Elegir una joya para regalar no es solo una cuestión estética. Detrás de cada pieza hay una intención, un mensaje y, muchas veces, una historia que se proyecta en el tiempo. Así lo entiende Miriam Testorelli, cuarta generación de la histórica casa de joyas, quien sostiene que el primer paso es pensar a quién va dirigido el regalo y qué se quiere expresar con él.
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“Lo importante es definir a quién es el regalo y qué queremos lograr: si es un agradecimiento, un premio o un recuerdo”, explica. En ese sentido, la joya funciona como un símbolo capaz de acompañar momentos clave de la vida y de permanecer mucho más allá de la ocasión puntual.
Cuando se trata de niños o adolescentes, la clave está en elegir piezas que puedan adaptarse con el paso del tiempo. “Algo que no le sirva solo ahora”, aclara, y menciona los colgantes y las cadenas como opciones ideales. Una cadenita de 40 centímetros puede quedar un poco larga al principio, pero luego acompañar a esa persona durante toda su vida. “Es una forma de poner el broche de oro a una etapa”, señala Testorelli.

Dentro de esa misma lógica aparecen piezas como el hilo aniversario, una pulsera fina de oro macizo que puede agrandarse con los años. “Se puede regalar para un bautismo, ir ajustándola con el tiempo y que llegue a la vejez con la misma pulsera”, explica Miriam Testorelli, destacando el valor de las joyas que crecen junto a quien las usa.

Para quienes buscan un regalo seguro, especialmente si no conocen tanto a la persona, el colgante vuelve a ser un comodín infalible. “Con el colgante no fallas”, asegura, ya que evita errores de talle o de uso. Y si se suma un diamante, el acierto es casi total.

La joyería masculina
El universo masculino también amplió sus fronteras. “Los hombres están cada vez más cancheros, se están poniendo joyas, pulseras, colgantes”, explica Miriam. Incluso las nuevas generaciones incorporaron perlas y piezas de color a sus looks cotidianos, una tendencia que crece con fuerza.

Otro aspecto importante que destaca Miriam Testorelli es que, a la hora de elegir, es preferible optar por joyerías de renombre. “El sello de 18 kilates se puede poner en cualquier lugar, te lo pueden poner en una joya de oro bajo o en una pieza dorada, en algo que no es”.

El poder simbólico de las joyas
Más allá de la elección concreta, Testorelli pone el foco en el poder simbólico de las joyas. Para explicarlo, la joyera suele citar el caso de Kate Middleton el día de su casamiento. La futura reina llevó tres piezas clave: los aros que le regalaron sus padres, con los blasones familiares; una corona prestada, como marca la tradición, y el anillo de compromiso que perteneció a Lady Di. “Era una forma de no olvidar de dónde venís y de hacer presente a quienes ya no están”, explica.

Ese mismo valor simbólico aparece en historias cotidianas que llegan al taller. Una de ellas dio origen al proyecto “Las 9 reinas”: antes del casamiento de un cliente, a partir de una pulsera de oro con monedas y un collar de perlas heredados de una abuela, Testorelli diseñó nueve anillos iguales —para las hermanas, la novia y la madre— reutilizando el mismo material. “La joya permite unir historias y que nadie quede afuera”, resume Miriam Testorelli.
Y agrega: “La joya es lo que te permite tener historia y reunirla a lo largo de los años, porque pasa de generación en generación”, reflexiona. A diferencia de otros objetos, no se descarta: se transforma. “Si no te gusta más, la fundimos y hacemos algo nuevo, pero sigue siendo el anillo de tu abuela o tu mamá”.
En un mundo donde todo parece efímero, la joya conserva su poder: permanece, cuenta una historia y acompaña a quien la lleva. Porque regalar una joya no es solo hacer un obsequio, es iniciar un legado.
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