Meghan Markle y el príncipe Harry acaban de dar la bienvenida a su primer hijo. Y lo han hecho flexibilizando las rígidas formas de la corona británica: ni en el mismo sitio que marca la tradición, el ala Lindo del Hospital Saint Mary (Londres), ni con posado oficial horas después de dar a luz. Si la llegada de la ex actriz ya supuso una revolución dentro de la institución (americana, mestiza y declarada feminista), su primer año como royal ha demostrado que sus intenciones van más allá de la etiqueta y ha impuesto sus propias formas también respecto a cómo se va a contar al mundo su maternidad.
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Ya en la recta final del embarazo, la pareja envió un comunicado con el que daban a entender que las cosas se harían un poco diferentes. “Sus Altezas han tomado la decisión de mantener los planes en torno a la llegada de su bebé en privado. El Duque y la Duquesa están deseando compartir las emocionantes noticias con todos una vez que hayan tenido la oportunidad de celebrarlo en privado como familia”.
La lectura se interpretó como lo que luego ha resultado: no saldrían a presentar al bebé nada más nacer, sino de una forma reposada. Marcando diferencia frente a Kate Middleton, que con el nacimiento en abril de su tercer hijo, Louis, batía su propio récord apareciendo en público frente a los fotógrafos, perfectamente maquillada, con buen aspecto y sobre taconazos, apenas siete horas después del parto.
El posado de la duquesa de Cambridge volvió a desatar las críticas sobre cómo esta imagen de ‘perfección’ absoluta e inmediata, alejada de la realidad de la gran mayoría de madres recientes, puede resultar dañina. Una denuncia a la que unía su voz incluso la actriz Keira Knightley (que tuvo a su primer hijo, Edie, un día antes que la británica tuviera a Charlotte) con un ensayo publicado el pasado octubre en el libro Feminists D’ont Wear Pink And Other Lies (Ed. Penguin), una recopilación de Scarlett Curtis.
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“La cara que el mundo quiere ver. Esconde. Oculta nuestro dolor, nuestros cuerpos partidos, nuestros senos goteando, nuestros hormonas furiosas. Luce hermosa, luce elegante, no muestres tu campo de batalla, Kate. Siete horas después de tu lucha con la vida y la muerte, siete horas después de que tu cuerpo se abra, y salga una vida sangrienta y ruidosa. No te muestres. No, cuídate. Permanece de pie con tu chica y recibe los disparo de un grupo de fotógrafos hombres”, escribía.
Sin caer en comparaciones más propias del royal fandom, empeñado en fomentar ese gusto patriarcal por enfrentar a las dos cuñadas, las decisiones de una y otra también podrían responder a diferencias protocolarias. Middleton, por su función como consorte del segundo heredero al trono, podría tener más presiones en ese sentido. Pero en cualquier caso, el suyo es un ejemplo más de la presión sobre las mujeres en torno a su imagen.
Como ella, otras tantas famosas aparecen públicamente o cuentan en sus redes sociales un relato de la maternidad reciente que poco se corresponde con la realidad de tantas personas de a pie –aunque hay una minoría que está en lucha precisamente por combatir este estereotipo de maternidad edulcorada y fácil–.
El caso de Pilar Rubio abrió debate en España cuando al dar a luz a su tercer hijo, aún desde la sala de parto y con el bebé recién nacido, compartió la imagen en redes también maquillada y luciendo radiante.
Un gesto reconvertido en moda entre otras famosas e influencers -véanse Georgina Rodríguez o Chiara Ferragni- que como explicaba Pilar López Díez, doctora en Ciencias de la Información y experta en Comunicación y Género, a S Moda: “Causará, en el mejor de los casos, envidia y desazón y en el peor, frustración y tristeza cuando las mujeres comparen esta foto con las que a ellas les hicieron cuando parieron. Se sentirán descontentas consigo mismas y fracasadas porque quisieran ser como Pilar Rubio. Podríamos decir que estas imágenes colaboran en la construcción de mujeres desempoderadas, acomplejadas y, por tanto, no felices”.
Cómo aparecerá Meghan dentro de unos días cuando haga la presentación pública de su hijo junto a Harry en su casa de Frogmore Cottage (Windsor) es una incógnita, aunque es predecible que lo hará arreglada, maquillada de forma natural (como acostumbra) y con buen aspecto. Pero si decidirá dar un discurso en el que aborde alguna temática sobre las diferentes realidades que atraviesan las mujeres al ser madres -como la depresión posparto, por ejemplo- es una hipótesis nada descartable dada su trayectoria en este primer año como miembro de la realeza.
Caminó sola al altar en mayo del año pasado, sin agarrarse a ningún hombre, y, según los tabloides ingleses, habría apostado por métodos fuera de la norma en Kensington como un parto natural, sin epidural, con una doula y en casa. Habría dejado también la puerta abierta a la posibilidad de contratar un manny (niñero masculino) y los detalles más inmediatos al nacimiento, como el discurso de Harry a los medios tras conocerse la noticia, también apuntan cambios.
El príncipe ha marcado diferencias con sus palabras respecto a su implicación en el parto y ha incidido en recordar la dureza de la experiencia para todas las mujeres: “Ha sido la experiencia más increíble que jamás podría haber imaginado. Cómo lo hacen las mujeres es algo que va más allá de la comprensión (…) Estoy increíblemente orgulloso de mi esposa”.
Otro detalle que apunta a una naturalidad y familiaridad que son novedad en la institución ha sido la mención a Doria Ragland, la madre de Meghan, en el comunicado oficial, especificando que se encuentra con ellos en casa.