Giorgio Armani es una eminencia en el mundo de la moda, y cada año logra superar todas las posibles expectativas respecto de sus colecciones. Si bien es su confección de ropa de hombre la fuente de sus más significativos triunfos, el italiano ha logrado diversificar sus artículos, extendiéndose hasta perfumería y ropa femenina, dentro del mundialmente conocido “Emporio Armani”.
Su último desfile tuvo lugar en el Palazzo Orsini, en el marco de la Semana de la Moda de Milán. Presentó una colección inspirada en los elementos de la naturaleza, tales como la tierra, el aire y el agua, e impregnó su sesgo en cada diseño y accesorio. El color, el movimiento, la esencia de los detalles, entre otros elementos distintivos, se adhirieron a la temática fundamental.
Una vez más, los tejidos brillantes fueron protagonistas indiscutibles e iluminaron la pasarela de forma angelical. Colores suaves y naturalistas dieron el presente, excluyendo todo tipo de tonalidad vibrante o shocking que atentase contra el requisito obligatorio de la colección: la sobriedad. Los matices pasteles decoraron cada look y los tonos de rosa y celeste se aseguraron el podio.
Sin dudas, la prenda estrella de Giorgio Armani es el vestido: muchos diseños de gran variedad y originalidad conquistaron Milán. Ligeros, vaporosos y aireados, representaron siluetas ondulantes a través de los trabajos en tul y juegos de transparencias. Además, adornos florales y bordados intrincados de grandes dimensiones elevaron su impacto y exuberancia.
Los accesorios cumplieron las mismas reglas que la indumentaria, complementándola a la perfección. Una vez más, la Tierra ejerció su influencia: bolsos y gafas de sol en forma de hoja, sombreros de un alto dramatismo, y bijou con detalles florales y de mariposas fueron los más revolucionarios de la pasarela. En cuanto al maquillaje, siguió un patrón minimalista y natural.
