me acerca un modelo que le gusta especialmente porque está inspirado en las motos y me muestra cómo se integraron sus iniciales en la patilla.
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“Mis hijos ven eso y ven algo copado. Lo miro yo, con 44 años, y también creo lo mismo. Incluso mi padre, que tiene 70, lo piensa. O sea, que funciona”. Sonríe orgulloso, consciente de que volvió a lograr involucrarse en una aventura empresarial que no solo no dañará la inmaculada imagen de la marca Beckham sino que le proporcionará nuevos réditos. No solo económicos. “Tengo un equipo muy bueno. Además, todo lo consulto antes con mi esposa. En los negocios, la última palabra sobre lo suyo la tiene, claro, ella. Sobre lo mío, yo. Pero siempre lo hablamos antes con el otro. Llevamos 23 años juntos”, comenta.
La biografía de Beckham está hecha solo a base de sumas. Logró incluso que retirarse del fútbol profesional se viera en su caso como una oportunidad. Al contrario de lo que muchos pensaron, no fue el inglés quien persiguió el éxito, sino que el éxito lo persiguió a él. “Hubo un momento durante el Mundial de Japón, en 2002, en el que estaba sentado en el micro del equipo y miré por la ventanilla. Había un grupo de chicos de unos 20 años y todos llevaban el mismo corte de pelo que yo”, recuerda sobre aquella época en que fue ruidoso icono de estilo. “Vestí ropa buena y otra no tan buena. Pero siempre me puse lo que quería, aunque a veces miro atrás y digo: ‘¿En qué estaría pensando?”.
Hoy, el inglés se declara más conectado con el clasicismo de la indumentaria de los años veinte y cuarenta y hasta feliz con la idea de hacerse mayor. No parece haber error en el sistema Beckham, un sistema que se actualiza solo. “¿Tecnología? El otro día hablaba de Instagram con mi hijo y le advertía de que fuera con cuidado con lo que subía, que se puede quedar ahí siempre. Él sabe más que yo de Instagram, es más joven, pero yo me manejo. Y soy su padre. Además, tengo el último iPhone. Eso cuenta para considerarme al día en esto, ¿no?”.